LA VISITA DEL SEVILLA

Telmo Messi

DAVID TORRAS / BARCELONA

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Sábado 22 de noviembre del 2014, poco antes de las 21.30. Un joven de 27 años que de niño miraba a la cámara pidiendo que recordaran su nombre sin imaginar que nadie jamás lo olvidaría, dejó de guardarle respeto a la gran leyenda del fútbol español, al eterno goleador, y derribó más de medio siglo de historia, una larga espera que solo él podía cerrar. Leo Messi marcó el gol 251, y el 252, y el 253, un hat trick para un día grande, y dejó atrás a Telmo Zarra en un momento que llevó el Camp Nou al cielo y que dejó otra noche para recordar, unos de esos momentos que perdura en la memoria y que se mantendrá por los siglos de los siglos porque quién sabe cuándo aparecerá el Messi de Messi.

El mejor de siempre pasó por encima del valioso triunfo ante el Sevilla (5-1, con Neymar y Rakitic completando la manita) como tantas y tantas veces ha pasado por encima de todo y de todos, y acabó en el centro del escenario, con el equipo y el estadio rendidos a sus pies, manteado por sus compañeros, orgullosos de estar al lado de alguien tan excepcional. Sonriente, Messi desfiló por un pasillo en el que miles de culés participaron desde la distancia después de contemplar algunos de sus goles en los videomarcadores y escuchar las dedicatorias de Xavi, de Iniesta, de Luis Enrique, todos aplaudidos, en una fiesta y una comunión con un único lunar. Cuando aparecieron en la pantalla Bartomeu Zubizarreta, la alegría se convirtió en una agria protesta, vestida de pitos generales, como si el Camp Nou quisiera hacer saber que ambos no eran bienvenidos en ese momento tan especial. Un mensaje inesperado que debió golpear al palco y que da que pensar.

¿DE QUÉ PLANETA VINISTE?

El primer acto de otro gran pasaje de la vida de Messi y del Barça sucedió en el minuto 20 cuando los 78.283 espectadores siguieron el vuelo de la pelota, conteniendo el aire y al mismo tiempo empujándola, haciéndola subir y luego bajar, y colocándola justo en el rincón más simbólico de una portería, la escuadra, a la que la mano de Beto no llegó, como tantas otras manos. Ya van 253 en la Liga y otras 115 en el resto de competiciones desde que apareció un ser superior de verdad, sin saber de que planeta vino que diría un argentino, tal que fuera Maradona, que lo es con más continuidad que el propio Diego. A la que el árbitro pintó la línea con el spray blanco, Telmo Zarra ya dejó de estar solo en ese pedestal que nadie había hecho tambalear y que al rato ya dejó de pertenecerle.

RENDIDOS A 'D10S'

El Camp Nou se alzó para cantar ese gol, con ese aire histórico que tienen ciertos momentos, pero también con la clara voluntad de hacerle saber que siguen a su lado, de rodillas, entregados, sin dudar de él por más que a veces se sientan desconcertados por sus palabras, y no sepan muy bien si quiere decir lo que dice o le dan más vueltas de las que merece. Más que una ovación fue una declaración de amor eterno, una más, como si los culés quisieran recordarle lo que ya sabe, que si es por ellos, por la mayoría, que incluso en algo tan indiscutible como que Messi es intocable hay excepciones, puede seguir aquí hasta el último día.

Entonces, quienes profesan la religión messiánica ya sabían que D10S, como rezaba una pancarta, no iba a quedarse ahí. Esta vez, ya no. Así que tras el autogol de Alba, y la doble reacción firmada por Neymar y Rakitic, apareció Leo para cerrar la larga caza y captura de Zarra. Era un día grande y no podía escribir el final de esta historia de cualquier manera. Él no. El gol 252 lo metió con el corazón, con esa ambición y ese deseo que le llevan a competir consigo mismo día tras día. El 253 fue mucho más messiánico, uno más de una colección nunca vista. Nadie mejor que él para honrar la memoria de Zarra. Gloria a Telmo Messi.