Un penalti, dos destinos

Ronaldo lanza el penalti que le dio la undécima Champions al Madrid.

Ronaldo lanza el penalti que le dio la undécima Champions al Madrid. / periodico

DAVID TORRAS

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Cristiano va caminando hacia el punto de penalti. Juanfran acaba de chutar. El balón ha tocado en el poste. Un fugaz pensamiento pasa por su cabeza. «La gloria es mía», se dice. Lo sabía. Se lo había susurrado a Zidane: «He tenido una visión. He visto que iba a marcar el penalti de la victoria. Ponme el quinto que lo marco» Y ahí está. La undécima en sus pies. Marcará, se sacará la camiseta. exhibirá su bronceado, perfecto para la ocasión, trabajado durante días y días en la piscina de su mansión, pegará otro grito marcando tableta y todos correrán a abrazarle, todo el Madrid colgado de su cuello, como si hubiera ganado él solo la final, como si hubiera chutado los cinco penaltis, sin rastro de la triste actuación que ha tenido, de las peores de la noche. Quién se acordará de eso.

El Balón de Oro, imposible hasta ese momento, volverá a tenerlo cerca, acompañado del ruido mediático desde Madrid , una campaña que se iniciará en cuanto la pelota toque la red, con la primera pregunta a pie de campo, cualquier cosa con tal de silenciar a Messi. Es el penalti perfecto, sin la presión de tener que marcar para seguir adelante, no como el del Lucas Vázquez, que ha tenido la valentía de empezar la tanda, y con el premio de convertirse en el último héroe.. 

Pero esos fugaces pensamientos han quedado enterrados inesperadamente. Después de tocar en el poste, el balón ha rebotado en la espalda de Keylor y... ¡Dios!: gol.. Ronaldo siente un cosquilleo en el estómago mientras camina. Vaya, esto lo cambia todo. Bufff... Adiós a toda esa película gloriosa. Planta el balón y no cambia de idea. Chutará a  la derecha, como todos, como les han dicho, el punto débil de Oblack. Pero justo entonces, el portero decide lanzarse por una vez a su lado malo, es la única opción que le queda. Y, sí, ha acertado. Con la punta de los dedos... El Atlético, campeón de Europa. Al fin.

CR7 quiere morirse. Nadie corre a abrazarle. Con la camiseta puesta, sin nada que gritar, camina con la mirada perdida, mientras se le acercan Marcelo y Pepe, y alguno más, a consolarle. Tiene ganas de llorar. Pero no lo hará. En el palco, Florentino tiene la cara desencajada. Detrás suyo, escucha un grito: «El Barça es el mejor». Pero no se gira. No sabe qué decir. Coge el teléfono y repasa algunos mensajes. Hay uno con el nombre de Unai Emery. Le volverá a llamar. A él y alguno más. Otro año en blanco y con dos entrenadores. Habrá que volver a cambiar. 

No se había equivocado. Nunca lo hace. Piensa en lo que le ha dicho a más de uno. Zidane nunca le ha convencido. No le gusta el equipo, no hay un buen partido que recordar, han llegado a la final sin jugar contra nadie, con equipillos de medio pelo, y Nacho, sí , Nacho les salvó la vida contra el PSG, cuando se libraron de milagro de un 0-2, o un 0-3, o un 0-4, tres postes nada menos en un baño tremendo, y al final pasaron gracias a un gol marcado sin querer: No le gusta el compadreo con los jugadores al estilo Ancelotti y encima ha acabado haciendo de Casemiro una pieza insustituible. Como Benítez. Algo habrá que hacer, piensa, recordando los pitos y los gritos de dimisión que esta temporada ha escuchado varias veces en el Bernabéu. El día del 0-4, el más doloroso. Menudo fracaso.

Muy cerca de él, Jorge Mendes también mira el teléfono. Busca un nombre: Nasser Al-Khelaïfi, el dueño del PSG. Hace un días habló con Florentino de renovar a Cristiano, pero ahora no lo ve claro. Es hora de irse. En esa extraña relación que el Bernabéu mantiene con Cristiano, no será fácil cerrar esta herida. Hay que buscar una buena salida, y a ser posible, sin que nadie se haga daño.  En el césped, algún periodista busca a CR7. No quiere hablar. Nadie le preguntará por el Balón de Oro, que es lo que querrían preguntarle, con esas ganas irreprimibles de acaba con Messi. No hay nada que hacer. Leo, otra vez. Y, el de Plata, quizá se lo lleve Suárez.

En Barcelona, miles de culés sonríen. El doblete les sabe a gloria, como si ese penalti les hubiera cambiado la vida. Qué tontería, piensan algunos. Seis Ligas en ocho años, el equipo del nuevo siglo, con tripletes, sextetes y Champions conquistadas con una autoridad admirable. Un penalti no cambia la vida. O no debería. 

Vaya, parece que Juanfran ha fallado. Y ahí va Cristiano.