Messi manda y Suárez remata al Sporting

El genio saca al Barça de la depresión la noche en que el 9 anota otros cuatro goles y el Camp Nou silba a Neymar

Luis Suárez abraza a Messi ante la mirada de Neymar

Luis Suárez abraza a Messi ante la mirada de Neymar / PERIÓDICO

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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Los goles llegaron casi todos desde el punto de penalti. Cuatro de los seis goles del Barça llegaron desde los 11 metros, pero el partido fue tan plácido porque Messi decidió acabar con el miedo que inundó el Camp Nou tras una desastrosa primera mitad. Jugaba el líder sin chispa, sintiendo la angustia que le generaba el atrevido Sporting de Abelardo. Pero el 10, cansado de sufrir, encendió la luz en un estadio viejo para devolver la calma ante tanta zozobra. Parece hasta irreal que el partido terminara con una goleada de escándalo, dejando un marcador de otro siglo. Pero lo que fue irreal es el escandaloso caudal de juego que generó Messi. 

Y eso que al inicio fue un fogonazo. No debió durar ni 10 minutos, aunque, curiosamente, el gol de Messi llegara un pelín más tarde. Pero la electricidad que desprendía el juego del Barcelona en el inicio del partido se apagó de tal manera que dio la sensación de que alguien entró en la sala de máquinas del Camp Nou y bajó el interruptor. De pronto, todo quedó a oscuras. Y el partido que había arrancado con energía y entusiasmo, asumiendo el campeón que no podía despistarse ni un segundo, entró en un territorio sombrío. Todo se hizo plomizo, lento, previsible y, fundamentalmente, aburrido, al punto de que el Camp Nou entendió que el equipo estaba espeso. Tenía que jugar su partido, consciente de que el Sporting, caritativo como es Abelardo, desperdició dos buenas ocasiones de gol.  Ambas de Álex Menéndez, que sorprendía por el carril izquierdo llegando desde atrás. 

DOBLE SUSTO

Pero ninguna ocasión fue tan clamorosa como la que se vivió en el último suspiro de la primera parte. Fue, en realidad, una doble ocasión. Primero, Mascherano ubicado bajo los palos, como si fuera un portero sin manos. Luego, Piqué, golpeando con el pecho otra envenenada pelota que iba a cruzar la línea de gol de Bravo. El Barça quedó asustado porque le empezaron a temblar las piernas, incapaz de gobernar el partido ni siquiera teniendo el colchón del marcador a favor, prueba de su actual debilidad. 

Messi, contagiado por el apagón colectivo del Barça, quedó arrastrado a esas zonas oscuras donde el balón transitaba a una velocidad que hasta una tortuga lo habría adelantado. Pero hay una rebelión silenciosa en ese genio que puede con todo, absolutamente con todo. El Sporting, entretanto, y a pesar de sus bajas, se sintió poderoso, asomándose con descaro al hogar de Bravo, llegando por las bandas bajo la dirección del exquisito Halilovic.

EL GRIS NEY

De pronto, un fogonazo de Messi que ensució Neymar tomando una nefasta decisión en un remate que el mejor Neymar habría liquidado con brillantez , solvencia y precisión. Pero hace mucho que no se tienen noticias de aquel delantero inspirado y fantasioso que sostuvo al Barça, junto a Suárez, en los duros días sin Messi.  Un maravilloso pase del 10 fue enviado a la papelera por el 11, lo que originó que el Camp Nou, sensible y miedoso como anda por perder todo lo que tenía en la mano hace un par de semanas, empezó a silbar al delantero brasileño. Sí, hubo silbidos para Neymar. Luego, aplausos. Pero la paciencia ya se ha agotado. No son síntomas, son realidades que nadie puede ocultar, ni siquiera el propio Ney.

CÁTEDRA DE LIDERAZGO

 A medida que pasaban los minutos y el estadio estaba a punto de entrar en combustión, Messi ejercía una cátedra de liderazgo. Sin necesidad de alzar la voz, sin necesidad de gestos populistas. Pidió el balón y levantó al Barça de la depresión. Los goles fueron de Suárez, pero quien sacó al equipo de Luis Enrique de esos pasajes del terror fue el 10. Empeñado en que el 9 se lleve el Pichichi y la Bota de Oro y empeñado también en que Neymar acabara con su mala racha, aunque no logró del todo su recompensa.

A base de penaltis, no es nada habitual que le pitaran al Barça tres (dos lanzó Suárez y otro Neymar, todos cedidos por Messi), el equipo halló la tranquilidad. Pero todos saben que el mal juego de la primera parte debe servir de lección. Aunque con este Leo todo es mucho más fácil.

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