EL DUELO BARCELONÉS

El FC Messi mete mano al Espanyol

Leo iguala el gol de Sergio García al filo del descanso y transforma un derbi inquietante en un paseo para los azulgranas

Messi, felicitado por Neymar tras marcar el 1-1 en el partido entre el Barça y el Espanyol en el Camp Nou.

Messi, felicitado por Neymar tras marcar el 1-1 en el partido entre el Barça y el Espanyol en el Camp Nou. / periodico

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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Marcó tres goles, pero basta uno solo, el primero, para calibrar el incaculable valor que tiene Messi en el Barça. Las cifras se van acumulando (402 tantos con el Barça, tercer triplete en cuatro partidos, máximo realizador histórico de los derbis...) y elevan la figura de Messi a unas proporciones descomunales, fuera de toda magnitud. La transformación que ha obrado en el Barça, al que ya se puede bautizar como Fútbol Club Messi y situar la fecha de fundación en el 2004, cuando debutó, es comparable a la que en mucha menor escala provocó en el derbi de ayer.

En la cara de felicidad de Neymar acompañando al triunfador se observa el alivio que tienen los azulgranas de tener por compañero a un jugador como Messi. Quien podría estar más celoso, por haber fichado como futuro heredero, es quien más admira al colega que abraza. Conoce la dificultad que encierra cada una de las obras que ha visto construir de cerca. La de ayer fue gigantesca, y con el tiempo pasará desapercibida, oculta entre tantas otras que va dejando Messi para la historia. En el derbi de despedida de Guardiola (2012) marcó cuatro goles. Esta vez fueron tres. Si solo hubiera anotado uno, habría sido igual de heroico.

EL HUECO IMPOSIBLE

Porque ese gol, el primero, el que suele ser más relevante para cualquier equipo, sirvió para equilibrar el que había anotado Sergio García. El Espanyol iba por delante, el Barça no encontraba la forma de desarmar a su rival con una idea muy mal planteada, con pases al pie, siempre por el interior, y Messi descubrió un hueco por donde colar el balón. Entre una maraña de piernas, el cuerpazo de Casilla y el poste, atisbó el rincón imposible. Y allí metió la bola. Del asombro nunca despertó el Espanyol, que se llevó una mano estampada en la cara sin que Sergio González, el entrenador, buscara una excusa de disimulo.

Messi empató y ese gol al filo del descanso llamado psicológico confirmó el tópico. Retrató también la impericia del técnico blanquiazul, reconocida por él, de rearmar anímicamente al equipo y quitarle la idea de la cabeza de que se le escapaba el ese botín tan preciado. Desde el 2009 que no marcaba ni puntuaba el Espanyol. Su labor, sin embargo, era más difícil que la de Luis Enrique, quizá tan desahogado y feliz como Neymar. El partido volvía a empezar de cero como mal menor.

OTRO GOL DE CÓRNER

Luis Enrique tan solo debía pedir a sus hombres que abrieran más el campo, que procuraran ahorrarse algún toque por el centro, y acercó a Messi al área, sin reprimirle tanto en el extremo. A los cinco minutos de la reanudación, desde el sitio de Luis Suárez, enchufó el segundo, y tres minutos después Piqué reparó la pasividad que desprendió en el 0-1 perico con el segundo gol de córner del Barça consecutivo tras haber lanzado más de cien sin resultados.

Ocho minutos mal contados de furia y acierto (una falta al larguero de Messi y poco más había hecho el Barça hasta entonces) brindaron un placentero paseo para los culés, ateridos por el frío y la inquietud en la grada. Ni un reproche podía formular a los suyos. ¿A quién sustituir? Nadie se mostraba fallón o desacertado, lo que remitía a la idea de juego como el origen de los problemas.

DEBATE APLAZADO

Messi, gigantesco como es, aplazó el debate a otro día. Pero Busquets se encontró otra vez desprotegido para frenar los contragolpes, Suárez solo disfrutó de un remate, y muy forzado con la zurda, y los desbordes de Neymar no acabaron en nada. Xavi volvió a mostrarse necesario y Alba fue el único que corrió sin balón, en profundidad hasta que apareció Pedro, que desde el miércoles vuelve a sonreír (y a marcar). Messi fue el goleador y el pasador, el origen y el final de la remontada. Hace tiempo que el equipo está hecho a su medida. Y con razón.