Messi 2014

Una década más tarde, se reinventa como jugador, dispuesto ahora a superar también a Zarra como máximo goleador histórico de la Liga

GOL 249 EN LA LIGA, OCTUBRE 2014. Con otra vaselina con la zurda, supera a Toño, meta del Rayo, en Vallecas.

GOL 249 EN LA LIGA, OCTUBRE 2014. Con otra vaselina con la zurda, supera a Toño, meta del Rayo, en Vallecas.

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Vive tranquilo Messi. Ahora, mucho más. Ha pasado todo. Todo es el Mundial y la inaguantable presión de Argentina, su país, por mucho que hayan dudado de él. Es antes argentino que culé, digan lo que digan sus compatriotas, tal vez frustrados por no saber detectar a tiempo un talento de esa magnitud. Aunque ya lleve más tiempo en Barcelona (14 años) que en Rosario (13), su tono de voz no engaña. Todo también incluye las tremendas turbulencias de una temporada terrible en lo físico (sufrió más lesiones que en las cinco anteriores), en lo futbolístico (Tata, el técnico que le dio más libertad, no encontró la sintonía adecuada) y, además, en lo extradeportivo, con la amenaza de que Hacienda lo lleve al banquillo.

Anda tranquilo Messi, capaz de ir recomponiendo en silencio esas piezas que se habían roto, redescubriéndose a sí mismo tras convertir  al Barça en un icono del fútbol mundial en esta última década. Un club construido con la idelogía futbolística de Cruyff, desarrollada por la libreta de Van Gaal, evolucionada por el espíritu libre de Rijkaard y sublimada hasta la perfección, con un Messi extraterrestre, por el genio de Guardiola.

Un fenómeno para estudiar

Las próximas generaciones estudiarán con detenimiento el impacto de Messi en el juego. No por los goles (más de 400 con 27 años) ni por los títulos alcanzados (21 con el club), ni por los Balones de Oro (cuatro consecutivos) ni siquiera por el relato de leyendas que ha desempolvado (Paulino Alcántara, César, Gerd Müller y, pronto en sus pantallas, Zarra) sino por la influencia que ha generado en el fútbol. Ahora el presente lo consume todo. Incluso a él, incapaz de disfrutar de una obra tan maravillosamente singular que no se encuentran precedentes. Viene ahora, por ejemplo, de Asia, tras dos comerciales amistosos con la Argentina de Tata, y se le espera esta noche en el Camp Nou pidiéndole, casi exigiéndole, que marque tres goles, supere a Zarra (251 tantos) y se instale en solitario en la cumbre como máximo realizador de la Liga.

Messi ha transformado lo extraordinario en pura rutina. Obsérvese, por ejemplo, el primer gol en la Liga (mayo del 2005 al Albacete) y el último, de momento. Al Rayo en Vallecas. Parece el mismo gol, pero tienen matices distintos. En su estreno goleador, aún antes incluso de que Capello supiera de su existencia, dibujó una hermosa vaselina con la pierna izquierda para superar a Valbuena, el portero del equipo manchego. Era la segunda en cuatro minutos que jugó supliendo a Etoo. La primera, que acabó en gol también,  fue anulada por fuera de juego que no era. Tenía, eso sí, algo más de espacio y tiempo para pensar la jugada que hace un par de semanas en Vallecas, cuando emparedado por un defensa y ante la cercanía de Toño, el meta del Rayo, recurrió al mismo registro. Pero con un matiz diferente.

De vaselina en vaselina

El balón no podía elevarse tanto en Madrid como en el Camp Nou porque no había espacio. Y el pase en cuchara delicioso de Ronaldinho (2005) no era como el largo que había inventado Piqué (2014) desde campo propio. Daba igual. Con la izquierda de nuevo, tal y como hizo hace nueve años, Messi dejó en Madrid otra preciosa vaselina para el recuerdo. Pareció que el tiempo no había transcurrido. Ni siquiera para él, extremo izquierdo entonces con Rijkaard en su debut ante el Albacete e interior, falso 9, goleador, asistente y lo que quiera ser con Luis Enrique. Leo está tranquilo al fin, dispuesto a demostrar que todavía no se ha visto todo de Messi.