Ter Stegen y Suárez doblegan al Leganés (0-3)

Luis Suárez festeja uno de sus dos goles ante el Leganés.

Luis Suárez festeja uno de sus dos goles ante el Leganés. / periodico

Marcos López

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Aplasta el Barça con la contundencia de unos números irreprochables, capaz de gobernar con tanta autoridad en las dos áreas que fulminó a un digno Leganés. De Marc a Luis. O de Luis a Marc. Poco importa porque el líder no está para bromas, capaz de meterle tres goles a uno de los mejores equipos defensivos de la Liga sin necesidad además de recurrir a la magia del mejor Messi. El Leganés, que solo había recibido dos goles en su casa, los del Getafe, en cinco partidos, recibió tres tantos en 90 minutos de ese indescifrable Barça.

Indescifrable porque miras su juego y no deslumbra. Indescifrable porque no enamora, pero, en cambio, es capaz de pasearse por la Liga con una autoridad indiscutible, como reflejan sus números: 11 victorias y un empate. O sea, 34 puntos sumados de 36 posibles, una verdadera locura, teniendo en cuenta que el Barça que imaginó Valverde al llegar a su nueva casa, con el tridente y con Neymar, no le queda ni rastro, ni tan siquiera de su joven y prometedor sucesor. A Dembélé, que caía lesionado, precisamente, en el sur de Madrid, en Getafe, no se le ha visto, diríase incluso que ni lo conoce porque esa grave lesión muscular le envió a la enfermería.

La tarde era espléndida. Un sol otoñal caía hermoso sobre Butarque, un estadio con un césped seco, como ya le pasó al Barça en su anterior visita a Getafe. Una tarde de fútbol a una hora extraña para un partido táctico, que dirán los estudiosos del fútbol. O un plomizo encuentro porque la defensa, tanto del Leganés como del propio equipo de Valverde, iban a imponer su ley. Justo como es el nuevo técnico azulgrana, no tocó ni una coma de la alineación que le sirvió para ganar al Sevilla antes del parón internacional. Con Alcácer, otra vez, de titular formando un extraño tridente con Messi y Suárez. Y tuvo influencia el exdelantero del Valencia porque participó en dos de los tres primeros goles.

Sin peso de Leo

A diferencia de la pasada temporada en la que el Leganés de Garitano fue valientemente suicida dejando espacios a sus espaldas para el Barça de Luis Enrique, ayer fue prudente y riguroso en el ejercicio defensivo. Lo fue tanto que Messi se marchó al descanso sin presencia alguna, como si estuviera solo disfrutando del sol en Butarque. Ni tan siquiera disparó a puerta. También el equipo de Valverde se contagió de esa modorra ya que su juego resultó plano, sin chispa, únicamente alterado por la velocidad y profundidad que irradiaba el persistente Jordi Alba por el carril izquierdo. 

Semedo, impreciso en el control, tímido en sus arrancadas, como si necesitara pedir permiso para llegar hasta la línea de fondo, apenas se le vio por la banda derecha, por lo que el fútbol del Barça estaba gripado. No tenía energía porque el Leganés, más cómodo de lo que imaginaba, al menos en los primeros 45 minutos, tuvo así la posibilidad de proyectarse al ataque. Fue entonces cuando Ter Stegen, ese portero del que solo se recuerdan sus escasos errores con los pies, decidió sacar las manos, especialmente en el disparo de Szymanowsli. Un zurdo disparando con la derecha, lo que facilitó el trabajo al meta azulgrana, sin quitarle ni un gramo de mérito a su decisiva acción. Amrabat, que ejerció más de jugador de baloncesto que de futbolista, arrancó una tarjeta amarilla a Piqué. Muy protestada por el central azulgrana porque entendía que era injusta.

El músculo de Paulinho

Pero Undiano Mallenco no aceptó esas quejas y le enseñó a Piqué esa cartulina que le impedirá jugar en Mestalla el próximo domingo dejando una puerta abierta para que Vermaelen debute algún día en la Liga tras tres meses de competición. Acabó mal la primera parte el Barcelona y empezó peor la segunda, pero siempre le quedó Ter Stegen, un coloso ante un Leganés que entendió que era su momento para intervenir en el partido. Garitano apostó por ir al ataque, pero también llegó Valverde para agitar a un equipo que se dormía.

Quitó a Semedo e Iniesta, puso a Aleix Vidal y rescató el músculo de Paulinho. Un par de minutos más tarde Suárez, más nueve que nunca, cazaba un rechace en el área para firmar el segundo gol que tranquilizaba la tarde para los azulgranas. Fue cuando Paulinho decidió pisar el área para liquidar el partido y demostrar que no ha venido desde China para ser un inquilino burocrático del banquillo. Salió y marcó. Y el Barça de Valverde volvía a casa con el trabajo bien hecho, demostrando, al mismo tiempo, que tiene unos fundamentos muy sólidos.

Le falta seducir con su fútbol, siendo a veces un equipo tan convencional que se resume en una frase. Soberbio portero, eficaz nueve. El juego, como recuerda Txingurri, terminará llegando porque la calidad de sus jugadores así lo reclama. A la espera de que algún día se combinen ambas vías, el pragmatismo de Valverde tiraniza una Liga con unos cifras inalcanzables para los demás. Vayan preguntando por el fútbol... Mientras, el Barça se escapa. 

Alineaciones

<strong>Leganés (0)</strong>: Cuéllar (6); Zaldua (6), Muñoz (5), Siovas (6) (Raúl García, m. 79 (s.c.)), Diego Rico (5); Rubén Pérez (5), Gabriel (6); El Zhar (4), Szymanowski (8) (Gumbau (5), m. 65), Eraso (5) (Beauvue (7), m. 46); y Amrabat (8)