La situación azulgrana

Leo, año 10

Messi festeja hoy el décimo aniversario de su debut en el primer equipo a punto de superar a Zarra y jugar, al fin, con el uruguayo

Letales 8 Messi y Suárez en un entrenamiento del Barcelona en la ciudad deportiva de Sant Joan Despí.

Letales 8 Messi y Suárez en un entrenamiento del Barcelona en la ciudad deportiva de Sant Joan Despí.

M. L.
BARCELONA

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En 10 años, el Barça ha cambiado todo. De arriba a abajo. Presidentes (Laporta, Rosell, Bartomeu...), entrenadores (Rijkaard, Guardiola, el desaparecido Tito, Tata, Luis Enrique...), jugadores (Puyol y Valdés ya no están), pero él, un chico rosarino que vive exiliado en Barcelona, sigue ahí. Tal día como hoy hace 10 años en un estadio olímpico donde ya no se juega a fútbol ni se practica ningún deporte apareció un niño con melena, con el 30 a la espalda (en honor al 20 de Deco y el 10 de Ronaldinho), para trazar un camino inigualable. Es Leo Messi, el chico 10, el jugador que ha cambiado, y para bien, la historia del club.

Antes de él, una Champions (Wembley-92), con él tres Champions, a pesar de que no jugó en París-2006, azotado por las lesiones musculares que amenazaron con frenar el camino del mito, pero marcó en Roma-2009 -quedó sostenido del cielo, unido por un hilo invisible- con aquel mágico cabezazo a Van der Sar, al que fusiló con una furia desconocida dos años más tarde: Wembley-2011. Messi está festejando, a sus 27 años, una década en el primer equipo justo ahora cuando está a punto de coincidir con Luis Suárez, su nuevo socio en el ataque. Y justo también cuando los libros de historia se quedarán sin hojas cuando supere a Zarra (251 goles en la Liga). Será el sábado -tiene Messi 249 tantos anotados- ante el Eibar o en el clásico con el Madrid, pero pronto será el dueño de un registro del siglo pasado.

Hacía 55 años que el delantero del Athletic vivía en la cumbre de los goleadores. Hasta que apareció Messi, el chico que ya no tiene con quien compararse. Tan solo consigo mismo. Ayer, tenía que estar en la Antigua Fábrica Damm acompañando a Luis Súarez en la entrega de la Bota de Oro, aunque no pudo acudir. Llegó de Hong Kong tras completar la gira asiática con Argentina a media tarde, apenas hora y media antes de que empezara, sin tiempo para unirse a Xavi, Busquets e Iniesta, los tres capitanes de la plantilla.

Sucede, precisamente, Suárez a Messi como máximo goleador europeo, junto al madridista Cristiano Ronaldo. Y mientras el delantero uruguayo cuenta los segundos que le quedan para enfundarse el nueve del Barça, Messi descansa en su casa para preparar la primera semana grande. No por el Eibar (sábado 18) ni Ajax (martes 21) sino por el clásico del Bernabéu (sábado 25).

Buena conexión

De momento, ambos delanteros han conectado bien. Siempre en la intimidad del vestuario. En el campo, ni se les ha visto juntos porque  ni siquiera coincidieron en el trofeo Joan Gamper. Cuando jugaba Messi (61 minutos ante el León mexicano), Suárez estaba en el banquillo. Cuando salió el uruguayo (entró en el minuto 74 supliendo a Rafinha), el argentino ya descansaba. Hace 10 años cuando Messi aparecía en la montaña olímpica, Suárez ni siquiera había debutado con el Nacional de Montevideo (lo hizo en mayo del 2005).

Ahora sus caminos se cruzan, al fin, en el Camp Nou. Aquel niño tímido, al que no quisieron pagar un tratamiento para el crecimiento, llegado en el anonimato más profundo (en el 2000 nadie sabía nada de esa Pulga que asombró después) se convirtió en una estrella planetaria. Con un fútbol maradoniano al inicio al que ahora no para de dar nuevos registros.