EL PARTIDO DEL CAMP NOU

Una obra de orfebrería

El Barça más despiadado reaparece para masacrar a Osasuna con una bella antología de goles y jugadas

Messi sonríe tras el brillante gol de Xavi, el sexto del partido.

Messi sonríe tras el brillante gol de Xavi, el sexto del partido. / periodico

JOAN DOMÉNECH / Barcelona

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Las críticas estaban justificadas. ElBarça, elBarçabueno, el de verdad, el deGuardiola, es el de anoche. El que destrozó aOsasuna (8-0) en una sublime primera mitad, el que arrasó al Villarreal en la primera jornada, no el que se vio a ratos en San Sebastián o ese al que le faltó remate ante el Milan. El Barça es este, esto, un equipo imparable, despiadado, intenso, que no deja respirar al rival, que no se para después de meter dos goles, sino que se ve frenado por el reloj cuando ya lleva cinco, en el minuto 45, y ocho en el 90.

Para los críticos, una respuesta. Para los analistas que anunciaron la autocomplacencia y el agotamiento de un modelo, una lección. Igual el campeón no gana más títulos después de los dos que ha conseguido, pero de fútbol le queda un manantial inagotable. Tal vez la Liga esté adulterada y sea cosa de dos, pero exhibiciones como las de ayer no solo no están al alcance de ningún rival, sino que son casi inevitables.

Colección de joyas

El pobre Osasuna tuvo la desgracia de toparse con un Barça demoledor y se marchó amoratado y chamuscado. Un Barça ya conocido, por otra parte. El que coge el soplete, el martillo, las pinzas y el cincel y se pone a modelar con cariño y precisión una obra de arte única. Lo es habitualmente su juego; ayer decoró esa bella pieza futbolística con goles maravillosos, convirtiéndola en una joya impagable.

Cada gol fue un tesoro por sí mismo en su elaboración; incluso el que se marcó Roversio en propia puerta por la asistencia que dio Abidal desde su posición de lateral a Villa para que se escapara solo. No fue una filigrana de oro, pero sí todas las demás. Hasta las jugadas que no entraron, como los remates al poste de Messi. Muñiz Fernández, el árbitro, le esperó al final para entregarle el balón de su primer triplete de la temporada.

La faena de los orfebres, propiamente dicha, duró una hora. Había seis estuches con sus correspondientes goles y Guardiola ya había metido en el campo a Adriano, Maxwell y Afellay. Abidal, Puyol y Xavi se retiraron para reposar cara a la visita a Mestalla. El técnico mantuvo a todos los artistas en el césped (Messi, Cesc y Villa) para que siguieran disfrutando y alimentando sus estadísticas de goles y asistencias.

Los ocho de Mendilibar

En cierto modo, por si alguien lo hubiera olvidado, el Barça no hizo más que recordar que no se ha ido. Que sigue siendo capaz de meterle ocho goles a un rival, como se los endosó al Almería. «Si aprietas te hacen ocho; si les esperas, también», había profetizado la víspera el pobre José Luis Mendilibar. Aún no se sabe qué hizo Osasuna. Nada, en el fondo. Le cayeron los ocho que temía el entrenador. Sus equipos nunca le han marcado un gol al Barça.

Guardiola sí hizo. Recuperó el 3-4-3 del primer encuentro y aleccionó a sus hombres para que no se relajaran cuando llevaran dos tantos. Puyol ejerció de amo de la defensa, con Mascherano a su derecha, y Busquets recuperó el puesto de mediocentro. ¿Y Alves? De extremo, feliz como nunca, dedicado en exclusiva a atacar, a dar centros de precisión quirúrgica.

Cesc, el mejor asistente

La ausencia de Iniesta ( y el dibujo táctico) propició que Cesc volviera a la titularidad como vértice del rombo del centro del campo, bien cerca de Messi. Como antes, en los cadetes. Cesc le dio dos asistencias a Leo, otra a Villa y marcó un gol. Lleva cuatro en seis encuentros. Esos son solo los números, pero la influencia que ejerce en el juego, con sus combinaciones y sus llegadas como segunda línea, ridiculizan todas las reticencias de su fichaje. Messi, el hombre que rompe el equilibrio en el mundo, ya ha atesorado 9 tantos en 7 encuentros.

Jugadas al primer toque, dos postes y otros dos en acciones señalizadas como fueras de juego fueron el compendio numérico del ataque azulgrana, hilvanado y cosido con delicadeza, con sutilidad, con mimo. Sin más estrategia que la sensibilidad y el talento.