Messi, Neymar y Suárez acumulan más de mil goles

Todo eran malos presagios. Todo era miedo, tormenta, anuncios desastrosos. No tenía sentido meter en el mismo corral a tres gallos, a tres auténticos gallos de pelea, a tres gladiadores del gol, a tres candidatos al Balón de Oro. Todo serían envidias y celos. Y ahí están, convirtiendo al Barça en un equipo casi invencible después de conquistar el triplete y revivir la época dorada de Pep Guardiola, compartiendo comidas familiares, palco en el Camp Nou, goles y celebraciones para disfrute de una hinchada que, manteniendo en el púlpito a Leo Messi, ha completado su altar con Suárez y Neymar. Tres carreras espléndidas, prodigiosas, que, unidas, suman, en estos momentos, la nada despreciable cifra de 1.028 goles: 470 de Messi, 306 de Suárez y 252 de Neymar.

«Con el partido resuelto, siempre con el partido resuelto, pues ese es el principal objetivo, ellos tratan de disfrutar al máximo. Y, si alguno se queda sin marcar, tienen la sensación de que la fiesta no es completa», reconoció Luis Enrique, en la noche del sábado, tras otro contundente 4-0 frente a una aguerrida Real Sociedad. «La verdad es que resulta muy difícil jugar tan bien. Leo, Luis y Ney están ahí para golear, para marcar la diferencia, pero el fútbol es un deporte de equipo, global, y ellos son los primeros en reconocer que necesitan a sus compañeros para brillar a ese nivel», añade Robert Fernández, director deportivo del Barça.

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«SÍ, BUSQUÉ A LEO...»

Y, sí, Ney, que se quedó sin marcar en el 6-1 frente a la Roma en Champions, reconoció al final del partido ante la Real que, en efecto, había buscado a Messi para que él también marcase. «Sí, le busqué porque él se pasa el partido buscándonos a Luis y a mí, así que, por una vez, es lógico que le busquemos a él para que meta su gol. De la misma manera que yo soy feliz cuando ellos marcan, yo sé que ellos son felices cuando marco yo». Porque esa es la asociación que pocos se esperaban, la que nace fuera del césped y acaba convirtiendo el juego en su mayor diversión, en amistad y en la felicidad de sus familias, tal y como se pudo comprobar, el mismo sábado, en el palco donde convivían Antonella, la esposa de Messi, y sus hijos y Sofía, la mujer de Suárez, y sus hijos.

«Sí, claro, todos notamos que Luis y Neymar buscaban a Messi –explica Andrés Iniesta–, pero yo no creo que Leo necesite marcar su golito para sentir algo diferente; Messi sabe que, para nosotros, él siempre será el número uno». Hay una clave por encima de todo: «Ellos tres manejan muy bien sus egos en beneficio del grupo», señala Javier Mascherano. «Ellos son claves en nuestro rendimiento, pues el ‘feeling’ que mantienen fuera y dentro del campo, la manera que tienen de relacionarse y convivir, se traduce luego en goles».

«Yo lo único que puedo decir después de sufrirlos –contó el meta argentino Gerónimo Rulli, de la Real Sociedad– es que algún día tendré el placer de contarle a mi hijo que yo jugué contra la MSN, Messi, Suárez y Neymar». El sábado hubo dos visitantes de lujo en el palco del Camp Nou, dos auténticos fenómenos, dos históricos del Barça y del fútbol europeo, mundial: el gallego Luis Suárez, único español que ha ganado el Balón de Oro, y el austriaco Hansi Krankl, un auténtico tormento para las defensas a finales de los 70.

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«En estos momentos y desde hace años, no existe un equipo en Europa que practique un fútbol tan práctico y, a la vez, entretenido y vistoso como este Barça. No existe, no. La tripleta formada por Messi, Suárez y Neymar es inigualable. Tienen una enorme calidad y han demostrado ser amigos, dentro y fuera del campo. A mí no me gusta comparar épocas, pero jamás he visto una delantera que funcione así de bien y de forma tan vistosa y coordinada». Estaba Messi, llegó Neymar primero y luego Suárez. Pero ha sido la aparición del brasileño la que más ha impactado como recuerda Jorge Valdano, ex director deportivo del Madrid. «Neymar es un jugador divertido, pero no se confundan, todo lo que intenta es sustancial, tiene sentido. Sus pies son capaces de obedecer todo lo que les ordena su imaginación, sus pases son venenosos y a sus remates solo les interesa los rincones de la portería».