¿Quién es el delantero?
Suárez y Ter Stegen se desafían en una tanda de penaltis que acaba ganando el meta
JOAN DOMÈNECH / WASHINGTON (Enviado especial)
Dos sacos de balones, de los tres que viajaron de Barcelona a Los Ángeles, volaron por los aires. Y no porque fueran robados, sino porque fueron regalados. En el último entrenamiento de la gira por Estados Unidos ya no iban a hacer falta más y los jugadores decidieron, pese a la oposición de un utillero que se desgañitaba por impedirlo, mandarlos a la grada.
Casi 4.000 personas se apelotonaron para recibir las pelotas que los azulgranas lanzaron desde el césped en el epílogo de la sesión previa al duelo con el Chelsea de esta pasada madrugada. Piqué chutó hacia el sector que más chillaba, estableciendo una competición de decibelios, pero Suárez optó por entregarlo al poseedor de una bandera paraguaya, igual que hizo Turan con una turca. Por una vez, el entusiasmo de los culés que se agolparon en busca de un signo de gratitud, de un simple gesto de recompensa, se vio colmado y los aficionados se marcharon felices. Para que el fin de fiesta fuera completo, los futbolistas se acercaron a las gradas a firmar autógrafos.
Ese fin de fiesta, en uno de los pocos entrenamientos abiertos que ha autorizado Luis Enrique por tierras norteamericanas, permitió ver la cuenta pendiente que tenían Ter Stegen y Luis Suárez. Portero y delantero se retaron a una tanda de penaltis, después de que el uruguayo practicara bajo los palos. No era la primera vez.
Tres oportunidades
Eran tres lanzamientos para cada uno. Ter Stegen, cuya técnica de pase y golpeo es extraordinaria, propia de un jugador de campo, acertó los tres ante el meta ocasional. Suárez, artillero reputado, poseedor de la Bota de Oro al máximo goleador de Europa en el 2014, falló los tres lanzamientos: uno salió fuera, otro golpeó en el poste y el último fue parado por Ter Stegen, que triunfó doblemente, tanto en el intercambio de papeles como en la situación real.
Real fue la devoción tributada hacia los jugadores de una hinchada fiel, mayoritariamente latina. Gritos de «Pedro, quédate» invitaron al delantero a reflexionar sobre su futuro si no lo ha decidido ya. Y quien ya lo decidió, no pudo escuchar las muestras de gratitud. «Gracias, Xavi», se oyó cantar en las gradas del estadio Fedex, el escenario de la despedida definitiva frente al Chelsea de Mourinho.
Menos divertida fue la sesión para Thomas Vermaelen, que sufrió un tercer grado de los técnicos. Entre el partidillo del juego de posición y una sesión de remates a portería, Luis Enrique le llamó aparte. «Ven, que te voy a explicar cuatro cosas», pareció decirle al central belga, que esta pretemporada está aprendiendo todo lo que no pudo en la anterior, completamente inédito por la lesión. El técnico le instruyó en varias acciones de juego, en inglés, y en la práctica, con balones, acompañado y socorrido por Barbarà, Unzué y Moreno. Y es que Vermaelen, como explicó a este diario, es como si fuera un nuevo fichaje tras el año que se ha pasado lesionado.
El Barça regresa a Barcelona tras el duelo con el Chelsea para proseguir la pretemporada, pero volverá a marcharse de nuevo aunque esta vez mucho más cerca: el próximo domingo le espera la Fiorentina en Florencia en otro amistoso.
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