EL PERFIL DEL 'TXINGURRI'

Valverde, el técnico que siempre quiso Zubi

El exdirector deportivo del Barça apadrinó al entrenador en su irrupción en el Athletic e intentó sin éxito traerlo al Camp Nou hasta en dos ocasiones

Valverde, en su despedida como entrenador del Athletic.

Valverde, en su despedida como entrenador del Athletic. / periodico

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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Se ha tomado su tiempo. No es fácil negarse dos veces al Barcelona. Pero él, un extremeño de Viandar de la Vera (un pequeño pueblo que roza ahora los 300 habitantes), vitoriano en la infancia e hijo de San Mamés, se mueve siempre por sus principios. Pudo venir al Barça de la mano de Andoni Zubizarreta, la persona que más lo entendió y más lo ayudó. Y ahora, caprichoso el destino, llega cuando no está Andoni, despedido de mala manera sin reconocerle mérito alguno en la reconstrucción del Barça de Luis Enrique que alcanzó el paraíso en Berlín, hasta enredarse en penumbras, condenado (en la salud y en la enfermedad) al tridente.

Llega el Txingurri, Hormiga en vasco, apodo que le puso Javier Clemente, recordando un barco que tenía. A paso de hormiga, y casi 20 años después de su debut como entrenador en las categorías inferiores del Athletic conquistando la Nike Cup de 1998, Valverde cruza la puerta del Camp Nou, un estadio que apenas disfrutó como jugador. Solo dos temporadas, 29 partidos y una lesión que le hizo quedarse fuera de la semilla del ‘Dream Team’ que estaba cocinando Cruyff a finales de la década de los 80.

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Llega a Barcelona, una de sus ciudades preferidas tras su largo paso por el Espanyol (como jugador y como técnico), que le hicieron conocer todos sus rincones, detrás siempre de una cámara fotográfica. Mientras era futbolista, se apuntó a una escuela de fotografía en la calle Urgell de Barcelona, empeñado como estaba en dedicarse a ese oficio de congelar el tiempo en una imagen.

Pero el balón se negó a dejarle y le terminó atrapando. Con puro ADN Athletic, dirigió a cadetes, juveniles, el filial (Bilbao Athletic), fue ayudante de Txetxu Rojo en el primer equipo, adjunto a la dirección deportiva con Zubi, el mismo,¡quien si no!, que le hizo entrar entró en la vieja y ya derruida Catedral para iniciar un largo camino que le lleva al Camp Nou.

AÑO SABÁTICO

Tras dos temporadas en el Athletic, se tomó un año sabático antes de instalarse en la montaña olímpica de Montjüic llevando al Espanyol  de Tamudo, De la Peña y Luis García al umbral del paraíso: ganar una UEFA que le permitiera enterrar el fantasma siempre presente de Leverkusen. Pero los penaltis, y el Sevilla de Alves , Palop y Puerta, se lo impidieron.

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En el recuerdo perico queda, sin embargo, esa generación que practicaba un fútbol divertido y bonito por el que merecía la pena subir orgullosamente a la montaña. Luego, sin hacer ruido, muy a su estilo, se marchó.

Tiene Valverde, entrenador ecléctico, valiente, atrevido, al que le gusta dominar los partidos, ese necesario punto de serenidad para observar con calma el escenario desde la distancia. Y un minuto antes de que llegue el caos, se marcha elegantemente, pragmático como siempre ha sido.

"No tengo reparo en reconocer ese fracaso, eso me permitió aprender muchas cosas" (Valverde, tras ser destituido del Villarreal)

Así ha sucedido en todos los equipos que ha estado, excepto en El Madrigal donde llegó justamente después de la época gloriosa de Pellegrini en el Villarreal en la que alcanzó la cumbre con aquella semifinal europea ante el Arsenal en el 2006. El penalti fallado por Riquelme privó al ‘submarino amarillo’ de encontrarse con el Barça de Rijkaard en la final de París. “Las cosas no funcionaron bien y cuando eso ocurre es porque cometes errores”, dijo entonces apelando a ese espíritu pragmático que le caracteriza.

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“¡Valverde, vete ya! ¡Valverde, vete  ya!”. Y se fue. Apenas seis meses, el único despido en 20 años. “No tengo reparo en reconocer ese fracaso sobre todo porque me permitió aprender muchas cosas. Cuando pierdes se aprende mucho más que cuando ganas", recordó apelando a una frase que podría haber firmado Bielsa, su predecesor en el nuevo San Mamés, o Guardiola, uno de sus grandes amigos.

Hizo las maletas y volvió a Grecia, un país donde construyó un poderoso relato futbolístico (ahí nacen sus cuatro primeros títulos sumando las dos etapas con el Olympiacos) antes de volver a España. De nuevo, se marcho cuando quiso, pese al dolor que generó su segundo adiós entre la ruidosa y exigente afición griega. Deja tanta huella esa hormiga extremeña, de corazón vasco, que aunque se va, siempre le pide que vuelva: Bilbao, Atenas, Barcelona….

"El fuego se apaga con un poco de agua, no con gasolina" (Valverde, al llegar al Valencia)

Era cuando Zubi quería reencontrarse con él en el Camp Nou, pero hasta en dos veces no faltó Valverde a su palabra, respetuoso siempre con sus contratos. Y con su palabra. “El fuego se apaga con un poco de agua, no con gasolina”, dijo al llegar a Mestalla, un club permanentemente en llamas.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"En su segunda etapa\u00a0","text":"en el Athletic, dot\u00f3 de paz al equipo, inyectando talento joven de Lezama, instalado siempre en posiciones europeas"}}

Estuvo seis meses y se fue, aunque querían que se quedaran. El Athletic de Yosu Urrutia (“vine aquí por él, me pidió que le ayudara y, al final, han sido ellos quienes me han ayudado a mí”, confesó esta pasada semana) le esperaba en un desafio complicado: hacer olvidar las toneladas de entusiasmo y locura futbolística que desató el bielsismo en Bilbao con aquellas dos finales perdidas: Copa (Barça) y Europa League (Atlético de Madrid).

RÉCORD DE PUNTOS EN SAN MAMÉS

La hormiga hizo bien su trabajo. En su primer año, consiguió un récord histórico de puntos (70) que le dio el pasaporte a la Champions. Entrada triunfal del Txingurri. Luego, no solo le arrebató la Supercopa de España al Barça de Luis Enrique (2015) sino que hizo que todo Bilbao se planteara la posibilidad de sacar la Gabarra por la Ría después de 31 años sin nada que festejar. Al final, la Gabarra no apareció, pero la ciudad se tiró a la calle para conmemorar el mayor éxito de las nuevas generaciones, que permitió, además, emocionalmente con la grada, pero sin demagogia ni populismo.

Conectó porque mimó los tesoros de Lezama. Williams explotó con él, Kepa, Lekue, Yeray y Sabin Merino conocieron San Mamés gracias a Valverde, el técnico que se trajo a Raúl García y disfrutó de ese extraño caso de longevidad deportiva que representa Aduriz, con quien había coincidido en el Bilbao Athletic. Se fue porque pensó en frio. Y porque quizá se la debía a Zubi. No, no podía decirle otra vez no al Barça.