La UPC estrena campus en el Besòs con el encargo implícito de revitalizar la zona

El recinto, que acogerá a partir del lunes a 3.500 estudiantes, se proyectó en el 2001 pero cayó en un letargo por disputas rectorales

CARLES COLS / MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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La Universitat Politècnica de Catalunya ya tiene por fin sede junto a la playa, el sueño tal vez de no pocos estudiantes, con vistas a lo que algunos consideran un edificio icónico, las torres de la antigua térmica de Sant Adrià, tan soviéticas que a la playa del lugar se la conoce como la de Chernóbil. Tiene sus fans. Las nuevas facultades politécnicas, de ingenierías varias, están bien comunicadas en metro, tranvía y bus. A dos pasos, como plus perfecto de la vida universitaria, hay una de aquellas instalaciones olímpicas de las que nadie se acuerda a pesar de que costó 1.200 millones de pesetas, un centro deportivo en el que se entrenaban los equipos de waterpolo y badminton, o sea, que tiene piscina y pistas de juego polivalente. El campus del Besòs, por último, está también a tres calles del impopular barrio de la Mina. No es algo accidental. Este nuevo espacio universitario se concibió precisamente ahí para darle la vuelta como un calcetín a ese rincón del área metropolitana. Se planificó en el 2001, en el marco de la urbanización general del Fòrum. El campus se estrena, pues, con un retraso de casi 10 años y gracias a casi 100 millones de euros de inversión.

El próximo lunes comenzarán las clases en un equipamientos que aún huele a la última capa de pintura. Será el áula de unos 3.500 estudiantes y unos 400 profesores, de los que, en términos úrbanísticos, se espera que colonicen el lugar, que lo hagan suyo, que le den vida. No es la primera vez que en Barcelona (en este caso, formalmente, es en el término municipal de Sant Adrià) se emplea la vitalidad que acompaña a la vida univertistaria como cataplasma social. Así fue en su día en el Raval norte y también, con resultados aún poco evidentes, en el campus de la Ciutadella de la Pompeu Fabra.

PASADO INFAME

La propuesta de que la UPC se trasladara junto a la desembocadura del Besòs se decidió en los despachos políticos hace 15 años con la voluntad clara de desestigmatizar aquel difícil tramo de la costa metropolitana, que entonces, más que la trastienda de Barcelona, era la fosa séptica de la ciudad. Ahí estaba, en un extremo y a cielo abierto, la depuradora del Besòs, actualmente oculta bajo la plaza del Fòrum, un lugar terrible, sobre todo cuando por los tornillos de arquímedes que separaban los restos sólidos de las aguas sucias aparecían cadáveres de animales. Una vez se atascó una vaca. En el extremo contrario estaba la térmica, aún operativa entonces.

El plan general previsto era muy ambicioso, la clásica mixtura de usos tan barcelonesa, pero reconcebida, con hoteles, el centro de convenciones del Fòrum, empresas, nuevos espacios residenciales (la nueva Mina, junto a la antigua, ya es una realidad y han florecido los anuncios de alquileres de pisos para estudiantes), la playas… Había que tener mucha fe en los urbanistas para creer que tal transformación era factible, y en ese sentido fue crucial que en aquel momento fuera rector de la UPC Jaume Pagès. Él avaló que la Politècnica trasladara parte de sus estudios al área del Fòrum, un acontecimiento cultural de tristón recuerdo, del que luego fue consejero delegado. El problema (siempre lo hay) fue que en el 2002 hubo elecciones al rectorado, que ganó el catedrático de Matemática Aplicada Josep Ferrer Llop. Uno de los ejes de su campaña electoral fue su rotunda oposición al traslado de parte de la UPC al Besòs. El plan urbanístico se quedó así, de repente, cojo. Lo que tenía que ser un recinto universitario de primer nivel se reconvirtió durante años en un aparcamiento de camiones, menudo contraste.

LA LLAMADA DE MAS-COLELL

Aunque con retardo, el campus del Besòs se despertará a la vida estudiantil a partir del próximo lunes. De momento, cinco días antes se ha celebrado la inauguración oficial, la de las autoridades, un encuentro extraño, según se mire, porque prácticamente ninguno de los presentes estuvo en la cocina del proyecto. La máxima autoridad presente, Carles Puigdemont, ha contado de hecho una anécdota que ilustra a la perfección esta situación. Ha explicado que el mismo día en que tomó posesión del cargo, le llamó el que entonces era ‘conseller’ de Economia i Coneixement, Andreu Mas-Colell. Dejaba el cargo y le traspasaba una administración en la UCI financiera, pero le quiso animar con el argumento de que en el horizonte cercano se atisbaba al menos una extraordinaria noticia, la inauguración del campus de la UPC. Puigdemont ha querido agradecer el esfuerzo a todos aquellos que impulsaron este proyecto y que ya no están en la primera línea política.