Rakitic, el necesario jugador invisible

El jugador croata heredó el trono de Xavi haciéndose casi imprescindible en la compleja banda derecha del Barça

Rakitic se ríe del gesto de Alves, que esconde el balón en la espalda.

Rakitic se ríe del gesto de Alves, que esconde el balón en la espalda.

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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Justo ahora, cuando no anda nada fino (Luis Enrique lo quitó en el descanso de Anoeta), la figura de Ivan Rakitic adquiere más valor. A veces, da la sensación que solo se repara en ese croata nacido en Suiza, padre de Althea y Adara, que habla castellano con acento andaluz, cuando no brilla como acostumbra. Se mira incluso con recelo al marido de Raquel como si fuera lo más sencillo del mundo llegar al trono que instaló Xavi en el Camp Nou (esa posición de interior derecho) y jugar como si estuviera ahí toda la vida.

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 Rakitic apareció en el Barcelona de forma sigilosa. Vino del Sevilla en una operación, que ahora parece casi una ganga: costó 18 millones de euros, lo mismo que Aleix Vidal, y la mitad que Arda Turan, que roza los 40. Llegó silenciosamente, miró a su alrededor, se empapó de un fútbol para el que parecía un extraño.

En el Sánchez Pizjuán era un espíritu libre; en el Camp Nou, un obrero más que cualificado y necesario. Además, descodificó mejor que nadie el complejo triángulo de la banda derecha conectando a la primera con Alves, un aventurero disfrazado de lateral, y detectando con astucia y eficacia los espacios que Messi, el genio, necesita cubrir.

Llegó Rakitic y triunfópese a que muchos reclamaron el fichaje del ahora madridista Toni KroosToni Kroos. Pero ese jugador que habla cuatro idiomas (croata, alemán, inglés, castellano ¿o andaluz?), y entiende también italiano, francés, y por supuesto, catalán se hizo imprescindible. El lenguaje del fútbol azulgrana lo captó a la primera formando un excelente trío con Busquets e Iniesta.

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No está tan lúcido ahora este hijo de un trabajador croata de la construcción que sacrificó su carrera deportiva (jugaba en el Celik Zenica) por llevarse a su familia a Suiza. Allí la madre de Iván trabajaba en una fábrica de calcetines en los alrededores de Möhlin. Había días en que se quedaban sin cenar, como explicó el propio jugador a la revista Jot Down, para poder comprarle unas botas decentes.

Siguen los Rakitic, que le protegieron del horror de la guerra, conservando casa en Sikirevci. Es más, Iván ayudó en la reconstrucción de la torre de agua de Vukovar, además de dos o tres iglesias. Se sabe poco. Igual de discreto fuera que en el campo. Invisible parece, necesario lo es.