Un Barça inestable y frágil

Con poco, al equipo de Luis Enrique le hacen mucho daño y, pese a generar suficiente fútbol, paga la falta de pegada del tridente

Suárez, Messi y Neymar, antes de iniciar el entrenamiento previo a la vuelta copera con el Athletic.

Suárez, Messi y Neymar, antes de iniciar el entrenamiento previo a la vuelta copera con el Athletic. / periodico

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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Con poco, al Barça le hacen mucho daño. Con mucho, el Barça hace, sin embargo, poco daño. Así anda el equipo de Luis Enrique en este convulso inicio del 2017, frágil e inestable. Frágil porque los rivales no necesitan mucho juego, más bien esperar los errores azulgranas, para perforar la portería de un transparente Ter Stegen. Nada que reprocharle al portero alemán, titular indiscutible en la Liga y ahora también en la Copa, en los últimos goles encajados, pero tampoco se le recuerda una parada salvadora, de esas que ganan partidos o dan puntos decisivos.

Pero el problema real del Barça, un equipo diseñado por y para el tridente, es que no tiene ahora mismo el salvavidas que le proporcionaban las tres estrellas. Solo Messi está a la altura de Messi porque Suárez no ha vuelto lúcido en el remate de las vacaciones y Neymar, pese a su más que evidente mejora en el juego, continúa enemistado con el gol.

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Un deseencuentro preocupante porque son casi tres meses sin ver al delantero brasileño festejando  un tanto. Y con la inspiración de Leo, que ha marcado los dos últimos tantos azulgranas, ambos de falta directa, no basta.

MEJORÍA EN EL FÚTBOL

"¿Qué pasa?", le preguntaron a Luis Enrique para buscar argumentos a un Barça que juega mejor de lo que indican los dos últimos tropiezos (derrota en San Mamés y empate en Vila-real). "¿Qué pasa? Sí, tengo la explicación. Y es un topicazo en toda la regla", le dijo el técnico en tono cómplice a Xavi Campos, el periodista de Catalunya Ràdio, instándole a compartir ese tópico. «El fútbol es así, es un deporte maravilloso», confesó Luis Enrique, asumiendo, eso sí, que el equipo está obligado a ser «más efectivo y preciso en los últimos metros».

Atrás, el Barça recibe un castigo cruel cada vez que pierde un balón, por muy lejos que esté de Ter Stegen (el error de Iniesta acabó siendo el tanto de Aduriz y el de Digne fue el origen del gol de Sansone), mientras en el ataque no tiene la contundencia de antes.    

A estas alturas de Liga, los números ofensivos son similares a los de la pasada temporada. Lleva el Barça 42 goles en 17 jornadas, mientras sumaba 40 en la pasada temporada (15-16) y 41 en el primer curso con Luis Enrique. El problema es que la cifra de goles encajados se ha doblado: de los 8 de la primera temporada a los 17 actuales, un gol por partido.

"JUEGO DE ERRORES"

No necesitan, además, elaborar mucho el juego los rivales, porque la inestabilidad del Barcelona les abre el camino. Pérdidas en la construcción y hasta saques de banda a favor (como el de Jordi Alba en San Mamés) se acaban convirtiendo en goles a contra. «Este es un juego de errores. A veces, se lleva el premio el equipo que ha tenido el menor peso», contó Luis Enrique, a quien se le ve, eso sí, optimista por la sustancial mejora que ha detectado en el fútbol de su equipo, penalizado en exceso y no solo por los fallos individuales.

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En la Liga, sin ir más lejos, ha sido incapaz de mantener la portería a cero durante dos partidos consecutivos. Antes, recibir un gol no era un drama para el Barça, acostumbrado a vivir de la abundancia que emanaba el tridente. Ahora, sin embargo, esa fragilidad defensiva fusionada con la inusual falta de contundencia forma lo que Luis Enrique considera «una dinámica tonta»