OPINIÓN

Una copa para olvidar

JOAN CARLES ARMENGOL

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Una copa para olvidar... decepciones. Así se presenta la final de hoy en Mestalla, como si el Barça hubiera retrocedido varias décadas y se hubiera situado de nuevo en aquellos años de largas travesías por eriales sin títulos de relumbrón que llevarse a la boca. Eran años de dominio blanco solo interrumpido por fugaces reacciones azulgranas. Eran los años 60, 70 y 80 del siglo pasado, cuando una Copa del Rey (o del Generalísimo) servía para salvar toda una temporada y, en ocasiones, la cabeza del técnico que se sentaba en el banquillo.

Sucedió en multitud de ocasiones. En 1963, sexto en la Liga, el Barça de Gonzalvo se liberó con la Copa ante el Zaragoza. En 1971, el gol de Alfonseda derribó en el Bernabéu a un Valencia que había arrebatado la Liga al Barça. En 1978, Cruyff se despidió como jugador con un corto, pero suficiente, 1-0 ante el Las Palmas. El propio Cruyff salvó su puesto de entrenador en 1990 ante el Madrid en el Luis Casanova (el Mestalla de ahora). En 1983, la paloma de Marcos dio otra alegría culé ante los blancos, y en 1981 y 1988 la Copa dio una plaza europea a un Barça en horas bajas en la Liga.

Como ahora, se podría decir. Pero, en el fondo, los culés tienen la esperanza de que esta no sea otra copa para olvidar, sino para renacer, y que el Barça del siglo XXI no retroceda varias décadas.