La decisión

Pep se va pero Tito continúa con su obra

Guardiola deja el Barça por el desgaste de cuatro años, aunque «en paz» consigo mismo, y Zubizarreta pasa el testigo a Vilanova para mantener el modelo del club

El adiós de Guardiola

El entrenador de F.C Barcelona ha anunciado, en la rueda de prensa de hoy, que no continuará al mando del equipo la próxima temporada. / periodico

DAVID TORRAS / MARCOS LÓPEZ
BARCELONA

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Ayudad a Tito, por favor no le dejéis solo». Antes de hacer saber a todo el mundo su decisión de abandonar el Barça («estoy vacío, siento que ya no puedo dar más, necesito llenarme», argumentó) , Pep Guardiola dejó en el santuario de Sant Joan Despí, el escenario donde más horas han pasado juntos en estos casi cuatro años, un mensaje hacia su amigo del alma. Que le cuiden. Él también lo hará, pero desde la distancia. Ya nada será lo que era. El Barça vivió ayer uno de los episodios más emotivos de su historia. El adiós de Pep, el adiós del genio que en cuatro años ha construido una obra de arte única. Una obra perfecta. Una obra inolvidable. Eterna. Y ahí quedará siempre. El Barça de Guardiola. De Pep.

Muchos se resistían a creerlo, incapaces de asumir la despedida del autor de un equipo que ha conquistado el mundo y cuyo valor va más allá de los 13 títulos. Y, sí, Guardiola se va. Agotado, pero «en paz» consigo mismo, «con la sensación del deber cumplido», después de un largo proceso en el que le han acompañado un montón de dudas y que ha mantenido en absoluto secreto. Su padre, Valentí, confesó haberse enterado de la decisión el día antes.

SENSIBILIDAD Y SENSATEZ / Se va Pep y se queda Tito, un signo que ya delata el legado que ha dejado Guardiola. El modelo futbolístico no se discute. La solución estaba en casa. Sandro Rosell, el presidente; Andoni Zubizarreta, el director deportivo; Guardiola y el propio Tito manejaron con absoluta discreción el modélico relevo. Ayer, cuando el barcelonismo iniciaba un largo duelo por la marcha del «entrenador más importante en la historia del club», según Rosell, se produjo una transición pacífica por la inmediatez, la sensibilidad y la sensatez de la decisión, algo nunca visto en la época contemporánea de la institución. «El duelo dura una noche, la salud del club es fuerte. Este es un club de una potencia imparable. El que viene lo hará bien. No tengáis miedo», profetizó Guardiola con energía.

El que viene es su amigo. Es Tito Vilanova, el hombro sobre el que se ha apoyado desde que iniciaron la aventura por los anónimos campos de Tercera División hace ya un lustro. Desde Premià del Mar, donde debutaron con el Barça B en el 2007, hasta Abu Dabi o Yokohama, las cimas del mundo que coronaron juntos.

Pero ahora Guardiola se ha quedado sin fuerza. «A principios de octubre, en otoño, comuniqué a Rosell y a Zubi que veía mi final cercano. Pero no podía decírselo a los jugadores», afirmó el técnico, lamentando haber provocado «tanta incertidumbre» sobre su futuro. Si hubiera dicho algo, el equipo se habría desplomado. Y peleó hasta el final, aunque no pudo seguir el guion que soñaba, tras el golpe en la Liga y en la Champions.

Pero todavía puede adornar los tres títulos de la temporada con la Copa. «Quizá fue un error, debería haber firmado por dos años. Pero siempre he querido contratos cortos», se disculpó.

«Cuatro años son una eternidad, esto desgasta mucho. Necesito alejarme, mirar desde fuera y llenarme de nuevo», explicó Guardiola, mientras Rosell proclamaba «agradecimiento eterno» hacia el técnico que ha sublimado un modelo futbolístico. «Gracias, Pep, por haberlo perfeccionado de tal manera que nunca será cuestionado», dijo el presidente. En ese insaciable viaje hacia la perfección, el autor ha ido dejándose el talento («pensábamos que todo estaba inventado en el fútbol, pero Pep nos ha demostrado que siempre hay cosas nuevas, él ya forma parte de la historia de este deporte en el siglo XXI», recalcó Zubi) y, además, ha ido perdiendo pasión, el motor que le ha llevado a dirigir a un Barça revolucionario, avanzado a su tiempo, que ha cambiado la manera de ver el fútbol. «Me voy del mejor lugar posible, lo sé. Pero es lo que toca. Si hubiera seguido me habría hecho mal a mí y a los jugadores», insinuando el desgaste de las relaciones que implica una convivencia tan intensa.

«YO ME SALGO» / Se va Guardiola y se queda Tito. En estos cuatro mágicos años, el Museo se ha llenado de trofeos (13 de 17 posibles) y de algo que no se toca, pero que trasciende. El Barça de Guardiola se ha erigido en un referente, cuyo impacto ha ido más allá del balón. Hasta el Camp Nou ha cambiado su mentalidad. En dos noches trágicas, derrota con el Madrid y eliminación europea con el Chelsea, el público se puso en pie para cantar el himno y homenajear a un equipo de leyenda. «Gracias a Pep hemos ganado el trofeo del orgullo, nunca vi algo así en el Camp Nou», contó Rosell, empeñado en que el club sepa «administrar la herencia» y las enseñanzas que ha dejado Guardiola.

Se va y no sabe dónde. «Tarde o temprano volveré a entrenar, pero no este año. Si lo hiciera no recuperaría la energía que he perdido. Lo que haré no interesa, pero que quede claro que doy un paso al lado, yo me salgo», dijo, mientras Zubizarreta, en una sólida exposición, descubrió las claves de esa sosegada sucesión. «Miramos en casa y era Tito. Fácil. Estamos absolutamente convencidos». El guardiolismo sin Guardiola. Pep se ha ido, pero su espíritu continúa. Y, en medio del dolor, la respetable figura de Tito Vilanova ayudó a mitigar el adiós de su amigo. Pep le cuidará.