Luis Suárez, lágrimas de oro

El delantero del Barça recoge emocionado la Bota de Oro como máximo artillero de Europa de mano de sus hijos, Delfina y Benjamin

Delfina y Benjamín le entregaron la Bota de Oro a Luis Suárez, su padre.

Delfina y Benjamín le entregaron la Bota de Oro a Luis Suárez, su padre. / periodico

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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El niño uruguayo que jugaba descalzo los partidos de fútbol ya puede calzarse los pies con dos Botas de Oro. Llegó a Barcelona hace dos años escondido como si fuera un delincuente más que un futbolista que cometió un grave error (su mordisco a Chiellini en el Mundial del 2014 le perseguirá siempre), pero, obstinado como es, Luis Suárez se levantó con una energía descomunal para convertirse en el mejor goleador de Europa. Cuando empezó solo tenía zapatillas, como reveló su madre a la revista Panenka, para ir a la escuela, por lo que no podía gastarlas con el balón. Ahora, con dos botas doradas guardadas en el armario de su casa, Suárez se emocionó.

Lloró de alegría cuando veía desfilar en la pantalla gigante de la antigua Fábrica DAMM al Uruguay que le marcó en sus inicios. Tras una compleja infancia y adolescencia, Suárez emergió como un delantero de talla universal. «No me imaginaba en ser goleador cuando llegué acá, solo quería ganar la Champions y lo conseguí», contó el nueve del Barça mientras se limpiaba con las manos esas lágrimas que recorrían su rostro delante de Delfina y Benjamin, sus hijos.

"No me imaginaba en ser goleador cuando llegué acá, solo quería ganar la Champions y lo conseguí" (Luis Suárez) 

Ellos fueron los que le entregaron la segunda Bota de Oro tras firmar una temporada inmaculada, con 40 tantos en 35 jornadas de Liga, una cifra inalcanzable hasta para su amigo del alma (Messi) y también para el rival más enconado que tienen ambos: el madridista Cristiano Ronaldo. Por eso, cuando Sebastián Loco Abreu, su ídolo en el Nacional de Montevideo, estaba tan orgulloso de él en ese vídeo mensaje. «Le ganaste a todos siendo vos. No cambiaste. Como decimos en Uruguay, ‘les jodiste’», reveló exdelantero del Deportivo. «Pero eso sí no aguantaste la presión de la 13», le soltó después el Loco a Luis. «Tienes razón. Llevé seis meses esa camiseta del 13 y  no marqué ni un solo gol, me cambié al 9 y llegaron los goles. Menos mal que no soy el Loco», bromeó el delantero azulgrana.

"Sos más que un jugador porque representas nuestra identidad futbolística" (Óscar Washington Tabárez, seleccionador uruguayo)

Antes de escuchar al Loco Abreu, Suárez ya estaba emocionado. «Sos más que un jugador porque representas nuestra identidad futbolística», le dijo el Profesor Óscar Washington Tabárez, seleccionador uruguayo, para dar la verdadera dimensión del futbolista del Barça.

Mientras él miraba embelesado a su país, como si estuviera en su Montevideo del alma, Iniesta, Messi y Busquets, sus tres compañeros, le miraban a él. Sofía, la mujer que cambió su vida, estaba en primera fila disfrutando de Luis. Sus dos hijos, también: «Cuando llegué a casa, Benjamín, mi hijo, me preguntó: ‘¿Papá, por qué no has hecho gol al City?’ Pero tenía al ‘vecino’ que hizo tres y también estaba contento igual», dijo refiriéndose al vecino Messi. 

TRIUNFO DEL ‘VIEJO NUEVE’

 No solo han conectado de maravilla en el campo, no se recuerda un nueve más cómplice del 10 que el uruguayo, sino también fuera. «Felicidades, chaval!!! Vamos arriba», escribió Messi en Instagram con una foto de su amigo Luis con Delfina y Benja teniendo a la Bota de Oro por testigo. Venía para arropar a Messi y Neymar, pero, con su juego, ha mutado hasta el estilo del Barça. Acostumbrados en el Camp Nou a vivir con el falso nueve (lo fue Leo en los cuatro gloriosos años de Guardiola), apareció un nueve de toda la vida, antiguo y tradicional, capaz, al mismo tiempo,  de tranformar el tridente en la imagen de marca del Barça de Luis Enrique.

"Esta Bota de Oro es más de mis compañeros que mía. Pero tampoco me voy a sacar méritos, hay que estar en el lugar dónde hay que estar», dijo para dar valor a su instinto, un instinto único. «A veces hago el gol más difícil y erro el más fácil. Hasta mis compañeros se ríen tambien de esto», confesó Suárez, arrancando, de nuevo una sonrisa de los tres capitanes, presentes en el acto. El nueve, entretanto, tenaz, como siempre, revela con sus 40 goles de la pasada temporada uno de sus secretos.

DESGASTA, LUEGO MARCA

En las primeras partes, Suárez desgasta (ahí llegaron solo 11 tantos, el 27%), pero después, cuando la defensa es incapaz de seguir su ritmo, aparece el goleador que aniquila todo lo que se encuentra por delante: 29 tantos en las segundas mitades, 20 de ellos (el 50%) concentrados en la media hora final. No vino al Barça a ser goleador, es definición suya, y hasta él mismo tuvo dudas de cual sería su adaptación a un ecosistema táctico tan complejo como el azulgrana.

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Ahora, dos años después y con dos Botas de Oro en su casa de Castelldefels, nadie lo mira con mala cara ni pregunta por su pasado. El gol («los que más me gustaron fueron los dos al Madrid en el Bernabéu y al Atlético en casa», confesó) le ha redimido de muchas cosas. Ni siquiera se puso en ningún momento bajo sospecha su precio: 81 millones de euros pagó el Barça al Liverpool. Es más que rentable. El nueve ya no va descalzo.