Un clásico en Mestalla

La última Copa

El Barça se enfrenta a la presión de ganar el único título que está en su mano, tras los golpes en la Champions y en la Liga, contra un Madrid sin Cristiano pero más tranquilo

Los jugadores del Barça disfrutan en su entrenamiento de ayer, antes de viajar a Valencia.

Los jugadores del Barça disfrutan en su entrenamiento de ayer, antes de viajar a Valencia.

DAVID TORRAS

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Hace 24 años, Johan Cruyff se jugó el pellejo en una final como la de hoy, en Valencia y en un mano a mano con el Madrid. Llegó muerto y salió tan vivo que aquella Copa cambió la historia y dio paso a un equipo y un estilo que hoy no existíria sin aquel golpe al límite. A otro Barça. Más de 20 años después, el más cruyffista de los cruyffistas, el heredero que mejor ha honrado al original, Pep Guardiola, perdió en el mismo escenario la única final de las muchas que jugó (2011). No tuvo más efecto que la decepción inmediata, ya que aquel equipo se levantó con tanta grandeza que actuó como el puto amo que era en el Bernabéu y acabó alzando otra copa mucho mayor, la cuarta orejuda, y en Wembley, con la manos de Abidal como símbolo eterno de un Barça que se antoja irrepetible.

El de ahora se enfrenta al mismo reto sin las urgencias de aquel de los 90 que todavía arrastraba los miedos y los complejos de años y años de derrotas, pero también sin la mística y el aura que acompañaba al que hasta hace muy poco parecía un equipo invencible. Llegó a serlo, pero aquel día cayó. En la prórroga, inmerecidamente tras haber tenido un sinfín de ocasiones, y con Cristiano levantándose por encima de todos para darle al Madrid un titulillo en medio de la dolorosa dictadura azulgrana.

Cuesta ubicar esta final, con 20.000 culés en las gradas, algunos de ellos ocupando el lugar del goteo de deserciones que se ha vivido en los últimos días, y todavía más medir las consecuencias del desenlace. El Barça de hoy no pende de un hilo como el del preámbulo del dream team que pudo haberse perdido. Tampoco está libre de sospecha y por encima del marcador como el de Guardiola. Ya no. Esa consideración ha ido diluyéndose poco a poco y, sin la Champions y con la Liga casi imposible, la Copa aparece como un título obligado. Así que anda en un terreno indefinido, en la línea que ha seguido en el campo, y que cuesta adivinar adónde le llevará.

LA CUENTA ATRÁS DE TATA / Martino no se juega el cuello como Cruyff, pero pase lo que pase, ha iniciado su cuenta atrás, y ni un título cambiará su futuro. En un momento tan delicado, lejos de esconderse, Tata ha dado un paso al frente y ayer se mostró más autocrítico que el resto del club. Él, que ha visto desaparecer al presidente que lo trajo, intenta mantenerse firme pese a saberse tambaleante. Antes se quería marchar por voluntad propia; ahora ya no es solo cosa suya.

El Madrid, en cambio, parece un balneario, lejos de la agitación y la tensión que se vivía con Mourinho. Se le ve encantado, entre esa superioridad tan suya y que no siempre le ha ido bien, y un cierto distanciamiento de la trascendencia de la cita, jugando conscientemente con el colchón que le da la Champions y la Liga. Unas cuentas de la lechera que están en el aire y que, otras veces, le han costado caro. Sin Cristiano no es el mismo, por más que Ancelotti refuerce ahora el papel colectivo.

ALEXIS POR CESC / El Barça tiene un problema atrás. La defensa llega con pinzas, en una caída tipo dominó que ha dejado solo en pie a Mascherano, el central que no es central. Toda la plantilla viajó ayer a Valencia, pero solo Bartra parece con opciones de jugar, aunque con riesgo de una recaída. Piqué lo ha intentado sin éxito, y Puyol continúa con su calvario, sin poder echar una mano al equipo. El resto de la alineación, plantea la duda de siempre, el nudo táctico de los cuatro volantes o el 4-3-3 más  tradicional. Tras el doble fiasco frente al Atlético, el traje de los centrocampistas ha dejado de ser una garantía de éxito y hoy Alexis puede abrirse paso ante Cesc.

Y delante, Messi, y sobre él la sensación de que el destino del Barça está en sus pies. Como casi siempre, pero hoy más que nunca. Esperando que Messi sea Messi, algo que con el Madrid suele cumplirse. En la Liga, ni él ni el equipo han fallado. Dos victorias, y la tercera, que va la vencida, vale un Copa. La última copa, probablemente, salvo un milagro en el que casi nadie cree en la Liga.

Iniesta confesó ayer que han llorado en silencio. Algunos, no todos, por supuesto. No sería muy difícil adivinar los nombres. Y advirtió que ganar o perder no debería afectar los cambios cara al futuro. Pero con una copa se digerirán mejor.