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VICTORIA EN EL ESTADIO DE LA CERÁMICA

Luis Suárez salva al Barça en su visita a Villarreal (0-2)

El delantero encarrila un mal partido que no se aclaró hasta que el Villarreal se quedó con diez.

Messi esconde un balón ante la presencia de Rodri.

Messi esconde un balón ante la presencia de Rodri. / periodico

Joan Domènech

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Los goles de Luis Suárez son valiosos esta temporada por escasos y el séptimo que aportó en la Liga (en 15 jornadas) sirvió para encarrilar un partido que tenía mala pinta. Mala pinta de empate, de tercer empate seguido que habría encendido algunas alarmas ante las victorias de todos los perseguidores. Messi, que lleva el doble de tantos que su amigo (anotó el decimocuarto) remachó el triunfo azulgrana, necesario e imprescindible entonces porque el Villarreal jugaba con diez.

El Barça iba madurando el partido, pero no se comió la fruta hasta que Raba, en una durísima entrada a Busquets, vio la tarjeta roja. El Villarreal aguantaba, pero cada vez más aculado, y al verse en inferioridad numérica se acobardó del todo. Messi, encima, ya se había adueñado del juego, convencido de que el asunto quedaba en sus manos otra vez ante la inoperancia de los demás.

La aparición de Alcácer

Tan crucial como el gol de Suárez y el intervencionismo de Messi, junto con la expulsión de Raba, resultó la aparición de Paco Alcácer. Dio el pase que dejó solo a Suárez ante Asenjo, pero su entrada en el campo estaba reforzando la presencia ofensiva azulgrana, anecdótica hasta entonces, insuficiente para merecer la victoria, por más que el equipo se marchó con dos remates más al poste, de Piqué y Suárez, que habrían evitado sufrimientos. Valverde vio tan claros los defectos de su equipo  que las sustituciones que decretó le cambiaron la pinta: faltaba intimidación y colocó un delantero (Alcácer) y faltaba profundidad y metió un carrilero (Aleix Vidal).

Siempre costó batir al Villarreal, un equipo combativo que se siente protegido en su pequeño estadio, con pinta de ratonera pero que es todo lo contrario, impecable, limpio y moderno, y la visita de ayer no fue una excepción. No es un lugar en el que Barça se exprese con soltura, ni mucho menos comodidad, acostumbrado a escenarios de cinco estrellas. Y, evidentemente, tampoco este nuevo Barça, mundano y vulgar, sin atrevimiento ni osadía, se pasearía chuleando de liderato. No lo hizo, por supuesto.

La huella de Paulinho

Es un equipo que se representa por Paulinho, el fichaje de la temporada mientras Dembélé no saque la cabeza de nuevo por el césped. Un brasileño industrial, mejor en el robo que en la construcción, en la llegada que en la imaginación. Un peón antes que un artista que se empleó de escudero de Busquets, aliviándole en la presión sin complementarle en el reparto del juego. Esa faceta debía coresponder a Denis, el recambio de Iniesta, cuyas iniciatiavs individuales terminaron a la hora de partido cuando a Valverde se le acababa la paciencia. 

Con un cuarto centrocampista en lugar de un delantero y con Messi convertido en organizador más que en finalizador, la presencia del Barça en ataque quedó reducida a la mínima expresión. A la de Luis Suárez, a la del actual Luis Suárez, exigua, minúscula para un equipo del que aún se recuerda su apabullante ataque. Jugó en Vila-Real con cinco centrocampistas y un delantero. Fueron dos cuando apareció Paco Alcácer, que al minuto remató al cuerpo de Asenjo, y parecieron cuatro cuando Aleix se colocó de interior derecho.

Messi se humaniza

El Barça de Paulinho es el mismo de Messi, y la huella del brasileño se solapa con la de Messi, una dinámica preocupante porque humaniza al extraterrestre, a quien se le multiplica el trabajo: le toca jugar, organizar, pasar y rematar. Cuantas más intervenciones, más posibilidades de fallar, y el 10 erró pases insólitos. Con todo, nadie como él para asumir la responsabilidad –le dieron todos los balones– y resolver el galimatías.

Messi es el final de un grupo anclado ya en el 4-4-2, común a todos los demás, de muy poco brillo y carisma limitado a las genialidades del argentino, pero que empieza en las poderosas manos de Ter Stegen. El Barça va tirando porque se sustenta con un porterazo que nunca le deja tirado y conserva el cero de la portería, la prioridad de este nuevo proyecto. Por ahora. 

Ficha del partido

<strong>Villarreal: </strong>Asenjo (7); Mario (7), Álvaro (5), Víctor Ruiz (6), Jaume Costa (7); Trigueros (7), R. Semedo (6), Rodrigo (6), Soriano (6); Raba (5), Bakambu (6).