OCTAVOS DE LA CHAMPIONS

El partido del año (de momento)

Un Barça dolido por el duro golpe del Málaga necesita resurgir ante el Manchester City para no complicarse la Champions

Piqué, en la rueda de prensa de este lunes en Manchester.

Piqué, en la rueda de prensa de este lunes en Manchester. / periodico

MARCOS LÓPEZ / MANCHESTER (Enviado especial)

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Llegó el Barça Manchester, la fría y gris ciudad inglesa, y apareció el sol derritiendo la nieve. Sol invernal, más luz que de costumbre, como prólogo a un partido que marcará, tal vez, el desenlace de la temporada. Aunque sea el de ida, es el partido del año. De momento. Tras el accidente del Málaga, el equipo de Luis Enrique retorna a la Champions, tras dos meses de parón, obligado a redimirse de un chasco en mala hora y, de paso, lanzar un poderoso mensaje a Europa. Con Messi, Neymar y Suárez se puede ir a cualquier parte y llegar, allá por junio, a Berlín, el escenario de la final continental.

Vuelve a Manchester. Vuelve el City de Pellegrini como rival. «Les respetamos mucho, demasiado, la pasada temporada», proclamó Nasri, asumiendo que estaban embobados por la majestuosidad del Barça de Tata Martino, que en poco se parece a este. Si no le respetan hoy tanto, se daría el escenario preferido para que los tres tenores se desbocaran sobre la mala hierba del Etihad Stadium.

Llegó el Barcelona este lunes a Manchester en silencio, herido por una derrota que le ha dejado, otra vez, a cuatro puntos del Madrid. Pero, al mismo tiempo, obsesionado en demostrar que fue un simple tropiezo tras encadenar 11 brillantes victorias consecutivas. En Europa no se permite errores groseros como el de Alves regalando el gol a Juanmi, ni un resbalón. Que le pregunten a Terry, el capitán del Chelsea, que apoyó mal el pie en Moscú, a punto de lanzar el penalti de su vida, y terminó con la Champions (2008) en manos del United de Ferguson Cristiano Ronaldo.

La rabia de Messi

Tras una derrota, el Barça tiene ante sí una excelente oportunidad y, al mismo tiempo, un serio peligro. El City dice haber aprendido de aquella eliminación de hace un año. Pellegrini no olvida. Quiso entonces atacar la espalda de Alves y, de repente, se encontró con un dantesco panorama: penalti, expulsión del central Demichelis y gol de Messi. No lo dice con el mismo tono que Mourinho -el chileno está en las antípodas de los modales del luso-, pero cada vez que alguien se le acerca no para de recordar que tanto en Manchester como en Barcelona (Zabaleta vio la tarjeta roja) terminó con 10.

Pellegrini sostiene que será otro City. Luis Enrique, en cambio, se conformaría con que fuera el mismo Barça pos-Anoeta, ese equipo guiado por un extraterrestre como Messi. Herida como está la estrella tras una insólita tarde en blanco (un tiro al Málaga, y de falta, que se marchó por encima del larguero), Europa se presenta como el mejor escaparate posible. Para Messi, para Neymar, para Suárez... Para que, como insiste día tras día el presidente Josep Maria Bartomeu, «la mejor delantera del mundo» deje su firma en la casa citizen. Si ellos no aparecen, el Barça lo puede pasar mal.

Suárez vuelve a Inglaterra

Messi lo necesita. Y Luis Suárez, tal vez más que nadie. Retorna a Inglaterra, el país donde se encumbró, convertido en un goleador de talla planetaria. Ni a él le basta aquella hermosa chilena al Levante para aliviarle de tanta frustración por esos extraños remates fallados que le desesperan. Cuatro tantos en sus últimos 10 partidos es poco para un tipo como él. Busca el nueve, más pasador ahora que finalizador, un gol en Europa que le reconcilie consigo mismo. Y con el equipo.

Es, entre otras razones, el partido del año (de momento) porque el club, o mejor dicho, la directiva, viven más pendiente que nunca del marcador. Un tropiezo en Europa haría entrar otra vez al club en ebullición. El volcán está dormido y la lava, aunque no se vea, permanece oculta, siempre a punto para abrir fuego. De Messi y sus amigos depende que no erupcione.