La pena de no ser Anfield

James y Coutinho, en el Liverpool-Madrid del pasado miércoles en Anfield.

James y Coutinho, en el Liverpool-Madrid del pasado miércoles en Anfield.

RAMÓN LOBO

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No conviene fanfarronear en vísperas de un clásico, mofarse del rival; ambos equipos disponen de dinamita para helar la sonrisa a un estadio. Lo inteligente es ser prudente, soltar mentirijillas: que si se trata de un partido más, que si la Liga es muy larga... y esas zarandajas. Pero todos sabemos que es un encuentro clave que puede marcar la temporada. Un partido psicológico, de esos que refuerzan el ego o te dejan en crisis de identidad. No es importante ganar o perder -bueno, sí, es esencial- pero lo es casi tanto el cómo. Perder dando la impresión de poder ganar es, a veces, suficiente. Le sucedió al Real  Madrid el año pasado en el Camp Nou, el del experimento de Ramos.Son equipos parejos, cada uno dispone de estrellas capaces de decidir un partido en la baldosa donde se baila el chotis: Ronaldo, Messi, Neymar, Bale, Luis Suárez, Benzema. Son, con permiso del Bayern Múnich, los mejores equipos de Europa y quizá del mundo. Decidirán los detalles. También si hay gafes en el palco. Los más preclaros pasaron a la clandestinidad tras el escándalo de las tarjetas negras de Caja Madrid. No daré nombres, da mala suerte.

El Madrid se ha rehecho de las pérdidas de Di María y Xabi Alonso. Era difícil. La pasada temporada, Ancelotti necesitó varios meses para dar con la tecla del engranaje perfecto. En esta ha encontrado el equilibro en tiempo récord. Las dudas iniciales costaron seis puntos, tres en Anoeta y tres en el Bernabéu, dos partidos que debieron ganarse. En ellos, los detalles cayeron en contra.

Ancelotti es un tipo elegante, simpático y con sentido común, como Del Bosque (bueno, solo en el sentido común). Es un avance respecto a José Mourinho, mejor entrenador, peor persona. Prefiero el talante y más si produce resultados. Al Madrid le favorecería jugar con un 4-4-2 sin Bale y con un Isco estratosférico en gran estado de forma y de gracia. Él y James aportan trabajo y fantasía. También favorecería que el Barça se sintiera obligado a alinear a Luis Suárez. Es un jugador estupendo, un killer, pero aún no se sabe cómo determinará el juego del Barcelona. Hablamos de un tridente inédito, cambio de roles y reorganización de los espacios. Quizá sea el peor momento para hacer experimentos.

Es un partido con morbo: ¿logrará Messi igualar o superar el récord de Zarra? ¿Le aplaudiría el Bernabéu? ¿Acabará Cristiano, o quien sea, con la imbatibilidad de Bravo? Me gustaría una victoria clara del Madrid, de esas que dejan al rival en manos de una prensa repentinamente de uñas. El fútbol es un estado de confianza en el que se transita de un extremo a otro con gran facilidad y sin memoria. Un empate dejaría todo abierto, incluso permitiría que ambos conjuntos entonaran un discurso de ganador, de esos que entonan los partidos políticos en las noches electorales, incluso los que más perdieron. Cada punto cuenta.

Es una suerte que el partido se dispute en el estadio Bernabéu y no en el Camp Nou poco antes del 9N, con la emotividad que esto provoca. Espero que el público del Madrid, que no se distingue por ser el más educado con el rival ni el más caluroso con su equipo, no saque a pasear eslóganes desafortunados. Pero no confiemos mucho. Me gustó el partido de Anfield, por el 0-3 y por el excelso comportamiento de un publico capaz de aplaudir a Cristiano. El día que madridistas y blaugranas, y demás forofos, alcancemos ese nivel de civismo merecerá la pena vivir en ese país, se llame como se llame, gobierne quien gobierne.