Por poco perdemos a Leo en ese maldito avión

Leo Messi le agradece a Arda Turán su pase.

Leo Messi le agradece a Arda Turán su pase. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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A mí no me importaba tres narices el partido del Barça. No me importaba tres narices porque el Barça no está en una situación como para que a su entrenador le importe tres narices si gana o no, si convence o no, si juega bien o no, su controla el partido o no, si tiene la posesión o no, si triangula o no, si pierden o no su estilo inigualable y, sobre todo, si sus chicos están o no metidos en la competición, perdón, en el juego y, fundamentalmente, si la segunda línea, los que tienen que empujar a los titulares estaban o no despiertos. Y lo están. ¡Hasta Arda Turan! ¡Hasta Aleix Vidal! ¡Hasta André Gomes! Todos, lo siento, menos Paco Alcácer.

Y no me importaba tres narices, entre otras cosas porque antes de que empezase el partido leí una información, en el diario La Nación de Buenos Aires, que me puso los pelos de punta y, aún hoy, pasado ya el susto de su lectura y comprobando, con el último gol de Leo Messi, que sigue entre nosotros, vivito y coleando, importándole poco (¡a este sí le importa tres narices alcanzar un récord) la marca de 11 goles en fase previa de Cristiano Ronaldo.

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LA SUERTE

Se lo cuento para que sepan, especialmente los culés, la suerte que hemos tenido: a la selección argentina, con Leo Messi en sus filas, le fue de 18 minutos no perder la vida en el mismo avión que se estrelló, cerca de Medellín, y donde desapareció el Chapecoense entero.

Es decir, seguimos teniendo a D10S entre nosotros, por puro milagro, pues el mismo inconsciente, el mismo responsable, el mismo delincuente, que decidió que el avión del Chapecoense tenía suficiente combustible para volar hasta Medellín ¡mentira! ¡falso!, había decidido, días antes, que tenía suficiente gasolina (o como se llame el combustible de los aviones) para trasladar a D10S y los suyos, de Belo Horizonte a Buenos Aires, de regreso de la paliza que les había metido Brasil (3-0) en partido del Mundial de Rusia.

EL COLEGA DE STEPHEN CURRY

El avión Avro RJ85 de la compañía LaMia, que llevaba en su barriga a la Pulga y sus amigos, cubrió esa distancia en cuatro horas y cuatro minutos, cuando el aparato tenía autonomía para ¡cuatro horas y 22 minutos! Por 18 minutos no perdemos a Messi, a D10S. Por 18 minutos nos quedamos sin nada, sin fútbol, sin magia, sin goles, sin quiebros, sin arte, sin presente ni futuro.

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Porque anoche, de nuevo, Messi volvió a marcar en un abrir y cerrar de ojos. En un partido de entrenamiento. Y, cuando acabó el partido, volví a pensar en esos 18 minutos. Y recordé algo ya más gracioso, solo al alcance de genios como Leo. Ese nuevo genio de los Golden State Warriors, llamado Klay Thompson, colega de Stephen Curry y Kevin Durant (¡si este año no ganan el anillo, que pleguen!), acababa de batir el récord de anotación en minutos (60 puntos en 29 minutos) ¡teniendo la pelota en sus manos un minuto y medio! Ven, el Messi del basket: coge y tira; se la pasan y golea. Dios.

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