Análisis

Otro objetivo en esta dulce carrera sin final

Martí Perarnau

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Después de las batallas contra Mourinho y sus gladiadores, un derbi frente al Espanyol prometía ser otro plato indigesto, pero acabó siendo una cena plácida para los jilguerillos blaugrana. Piqué batió líneas, Busquets las dividió e Iniesta repartió golosinas a manos llenas, como si hubiese llegado otra Navidad en primavera. Quince canteranos sobre la alfombra verde, homenaje al fútbol edificado con cimientos caseros, tarde dulce en la que el Barça amarra su tercera Liga consecutiva, título que le acerca un paso más a la categoría de leyenda, camino de los 100 puntos.

Vive el barcelonismo un dilema comprensible: hace tantas semanas que se siente campeón de la regularidad que ya solo tiene hueco para pensar en Wembley, mientras el equipo sigue obligado a cerrar la puerta de la Liga antes de abrir la ventana de la Champions. Así que todo, absolutamente todo, se interpreta ahora en clave londinense: el socio barcelonista contempla el derbi, pero está pensando en el estado de forma de Pedro, en la recuperación de Abidal y en la dificultad rematadora de Villa.

Toda valoración adquiere el prisma del día 28, con lo que el aficionado analiza a Messi en función de Vidic, a Piqué en base a Rooney y a Busquets según le va a Giggs. Proliferan las opiniones sobre el cansancio del equipo, la baja forma de tal jugador o la espesura de los automatismos. En realidad, se trata de un ejercicio clásico en el barcelonismo: sufrir por el mañana sin permitirse disfrutar del presente. Once de las últimas 20 ligas; cinco de las últimas siete. Este es el balance reciente del Barça. Desde el Dream Team iniciático hasta el Pep Team que sublima el estilo de juego.

Un equipo que se ordena a partir del balón, eje gravitatorio del universo blaugrana, el esférico que es el que le da sentido a todo. Aún nos falta perspectiva para percibir el impacto de este equipo en toda su magnitud y tendrán que pasar bastantes años para que comprendamos el valor auténtico de esta secta de peloteros que se juntaron para interpretar una determinada versión estética del fútbol y conquistar títulos a través de ella.

Sin duda, hay otras muchas formas de jugar a fútbol y, por supuesto, de vencer. El Barça decidió apostar fuertemente por una en particular y el resultado es un caudal de plasticidad creativa y de triunfos tan constantes que han cambiado el sentido de la palabra Wembley, que ha pasado de ser el objetivo a ser un objetivo. Otro más en esta dulce carrera sin final.