Estreno de una infraestructura clave

Las líneas 9 y 10 de metro rompen el muro psicológico de la Meridiana

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hay barrios de la ciudad en los que todavía se habla de bajar o ir a Barcelona. La expresión se explica por cuestiones geográficas, históricas o estructurales. Vallvidrera, por ejemplo, se sabe parte de Sarrià pero sigue pensando como un pueblo. En el caso del Bon Pastor, en cambio, el pensamiento parte de un cierto ninguneo en comunicaciones; un exceso de centralismo que ayer se esfumó con la inauguración del nuevo tramo de dos estaciones de las líneas 9 y 10 que une este barrio de Sant Andreu con La Sagrera y, por ende, con el resto de la red de metro urbano.

Se abrían al público dos nuevas estaciones, pero en los ojos de los muchos ciudadanos que a las tres dejaron el postre a medias para participar de la apertura oficial se leía un tremendo alivio y una sensación de victoria después de casi 20 años de lucha. El de ayer es el trazado más corto –2.800 metros– de los tres que se han bautizado desde diciembre, pero es el más importante para la horquilla norte de esta kilométrica línea que parte de Santa Coloma y Badalona por su función de enlace con el centro de la ciudad.

MÁS OPCIONES QUE LA L-1 / Hasta la fecha, los vecinos de la zona sureste de Sant Andreu tenían la única opción de la L-1, que atravesaba el distrito de manera muy sucinta por la parte norte del territorio. Muchos residentes del Bon Pastor debían coger un bus para llegar a Fabra i Puig y ahí seguir con el subterráneo. La prolongación de las líneas 9 y 10 les permitirá llegar a La Sagrera, donde podrán escoger la L-1 o de la L-5, según convenga, lo que reducirá drásticamente el tiempo de viaje y las esperas en la marquesina de TMB.

La fiesta, sin embargo, no será completa hasta principios del 2011, cuando está previsto que también lleguen a esta estación tres líneas de Rodalies (R-3, R-4 y R-7), que hasta septiembre tienen su final en Sant Andreu Arenal, precisamente, por las obras de construcción de este nuevo macrointercambiador al que en unos años también llegará la L-4.

El primer viaje a través de la nueva galería –hasta las ocho de la noche de ayer ya la habían recorrido 18.000 ciudadanos– contó con la presencia del president José Montilla, el conseller de Política Territorial i Obres Públiques, Joaquim Nadal, y el alcalde, Jordi Hereu. El protocolario momento de discursos junto al andén –vetado a los vecinos, lo que causó no pocos enfados en la superficie– sirvió para dejar claras varias cosas: que la crisis no logrará parar las obras pero sí ralentizarlas, que este proyecto ayudará a aumentar y potenciar la «cohesión metropolitana» y que sin la paciencia y la complicidad de la ciudadanía, nada de lo que se ha hecho y se hará sería posible.

EL LÍMITE DE LA CRISIS / Nadal aportó la homilía más técnica de la mañana. Dijo que las obras avanzan «al ritmo que permiten los gastos limitados», recordó que el 76% del total de túneles ya están excavados y que los dos topos que avanzan por el subsuelo están en fase de mantenimiento en el Guinardó y en la Zona Universitària. Hereu fue la voz optimista con un sonoro «visca Sant Andreu y visca Barcelona» y dio las gracias a la ciudadanía «por su paciencia» y por acompañar a las administraciones «con ilusión y esperanza». Montilla, el único que leyó su prédica, habló de «reducir distancias entre distritos» y recordó que las obras en infraestructura pública en los últimos cinco años «no tienen precedente histórico». Admitió, eso sí, que la crisis puede afectar al calendario de ejecución, aunque de ninguna manera, añadió, alterará los objetivos.

Paquita Delgado, presidenta de la Asociación de Vecinos del Bon Pastor, admitía ayer entre amigos que llegar a la Meridiana en metro es «el no va más». «Teniamos un poco la sensación de que no vivíamos en Barcelona porque estábamos aislados sin transporte público, así que ya era hora de que al barrio le tocará la lotería», sentenciaba. Josep Mª Fanlo, un compañero de la asociación, recordaba las primera reuniones para hablar sobre el metro. Corría el año 1991 y el escaso avance en la materia les llevó a regalarle al entonces honorable Jordi Pujol un vagón en miniatura. «Se lo dimos por Reyes para ver si él nos traía uno en tamaño real», bromeaba Fanlo.

En el Bon Pastor había nervios. Sentados en un banco, Mª Dolors y Enric, de 74 y 79 años, respectivamente, compartían planes. Enric estrenará el metro mañana, pero ella deberá esperar a unas amigas que ayer tenían plan familiar. «Cada tramo que se inaugura lo hacemos juntas», contaba. Y así, hasta que en el 2014 puedan llegar al aeropuerto y, quién sabe, hasta coger un avión.