entrevista con el escritor argelino

Yasmina Khadra: "No hay que negociar rescates. Pagar es financiar el terrorismo"

Publica 'La ecuación de la vida' en el festival BCNegra

El escritor argelino Yasmina Khadra, ayer por la mañana, antes de ofrecer una charla en BCNegra sobre secuestros, secuestrados y secuestradores.

El escritor argelino Yasmina Khadra, ayer por la mañana, antes de ofrecer una charla en BCNegra sobre secuestros, secuestrados y secuestradores.

ANNA ABELLA

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Bajo el seudónimo de Yasmina Khadra (nombre de su mujer), Mohammed Moulessehoul (Sáhara argelino, 1955) compaginó hasta el 2000, durante 36 años, la escritura con el Ejército, donde combatió el integrismo en su país. Con su trilogía negra o novelas como Las sirenas de Bagdad y El atentado, sobre terrorismo, ha vendido cuatro millones de libros y se ha convertido en el autor árabe más traducido (más de 40 países). Trae a BCNegra 'La ecuación de la vida' (Destino), donde dos alemanes son secuestrados por piratas en aguas somalís, un tema de triste actualidad por el reciente, y sangriento, secuestro en una planta de gas argelina y la intervención militar en Mali.

-El alemán Kurt dice: «África tiene un grave problema de desgobierno, de corrupción, de indisciplina, de impunidad. La violencia se vive como un sacerdocio». Y Bruno, un rehén francés, le responde: «África no es solo la suma de sus hambrunas, guerras y epidemias». ¿Qué es África? 

-Quiero mostrar el corazón y el espíritu de un África que está herida y hundida en la miseria pero que pese a todo sigue creyendo en la vida. Es el continente más filosófico del mundo, pocos países han conocido el horror como los africanos. Han sabido domesticar el horror, conviven con él a diario y esto les da la fuerza para acabar con él. Es mi esperanza.

-¿Su novela es un canto a la vida del que debería aprender Occidente?

-Explico la historia de un hombre que ha perdido a su mujer, cegada por la ambición profesional. Es la obsesión de Occidente, donde el trabajo pasa por delante de todo. Su mujer lo tenía todo para ser feliz, un marido que la quería, una casa..., pero no la promocionan en su trabajo y se suicida. En África no tienen nada y se agarran a la vida, saben que es lo más precioso. Por eso los africanos dan una lección a los occidentales.

-¿Es también una llamada a la resistencia del rehén, del ser humano? 

-Es sobre todo el descubrimiento de dos alemanes que han vivido siempre en una burbuja, que habían elevado su certidumbre al rango de verdad absoluta, y de repente se ven reducidos a nada y deben reemprender la vida desde el principio.

-En Occidente son noticia los secuestros cuando se trata de occidentales pero las grandes víctimas de los piratas, ya sean yihadistas o mercenarios que les consiguen rehenes, son los africanos. Pueblos masacrados, atentados... 

-El ejemplo más claro es Argelia. Había 635 argelinos en la planta de gas y solo se hablaba de los italianos, los japoneses... Un secuestrado es una persona en peligro. El musulmán dice 'si has salvado un alma habrás salvado a la humanidad entera'. No dice 'si has salvado a un musulmán', se dice 'un alma', cualquiera.

-¿Cómo un poeta se convierte en un pirata que mata sin escrúpulos?

-Eso es África. Un poeta necesita viajar, descubrir, amar, y África le ha quitado todo eso. A veces son las condiciones que rodean a un hombre lo que hacen al hombre. Entre los piratas hay personas que habrían podido ser atletas de fama mundial, arquitectos, actores... Estoy seguro de que hay mucho talento entre los piratas. La diferencia entre los países que avanzan y los que se descomponen está en que para los primeros el talento es una prioridad y para los segundos una subversión.

-Yihadistas y piratas captan a muchos jóvenes hartos de la miseria. 

-Caen en la violencia porque no tienen nada, ni trabajo, ni esperanza, ni perspectivas. Los jóvenes no saben nada de la existencia del Tribunal Penal Internacional de La Haya, creen que pueden actuar con impunidad. Los jefes sí lo conocen.

-La prensa ha publicado que el cabecilla del secuestro en la planta gas de Argelia no se alistó por convicción religiosa sino por dinero y por el estatus que le daba llevar un arma.

-Sí, ahora la piratería y el integrismo son criminalidad. Al principio el integrismo intentaba mostrar un rostro religioso pero poco a poco se ha ido destapando porque alguien que hace esto por religión no puede matar a una madre y a su hijo. Eso es un crimen, no religión. Es hora de que Occidente deje de hablar de islamismo y empiece a hablar de terrorismo. Esta gente no tiene nada que ver con el islam y sus principales víctimas están en los países musulmanes. Los musulmanes respetan las otras religiones, al otro, al hombre. Creen que el hombre es la más bella creación de Dios y no se puede atentar contra él sin hacerlo contra Dios. Es como si para amar a Dalí tuvieras que quemar sus pinturas.

-De ahí este lamento de Bruno en la novela: «En África la trata de rehenes se ha convertido en una industria».

-Eso es lo que intento decir a Occidente, y Occidente no escucha.

-«Los gobiernos no debieron ceder al chantaje de los raptores», añade.

-Exacto, deberían hacer como Argelia. Porque el dinero de los rescates les hace más fuertes. Es financiar el terrorismo. [De repente, Khadra saca un bloc de notas, escribe algo y se lo guarda: «Excúseme, apuntaba una idea para mi próximo libro. Será soberbio», bromea, dejando la incógnita en el aire]. Argelia no negocia. Francia ha comprendido que Argelia tenía razón. El Ejército argelino es el mejor del mundo en la lucha antiterrorista, lleva 20 años en ella. El objetivo de los terroristas de la planta de gas era retener al máximo de gente para hacerla saltar por los aires. Cuando cogieron a los rehenes, estos ya estaban muertos, no iban a liberarlos.

-¿Ayudaría a frenar el integrismo la unión de fuerzas entre países?

-No tienen ni los medios ni la competencia. Occidente conoce mal la cultura árabe y musulmana, sus pueblos, la mayoría tribales, su mentalidad, por eso Occidente interviene donde no hace falta, como en Libia e Irak. Y sí tenía que intervenir en Mali.

-¿Cómo frenaría usted el terrorismo islamista?

-Primero no llamándolo más islamismo sino terrorismo, porque se implica a todos los musulmanes en esa criminalidad. Para erradicarlo hay que atacar su ideología, probar que es falsa. Y para combatirla hay que estudiar la demagogia integrista. Ha de ser una lucha cultural. Ellos reclutan no con las armas sino con la palabra en las mezquitas. Fascinan por los discursos, no por el ruido de la metralla.

-Así, ¿tienen más poder las palabras que las armas? 

-Sí. Sé que mis libros han ayudado a muchos argelinos a no coger las armas.

-¿Cree en las oenegés?

-Sí. Su papel es extremadamente importante. Son gente que renuncia a su confort y pone en peligro su vida para ayudar a la gente que vive en la miseria. Son las personas más grandes de la tierra.

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