El Periódico de Wembley
Un poco más cerca
El Barça se trasladó a un hotel más cercano mientras los aficionados tocaban la Copa en Hyde Park
DAVID TORRAS
LONDRES / ENVIADO ESPECIAL
En medio del inmenso Hyde Park, bajo el cielo londinense, que tanto hizo lucir el sol entre nubes blancas como descargó intensas lluvias entre nubarrones grises, un pequeño objeto parecía ayer el centro del universo. La gente guardaba cola a sus pies, con el único deseo de colocarse a su lado, de sentirse cerca, de fotografiarse sonriente y hacer volar la imaginación. Gente de todo tipo y de todos los rincones, esperando pacientes, unos bajo el paraguas, otros empapados, acercándose hasta subir a la tarima y, entonces, ni que sea por un momento, sentir ese cosquilleo que despierta esa copaorejudaa cualquiera que la tenga delante.
Una copa envuelta en una magia especial por la que mañana pelearán dos equipos empujados por el aliento y la ilusión de millones de personas. Allí, en medio de Hyde Park, relucía precioso el trofeo, siempre resplandeciente, iluminado por el sol o por los focos, exhuberante en medio de ese interminable desfile donde de vez en cuando se distinguía alguna camiseta azulgrana, una avanzadilla del desembarco que se vivirá a partir de hoy. Culés arribando a las islas, en busca de esta especie de Santo Grial que encontraron por primera vez justo aquí, en Londres, la tierra de la redención después de años y años de una infortunada travesía.
DOS HISTORIAS / Alrededor de esa tarima figuran inscritos los nombres de todos los campeones, año tras año, en una lista que retrata la historia azulgrana. El cambio de vida del que disfruta precisamente desde aquel 20 de mayo de 1992. Si se mira desde el principio, desde la creación de la Copa de Europa, los clubs se suceden y se repiten, y ni rastro del Barça, invisible en esos casi 40 años de miserias, engullido por la gloria ajena, con el Madrid en blanco y negro al frente. Si se rodea la tarima y se empieza el repaso por el otro lado, el Barça emerge como el grande que ahora sí es, y ahí aparecen Roma y París casi una al lado de otra, y más allá Londres, el principio de todo, y que hoy cobra un valor mucho más simbólico con este reencuentro.
MUSEO DE RECUERDOS / Alrededor de esa copa, la UEFA ha dispuesto un pequeño museo de la Champions y una sala audiovisual donde se proyecta una historia de la competición. Y ahí, igual que al pasar cerca de la orejuda, es fácil que cualquier aficionado sucumba a la emoción. Y los del Manchester, especialmente. En esa amplia pantalla, entre la colección de imágenes espectaculares, en una galería de recuerdos futbolísticos, que muestran a Di Stéfano, a Cruyff, Beckenbabuer, Van Basten, Maldini, eternos nombres de la Copa de Europa, hay uno que sobresale por encima de todos: «90+3. The last 3 minutes». Sí, los tres últimos minutos más imborrables que jamás se han vivido. Y ocurrió en el Camp Nou, en 1999, cuando el Manchester remontó la final ante el Bayern de Múnich en el tiempo añadido. Del 1-0 al 1-2 en dos córneres, en una noche que supuso la coronación de Ferguson en Europa: «Dicen que no eres un gran entrenador hasta que ganas la Copa de Europa. Es bonito irte así a la cama», es la frase de Sir Alex que cierra ese documental. Desde entonces, Barcelona es una ciudad especial para el Manchester y su gente, el escenario de uno de los momentos más imborrables, de la misma manera que Londres lo es para el Barça y los culés. Aquí Koeman rompió la barrera de la Copa de Europa y aquí Iniesta abrió las puertas de Roma.
El equipo no necesita ver la copa en Hyde Park para sentirla. Desde ayer, eso sí, está un poco más cerca de ella y de Wembley, recogido en el hotel de Chelsea adonde se trasladó siguiendo, ahora sí, el plan inicial de viaje. El avión en el que debían viajar lo hizo por la tarde, y con dos horas de retraso, con prácticamente toda la directiva y acompañantes, y familiares y amigos de los jugadores. Todos los futbolistas, incluidos los del filial, aparecían, eso sí, dibujados en el fuselaje del aparato que el domingo les llevará de vuelta a Barcelona y del que esperan descender con el objeto que ahora reluce en Hyde Park. Antes de la pelea, Pep Guardiola y Alex Ferguson firmaron juntos una carta lanzando un mensaje solidario al mundo clamando ayuda para los niños desfavorecidos y pidiendo el apoyo al Unicef, con el que colaboran los dos clubs. Un valioso gesto que refuerza elfair playcon el que se vive esta final, lejos del follón que acompañó a los dos clásicos por obra y desgracia de Mourinho.
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