El ambiente en el estadio

Víctimas de la batalla

Tarjeta roja 8El árbitro expulsa a Pepe, en presencia de Ronaldo, tras una entrada a Alves.

Tarjeta roja 8El árbitro expulsa a Pepe, en presencia de Ronaldo, tras una entrada a Alves.

ANTONIO MERINO
MADRID

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Noche de cuchillos largos en el Bernabéu, donde la tensión se aupó por encima del fútbol. En la medida que avanza el maratón de clásicos, cualquier idea futbolística pasa a un segundo plano. Sobre todo la del Madrid, que apenas encontró respuestas y que viró hacia una guerra de guerrillas en la que solo almacenó bajas para la batalla de Camp Nou. Pepe vio la tarjeta roja a la hora de juego y tres minutos después Mourinho fue expulsado tras aplaudir al asistente, al árbitro y a todo lo que llevara el logotipo de UEFA. Antes, Sergio Ramos vio una amarilla y no estará el martes en el feudo azulgrana.

Detrás de la meditada verborrea de Mourinho hay muy poco que llevarse a los ojos. Especialista en medir los tiempos, al portugués le falló esta vez su guión preestablecido que apunta a tener mucho ofreciendo muy poco. Eso sí, ante la ausencia de argumentos futbolísticos no le faltarán otros que domina como nadie. El de ayer fue el quinto partido que un equipo de Mourinho termina con 10 ante el Barcelona. Por ahí crecerán las excusas. Por ahí regresará el teatro, cuyo telón levantó en la previa del choque de ayer y provocó la airada reacción de Guardiola. Demasiadas artimañas en una cita señalada, en la que el Madrid disputaba su semifinal europea número 22 y que aspira a jugar su 13ª final.

Mala noche de Ronaldo

Todo eso requería otra idea futbolística, pero la noche no estaba para eso. Tampoco para Ronaldo, que suma 10 goles en la Champions, ni Di María ni Adebayor. Todo degeneró hacia la tensión, que viajó de la grada al campo y del campo a la grada. Cada acción sobre el césped era una guerra. Ni siquiera cuando el árbitro pitó el descanso se calmaron las cosas. Todo lo contrario. Arbeloa se enganchó con Pinto, que fue expulsado. Hubo golpes, empujones y recaditos nada amistosos.

La primera carga de profundidad fue la amarilla que dejaba a Ramos sin poder jugar la vuelta. Eso no fue nada comparable con la expulsión de Pepe. El antídoto del Madrid en los dos anteriores choques hizo una entrada sobre Alves, que se revolvió en el suelo. El árbitro tardó un mundo en mostrarle la tarjeta roja, quizá algo excesiva. Ahí se acabó cualquier atisbo de diplomacia. Mourinho se desató. Rompió amarras. Habló con Puyol, pero el capitán azulgrana no consiguió calmarle. Mou comenzó a aplaudir al asistente y al cuarto árbitro mientras comenzaba a gesticular como un poseso sin parar de reírse. El colegiado alemán le expulsó y se armó la mundial.

La coartada

Si antes de esa acción, el fútbol intentaba salir a flote, después de eso solo llegó la tormenta azulgrana. Otra vez Messi ajusticiaba al Madrid, pero Mourinho volvía a tener su coartada. Su equipo se había acercado al Barça, pero ayer los azulgrana volvieron a dar un acelerón. El Madrid, que no había encajado un gol en su campo en la Champions, firmó la rendición.

Ya van 19 goles a cuatro a favor de los azulgrana en ocho clásicos. Nada habla de un cambio de ciclo, tal como se vaticinaba tras la final de Copa. Así lo pensaban los seguidores azulgranas. «¡A la Cibeles, nos vamos a La Cibeles!», gritaban desde la grada. Mientras, Mouri-nho se explicaba ante la prensa y reiteraba el poder que tiene el Bar-ça fuera del campo. Poco después, el telón volvía a bajarse.