Leo 2004

El joven genio apareció en Montjuïc para iluminar un club que venía de los años negros de Gaspart y para iniciar la resurrección deportiva con Laporta

GOL 1 EN LA LIGA, MAYO 2005. Con una delicada vaselina bate a Valbuena, del Albacete, en el Camp Nou.

GOL 1 EN LA LIGA, MAYO 2005. Con una delicada vaselina bate a Valbuena, del Albacete, en el Camp Nou.

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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era casi mediodía en Montjuïc, un estadio olímpico que no es de fútbol, pero ha sido fetiche en la vida de un genio del balón. Una mañana veraniega de tantas en las oficinas del Espanyol ultimando la plantilla. Sonó ese día  el teléfono de Manel Casanovas, entonces coordinador del fútbol base perico. «Manel, ¿queréis a Messi?», fue la pregunta que lanzó Josep Colomer, responsable entonces del área formativa del Barcelona. «¡Cómo no iba a quererlo si lo había sufrido desde que tenía 14 años!», se respondió el mismo Casanovas mientras se levantaba entusiasmado y ponía el móvil «ya con manos libres» para ir a otra sala de Montjuïc donde estaban reunidos el entonces presidente «Sánchez Llibre, Lotina, el técnico, Cristóbal y Tintín Márquez».Todos escuchaban entonces a Colomer. «Le hice repetir la pregunta», le contó Casanovas, ahora responsable de la Academia del Málaga, a Juan Terrats en EL PERIÓDICO hace tres años y medio. «Enseguida nos pusimos de acuerdo en la cesión y el padre de Messi fue a hablar esa misma tarde con Txiki», recordó Casanovas en referencia al diálogo que mantuvo Jorge Messi con el entonces secretario técnico del Barça.

La cesión al Espanyol

Todo estaba diseñado. Colomer ofrecía a Messi al Espanyol porque, según explicó él mismo, «necesitaba jugar 20 partidos en Primera para ir convocado con Argentina ya que quería ir al Mundial del 2006 y, además, no se tenía que mover de Barcelona», la ciudad que le había acogido en silencio desde el 2000. «Y Zabaleta jugaba en el Espanyol». O sea, la combinación ideal para que el genio, que precisamente había debutado en Montjuïc la noche del 16 de  octubre del 2004, depositara su talento durante un año, y como cedido, con la camiseta del Espanyol. Pero todo se rompió en dos días. Dos días de agosto del 2005 que cambiaron, sin  duda, la historia del Barça. Y quien sabe si del fútbol mundial.

«A los dos días se jugó el Gamper contra la Juventus...», cuenta Casanovas sin necesidad siquiera de concluir la frase. El resto pertenece ya a la leyenda, que nace un 24 de agosto del 2005. Un Gamper que, curiosamente, perdió el Barcelona de Rijkaard con Messi formando la delantera del Barça junto a Larsson y Ronaldinho. «En mi vida vi a un jugador así, con tanta calidad y solo 18 años», soltó Capello, entrenador entonces de la Vecchia Signora asombrado por los prodigios de ese joven «fenómeno», esa fue la palabra escogida, capaz de hacerle caños a expertos defensas italianos como si estuviera en las calles de Rosario, su ciudad. «Puede hacer lo que quiera con el balón en los pies», contó Capello en la sala de prensa sin desvelar lo que había susurrado a Rijkaard en el túnel de vestuarios del Camp Nou al término de la primera mitad. «Frank, si no puede jugar aquí [eran los momentos en que la LFP impedía tramitar la ficha del joven delantero] me lo dejas un año, por favor. Solo uno».

«Es algo impresionante»

Ante esa petición que era, en realidad, una súplica, Rijkaard se limitó a sonreír. «Es algo impresionante lo que ha hecho Leo. Es un placer verlo jugar», contó después el técnico del Barça, sin desvelar lo que quería Capello. Casanovas, entretanto, ya sabía que tendría que seguir sufriendo a Messi. Lotina, que se había hecho ilusiones, también. Y el Barça, que venía de los duros años negros de Gaspart (un lustro sin ganar nada), con las secuelas del final del nuñismo arrastrándose también, iniciaba la resurrección deportiva. Primero con Ronaldinho. Y luego con «ese pequeño diablo», según Capello.