EL DÍA A DÍA EN UN COLEGIO EN PRECARIO

El CEIP Mediterrània intenta seguir con su proyecto educativo pese a llevar tres años en módulos

No tiene gimnasio ni biblioteca y está instalado en el patio de otro centro educativo

Alumnos del CEIP Mediterrània, en su minúsculo patio, ayer.

Alumnos del CEIP Mediterrània, en su minúsculo patio, ayer.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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«A los niños no les puedes hacer promesas que después no vayas a cumplir», dice muy en serio Julia-Emma Toyas, la voz de la experiencia. Esta veterana profesora con 42 años de servicio a las espaldas lleva 30 ejerciendo en la Barceloneta, donde ha visto cómo le derribaban dos escuelas.«Primero el Virgen del Mar[colegio que se encontraba en la plaza del mercado y que cerró para no reabrir jamás]y después el Mediterrània, que yo ya no veré. Me jubilo en julio», cuenta esta maestra, quien subraya que por quién le sabe peor es por los niños.«¿Qué credibilidad darán en el futuro en los políticos si les mienten ya desde pequeños?», reflexiona esta combativa profesora.

Se refiere a la dilatada situación de provisionalidad en que están los 160 alumnos del CEIP Mediterrània, que llevan tres años de okupas a la fuerza, instalados en barracones en el patio del vecino CEIP Alexandre Gal·lí, ambos en la Barceloneta, desde que en el 2007 les derribaran el edificio por problemas estructurales. Y, sobre todo, al hecho de que les tengan allí, sin noticias. Viendo pasar el tiempo.

La dirección del centro insiste en que no se quejan de los barracones, que no están tan mal, sino de no disponer de un calendario de obras que les permita embarcarse en proyectos de envergadura, a los que ahora no pueden optar al no contar con un espacio propio.

Pese a los inconvenientes, que no son pocos, durante estos años el colegio ha querido tirar hacia adelante su proyecto educativo en todo lo que ha podido, para que los niños notaran lo mínimo posible el traslado. Basta entrar en el colegio para darse cuenta de ello. Decoran las paredes de la recepción los diplomas por haber participado en numerosas actividades del barrio y de la ciudad, como el concursoDibuixem la Mercèo la muestra de cortos de Ciutat Vella. «Seguimos con la coral y con las actividades extraescolares, aunque nos hemos tenido que adaptar a las nuevas condiciones», cuenta María Ascensión Fumanal, directora del centro. Un ejemplo. Al no disponer de porche, han tenido que optar por extraescolares que pudieran realizarse en el interior, como el ajedrez, actividad que iniciaron el año pasado y que, según cuentan, ha tenido un gran éxito.

Si la falta de gimnasio la han podido capear con imaginativas fórmulas, entre el patio y las salas polivalentes que les ceden en el cercano centro cívico de la Barceloneta, lo de no tener biblioteca lo llevan bastante peor.«Vamos una vez al trimestre a la del barrio, pero evidentemente no es lo mismo», explica Fumanal.

El tema de los patios también les lleva bastante de cabeza. Los pequeños disponen de un espacio minúsculo –que se encharca a la mínima lluvia y que deben compartir con los alumnos del Alexandre Gal·lí–, y los mayores tienen como único lugar de recreo una pista de fútbol.«En el antiguo colegio acabábamos de entrar en un proyecto de recuperación de los jardines escolares y habíamos instalado mesas en el patio para poder dar clases al aire libre, pero ahora todo esta en stand by», relata la directora del centro.

La última de las grandes pegas, además de tener que desplazarse para ir al comedor –realojados en el otro colegio– es la escasez de lavabos,«del todo insuficientes».