Como al Toro de la Vega

El independentismo ya ha ganado la final de Copa gracias al autogol de la delegada del Gobierno en Madrid

La delegada del Gobierno, Concepción Dancausa, susurra algo al ministro del Interior en un acto, el pasado miércoles

La delegada del Gobierno, Concepción Dancausa, susurra algo al ministro del Interior en un acto, el pasado miércoles / periodico

ANTONIO BIGATÁ

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Hay tontos que están contentos porque a partir de ahora ya no matarán al Toro de la Vega. Solo lo torturarán. ¡Qué bueno es el progreso!, deben de pensar. Igual creen, ingenuos, que el toro de este año estará contento y agradecido al cavilar que dentro de seis o siete ediciones de esta barbarie española al colega astado que entonces le toque sufrir quizá le harán alguna perrería menos. O le darán un poco de Coca-Cola para que, reanimado, pueda seguir mostrando pavor durante más rato mientras sea agredido.

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Hay mentalidades españolas que tratan las sensibilidades catalanas -bueno, en el fondo a todas las sensibilidades no idénticas a las suyas- como al Toro de la Vega. En un momento dado deciden dejar de matarlas pero se resisten a no torturarlas; el fondo de su ánimo y actuación no queda disimulado. Es lo que pasa con las 'estelades' y la forzada marcha atrás provocada por un juez justo e inteligente. Pero que nadie se alegre, ya es tarde, ahora ya casi es lo mismo. La agresión radical y ultra está producida, está claro que la idea básica era matar pluralidades y si se deja en tortura es por un simple accidente. Esas mentalidades habían dejado la racionalidad y el Derecho para más adelante.

Pero si las cosas continúan así, no sabemos si habrá un más adelante. De momento, para consternación de los catalanes que todavía deseamos que España nos acepte como somos y se arregle el contencioso, el independentismo ha ganado la final de la Copa del Rey. Gracias, Concepción Dancausa, delegada del Gobierno en Madrid.

EL SAQUE DE HONOR

No llamaré tonta a Dancausa por la posibilidad de que crea que eso es más un insulto que una descripción. Pero le traslado el seguro agradecimiento por lo que ha hecho que debe sentir la presidenta separatista del Parlament, Carme Forcadell. Y también el deseo de todos los independentistas de que ella, Concepción, dé el saque de honor del partido y cante desde el centro del campo el himno que quiera y abuchee a todos los heterodoxos que se le ocurran. Se lo ha ganado. Si triunfa el Procés tendrá calle propia en Barcelona por su gran aportación para crear nuevos soberanistas. Y también por su contribución al fútbol:  todo lo que puedan hacer el domingo Messi, Neymar, Gameiro Unai Emery tendrá muy poca importancia al lado de su autogol por la escuadra.

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Que conste que a los federalistas de Catalunya nos queda algún consuelo. Casi por primera vez, voces no catalanas del Derecho y del Constitucionalismo español no nos han dejado solos. En este caso subrayaron mayoritariamente que prohibir las estelades en el Vicente Calderón era una desfachatez. Y denunciaron junto a nosotros que era una agresión por tierra, mar y aire, porque para hacerlo se ha mentido (diciendo que el Barça asistió a la reunión en la que se adoptó la decisión, cuando ni siquiera fue convocado), se ha distorsionado la norma (las estelades no figuran en el catálogo de los símbolos prohibidos por la Comisión Antiviolencia en el Fútbol), se ha calumniado (vinculando al pacífico independentismo catalán con la violencia y el terrorismo) y se ha desatendido un llamativo aviso previo: la Fiscalía ya archivó como judicialmente inocua la pitada al himno español de la final de Copa anterior. 

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El argumento de que esas banderas pueden despertar odios entre quienes no les gustan únicamente conduce a una cosa: a esmerarse en los registros de quienes no las lleven. Y para que esté claro y para facilitar la prevención policial, aconsejaría a todos los catalanes y a sus amigos españoles que vistan el domingo la equipación culé cuatribarrada. El recurso desesperado de justificar el pisoteo de la norma recordando que a estos partidos asiste mucha gente cargada de alcohol lleva a otro consejo: limitar el acceso a todos los posibles borrachos que puedan estar de acuerdo con las tesis de la excelentísima Dancausa.

Aunque las ganas de politizar de quienes predican ingenuamente que no se debe politizar el deporte hayan presidido todo el 'avant-match', vale la pena dedicar unas líneas al fútbol. Los finalistas son tan grandes equipos que no merecen que en el palco haya señoras (o señores-bronca como el presidente de la Liga Profesional, Javier Tebas) tan antideportivos. Ellos son la madre y el padre -mientras no se demuestre que Mariano Rajoy sobre esto sí sabía algo- de que una sandez se disfrazase temporalmente de norma legal. En cualquier caso, deseemos que en el campo gane el mejor, y lo siento por el muy meritorio Sevilla