Busquets, el señor de los pases

A veces, parece que Sergio Busquets no está en el campo.  Se diría incluso que su desgarbada figura se hace invisible a ojos del fútbol cuando, en realidad, es el dueño de la pelota. Y del Barça. Y de España, transformado a sus 27 años en algo más que un futbolista. No le ven el campo y, además, es ignorado mediáticamente con reiteración.

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Es, junto a Iniesta, uno de sus mejores amigos en el vestuario azulgrana, el depositario de la esencia de un estilo basado en algo tan simple y complejo a la vez como es el pase. 'Busi' es el auténtico señor del pase, capaz de jugar en el cruce de caminos del centro del campo como si estuviera aún en el campo de tierra de Badia del Vallès con su pandilla de amigos. En el campo donde empezó todo, hay desde hace cinco años un cartel marrón que le honra. Sergio Busquets Burgos. Hijo de Carles Busquets, el "portero sin manos", como le llamó en su momento el diario deportivo francés 'L'Équipe', él no olvida nunca a Loli Burgos, su madre, una persona capital en su vida. 

Ha necesitado, sin embargo, ganarlo todo con el Barça –no falta nada en su lujoso palmarés– y con La Roja –campeón del mundo en

Sudáfrica-2010 y de la Eurocopa-2012– para que se advirtiera ese infinito talento que desprende su juego. Pero ni así se le corresponde como merece el fútbol que irradia. "Los que hacen esta lista de mejores jugadores de la UEFA no tienen ni idea porque falta Busquets", clama Abidal en una denuncia que repiten los futbolistas a cada momento.

ACLAMADO EN EL CAMP NOU

De pronto, y no hace tanto, tres semanas, se produjo algo extraordinario en el Camp Nou. No, no era un gol 'messiánico'. Ni siquiera un mágico prodigio de Neymar. Luis Enrique ordenó un cambio y el estadio se puso en pie para despedir a Busquets con una ovación espectacular después de un majestuoso partido contra el Bate Borisov. Hasta él, tímido y retraído sin balón, osado y descarado con la pelota, se quedó sorprendido. El culé, acostumbrado a verlo a diario, pero sin valorarlo con la dimensión que merece, entendió que tocaba reparar tal injusticia con una de esas ovaciones que  parecían destinadas solo a Messi.

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Puesta en pie la gente, como se ponen en pie a diario sus compañeros («Busi es una de mis debilidades», dice Xavi desde hace años) y se ponen también sus entrenadores y él, ajeno a la farándula del fútbol, se refugia en su tradicional discreción. «Soy un futbolista más productivo que

llamativo», se autodefinió Busquets en una reciente entrevista a la revista de la federacion española de fútbol. «Casi todo lo que sé se

lo debo a Guardiola», admitió después.

EL DUEÑO DE LA BATUTA

'Hijo' de Pep, apadrinado por Del Bosque («si yo fuera jugador me gustaría parecerme a Busquets», dijo el seleccionador en el Mundial-2010 tras perder en el primer partido contra Suiza cuando los demás pedían que lo quitara de la alineación), reconocido por Luis Enrique («es el mejor centrocampista del mundo, es único, es el jugador más inteligente al que he entrenado», sostiene su técnico), él vive feliz, recluido en su mundo. La pelota y él. Habla poco Busquets fuera del campo. Dentro es el jefe. «Su inteligencia para analizar el juego es maravillosa», contó Xavi una semana antes de levantar la quinta Champions en Berlín. «Yo no dije esto antes, pero pienso que es mi sucesor natural en el vestuario y en el césped. Está destinado a ser el líder técnico del Barça en los próximos 10 años. Debe llevar la batuta», dijo entonces con aire profético. Por eso, y cuando abandonó el fútbol, castigadas sus rodillas con tantas lesiones, Puyol dejó otro mensaje. "No tengo dudas de que el número '5' queda en las mejores manos. Estoy seguro que lo cuidarás. Sort, amic". Y Busi dignifica el 5 desde entonces.

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PRÓXIMA PATERNIDAD

El tiempo, y solo han pasado seis meses, les está dando la razón a Xavi y a Puyol. Busi ejerce, junto a Iniesta, un liderazgo silencioso en el vestuario y luego ambos esgrimen un poderoso mensaje futbolístico. No son los más de 1.000 pases que ha dado en estos cuatro primeros meses, asumiendo incluso el rol de interior zurdo, ni la exquisita precisión (por encima del 90%) que tiene. Es el impacto aglutinador y la fusión que provoca con sus pases, viviendo como si fuera un jugador antiguo. De otra época. Mezcla, además, más pases largos que de costumbre, el martes asistió en dos ocasiones, por ejemplo, a Messi ante el Roma haciendo viajar el balón más de 30 metros.

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 ¿Twitter? No tiene. ¿Otras redes sociales? Tampoco. No concede demasiadas entrevistas, ocupado como está con el balón. ¿El Halloween de Getafe? Ni rastro de él. Ni se le vio, ilusionado como está ahora preparando su próxima paternidad, como reveló Elena Galera, su compañera sentimental. "No ocupo una posición muy vistosa ni hago goles, no doy asistencias...", dijo Busquets, quien empezó siendo delantero "hasta los 12 años"; lo fueron retrasando, rechazado por el Barcelona, aunque muchos no lo sepan, en un par de ocasiones. Es tan invisible que cumplió ante el Roma 350 partidos con la camiseta azulgrana y apenas tuvo eco la efeméride. "Soy un jugador de equipo", suele decir como si se estuviera disculpando cuando son los demás los que deberían pedirle perdón a él. Porque sin Busquets no hay equipo.