Papá, Ramón, Kubala y la sauna de la calle Caspe

De cuando los periodistas salvaban a las estrellas y compartían caviar de beluga en el avión de regreso a casa

Ladislao 'Laszy' Kubala.

Ladislao 'Laszy' Kubala. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Es posible que alguien piense que se trata, al fin y al cabo, de observar el fútbol y sus relaciones con los medios de comunicación como una evolución paralela, idéntica, al resto de nuestras vidas y actividades. Puede, aunque es evidente el distanciamiento que los futbolistas y, más concretamente, las estrellas (presidentes y directivos siempre han sido tremendamente interesados), tienen con los medios de comunicación y también con la gente más cercana a ellos, transformando la forma de comunicarse o, más bien, desaparecer.

José María Calzón, delegado del Espanyol en los últimos 34 años, es, sin duda, alguien que puede ofrecer una visión mucho más real y viva de lo que estamos analizando. “El fútbol ha dejado de ser familiar para convertirse en un negocio más”, me comentaba hace unos años Calzón, con la sabiduría del que lo ha visto y vivido todo. “El fútbol ya es, y me duele, un gran negocio. Los jugadores han perdido el cariño por la camiseta. Ahora llegan, se entrenan, saludan y se van. El fútbol ahora está organizado de cara a la pela. ¡Pero si vamos a vender hasta el nombre del estadio!”

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OTRA MANERA DE VIVIR

Calzón, uno de los seres más campechanos, inteligentes y, sobre todo, fieles que uno puede encontrar en el micromundo del fútbol, considera que antes “todo era más amable” y confirma que se ha perdido ese punto de complicidad que nos mantenía como una familia. “Convivíamos más, sabíamos más de nosotros, de nuestro entorno personal, nos consultábamos más cosas. Hacíamos unas grandes comilonas, que acababan siempre con una timba de cartas, casi empalmábamos con la cena. Ahora, cuando hacemos una comida, ni siquiera se esperan al café; todo el mundo tiene algo que hacer”.

En ese otro fútbol, o en aquel fútbol, o en el pasado, cuando todos nos rozábamos más y compartíamos, sí, probablemente alguna que otra travesura de futbolistas, conscientes todos de que el “hoy por ti, mañana por mí” nos ayudaría a terminar informando mejor y más verazmente de todo lo que ocurría, Calzón jamás sintió la tentación -“nunca, nunca, nunca”- de dar consejo a los futbolistas.

Y, si se lo pedían, siempre daba el mismo. “La vida, la experiencia, lo que he visto, ha terminado dándome la razón, por desgracia. Siempre les dije que el mejor negocio que podían hacer era comprar tocho, ladrillo, invertir en casas, y no en Ferraris. ¡Dios! un montón de millones en un coche. No tiene sentido. Cualquier coche vale, cualquiera. Claro que ahora todos tienen representante, asesor fiscal, abogado, qué sé yo, un montón de gente alrededor. Hace tiempo que no me piden opinión”.

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PROTEGER A LA ESTRELLA

Cuando hablamos de hermetismo, redes sociales, vivir, trabajar y hasta gobernar vía Twitter, como acaba de empezar a poner de moda el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hablamos del duelo que vivimos, de la desaparición y entierro de otra manera de relacionarse e informar. De cuando fotógrafos-amigos, como Carlos Pérez de Rozas, mi padre, y Ramón Dimas, reportero de la revista más barcelonista de todas, recogían los sábados por la noche al mítico Ladislao Kubala, lo llevaban a una sauna que había, en la calle Caspe, junto al teatro Tívoli, y lo recuperaban de la fiesta para, al día siguiente, convertirse en el mejor jugador del Barça en Les Corts. Y ellos fotografiaban, inmortalizaban, sus proezas, sus golazos.

Hablamos de la época en la que los periodistas compartían avión con el equipo y un montón -pintoresco, cierto- de aficionados, casi siempre los mismos, que utilizaban el viaje, la quietud del vuelo a 10.000 metros de altura, para vender lotería, calzoncillos y corbatas del Barça. Aficionados o periodistas que, cuando acudíamos, por ejemplo, a Moscú, a la gran Rusia, comprábamos a escondidas, en las bocas del metro, deliciosas y baratísimas latas de caviar de beluga, que, luego, en el avión de regreso, compartíamos con la plantilla.

“Yo también recuerdo esos tiempos”, señala un veteranísimo exdirigente azulgrana, ya jubilado de todo, incluso de ir al Camp Nou. “Y recuerdo cuando, en aquellos vuelos, tratábamos de concienciar a los enviados especiales de la prensa catalana de que nos ayudasen a forzar una sanción más grande por parte del Comité de Competición de la que tocaba para el jugador del Real Madrid que acababa de ser expulsado en Bilbao y, dos semanas después, viajaban al Camp Nou. Nos interesaba que hiciesen ruido durante toda la semana para que, como poco, le metiesen dos partidos. Esas complicidades ya son imposibles”.

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EL PAPEL DE MAXENCHS

Puede, sí, que todo esto suene a batallitas del 'abuelo Cebolleta' pero es real como la vida misma. Mucho más cierto y verdadero que las millones de insinuaciones, rumores y mentiras que circulan por las redes sociales y, sí, también por las cuentas de Twitter, Facebook o Instagram de los futbolistas-estrellas, que ni conceden, ni necesitan dar entrevistas. Porque cuando todos creen que el bueno de Ricard Maxenchs era / es el modelo de director de comunicación cometen el sacrilegio de pensar que Maxenchs tendría ahora, como tenía entonces, el mundo de la comunicación entre cinco de sus diez dedos y a los cuatro responsables que podían amargarle la vida a golpe de teléfono, café, comida o un sobre con cuatro entradas de privilegio.

Ahora, todo el que tiene un móvil tiene una agencia de información. Todo el que tiene Twitter se cree un periodista. Y, peor aún, todo lo que se cuelga en las redes sociales es verdad. Ya nadie contrasta nada. ¡Pero si hace una semana un periodista, Diego Jokas, desmintió que fuese suya una entrevista que la revista 'Coach Magazine' se inventó con Leo Messi! No, uno no tiene, lo siento, la sensación de que el bueno, eficaz y, sobre todo, negociador Ricard Maxenchs hubiese sido capaz de ordenar todo este lio entre otras razones porque, como señala Calzón, “el fútbol ya es, y me duele, vaya si me duele, un gran negocio”.