130 ANIVERSARIO DE UN EQUIPAMIENTO DE REFERENCIA

De la rabia al anisakis

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HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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En la parte de arriba de todas y cada una de las ahora amarillentas páginas del voluminoso ejemplar, un texto en letra impresa. "Historia del (espacio en blanco) que mordió a D. (espacio en blanco)". En este folio en concreto se trata del "lobo" que mordió a "Don Juan Balbuena". Tras el encabezamiento tipo, otro texto también impreso: "Datos suministrados por la persona mordida o sus allegados:". Escrita a mano, en una caligrafía médica que ya les gustaría a los pacientes del siglo XXI, la siguiente historia: "Eran las cuatro de la madrugada y oyó que su perro reñía con otro animal. Salió y enseguida diole de palos al animal que reñía con su perro y que no vio porque era oscuro". "Enseguida se le abalanzó y lo derribó, y al, caer, cogiólo por las orejas y dio grandes voces y acudieron los vecinos y vieron que la lucha era con una loba a la que dieron un hachazo". Murió matando, eso sí. Mordiendo, al menos. "Al perrito mordido por la loba también lo mataron", concluye el texto.

Aunque bien podría serlo, el relato no forma parte de las 'Novelas ejemplares' de Cervantes. Este particular 'coloquio de los perros' forma parte del primer volumen del libro de vacunados contra la rabia en la capital catalana solo en 1899. "Folios del 1 al 689". Ejemplar que se conserva aún cual reliquia en la actual (y moderna) sede del laboratorio de la Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB), que este año celebra su 130º aniversario.    

La institución fue creada la vigilia del día de Reyes de 1887, poco tiempo después de que Pasteur probara por primera vez su tratamiento de la rabia. Su aplicación era, de hecho, uno de los objetivos con los que se creó el centro, en un momento en que solo existían 11 laboratorios similares en todo el mundo. 130 años de historia que están muy ligados a la historia de la ciudad. A una historia menos conocida, que incluye desde epidemias de cólera -la última en 1971, año en el que el laboratorio preparó más de un millón de vacunas- hasta luchas internas por el poder y el reconocimiento académico, como el vivido entre Jaume Ferran i Clua, su primer director, genio muy discutido en sus formas y Ramón Turró, uno de sus detractores, quien le relevó en el cargo en 1905

Ese mismo 1905, según explica Ramón Turró en sus escritos, recogidos en 'Història del laboratori municipal de Barcelona de Ferran a Turró', de Antoni Roca i Rosell, en los primeros días de julio de 1905 corrieron rumores "por toda Europa" que en Barcelona había aparecido una epidemia de peste. "Estos rumores tenían fundamento", prosigue.

HACIA LA PENICILINA

En 1914, la ciudad vivió una epidemia de tifus, la más mortífera del siglo, causada por una infección del agua de Montcada. El caso estuvo rodeado de una gran polémica, enmarcada en el debate del proyecto de 1911 de municipalización del servicio de abastecimiento de agua, proyecto que, más de un siglo después, no puede estar más de actualidad. 

En los años de la posguerra sus instalaciones fueron el marco de investigación para la penicilina, y el laboratorio entra en unos años grises hasta 1981, año en el que el laboratorio vivió un punto de inflexión con la crisis del aceite de colza, según explica Francesc Centrich, director del laboratorio y trabajador del mismo desde sus prácticas como estudiante de Química en el año 1971. Fue una entrada triunfal coincidiendo con la epidemia de cólera, la última gran epidemia de estas características en la ciudad. 

EL ACEITE DE COLZA, PUNTO DE INFLEXIÓN

"En la gestión del aceite de colza fuimos los referentes. Se analizaban muestras 24 horas al día y hubo un cambio de mentalidad tanto por parte de la administración como de la ciudadanía. Todos fueron conscientes de la importancia de la seguridad alimentaria", explica Centrich. En ese momento se redoblaron los recursos, devolviendo el laboratorio al esplendor de la antes de la guerra civil.

Actualmente, además del análisis de las aguas de consumo, bebidas, alimentos y "sustancias relacionadas", el laboratorio municipal lidera un pionero proyecto europeo sobre tabaquismo pasivo estudiando los niveles de nicotina en el ambiente en espacios públicos al aire libre aparentemente inocentes, como las paradas del autobús, donde los ciudadanos pasan horas tragando humo ajeno.