Laporta se siente ganador

Laporta, flanqueado por los socios de su bufete, Xavi Arbós y Xavier Puig, ayer.

Laporta, flanqueado por los socios de su bufete, Xavi Arbós y Xavier Puig, ayer.

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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Reconfortado por la sentencia absolutoria de la acción de responsabilidad y sintiéndose ganador del enésimo pulso judicial al que se enfrentó durante su etapa en el Barça, Joan Laporta volvió a mostrar su perfil más reivindicativo de la gestión de su mandato (2003-2010), puesta en tela de juicio durante los últimos cuatro años y respaldada por el fallo del juez Martínez Borrego que niega que hubiera dejado el club con 47 millones de pérdidas, sino con cuatro de beneficios. El triunfo en el juzgado le invitan a no descartar una hipotética vuelta en las elecciones del 2016.

El fallo del juzgado ha liberado a Laporta y a los 16 directivos que le acompañaban. Pero solo parcialmente. Hasta que el Barça anuncie su renuncia a presentar un recurso; en caso contrario, se alargaría la pesadilla de todos ellos y «arruinaría», según Laporta, a los ocho que están obligados a presentar un aval de 2,9 millones cada uno procedente de otra sentencia y de otro juicio. Pese a todo, lejos de mostrar un perfil bajo, Laporta blandió su legado y no se ahorró duros términos a la actual junta cuando estaba comandada por Sandro Rosell, «el presidente que se escapó sin dar explicaciones», dijo, y la de Josep Maria Bartomeu, su sustituto, «a quien no ha votado nadie».

UN CLUB SOLVENTE / Una hora y cuarto duró la comparecencia de Laporta en el Col·legi de Periodistes, que culminó con una declaración resumida en inglés. Había empezado expresando su satisfacción, ante parte de su antigua junta presente (Helena Fort, Xavier Bagués, Xavier Sala Martin, Rafa Yuste, Albert Perrin, Jacint Borras, Ignasi Macià...), por la sentencia, favorable a sus intereses y a los del propio club. «El Barça no estaba arruinado, dejamos un club solvente», subrayó.

Ese resumen de la «satisfacción» que sentían por el desenlace de la acción de responsabilidad dio paso, sin embargo, a un discurso distendido en las formas y duro en el contenido, sin ahorrar reproches ni dulcificar el lenguaje empleado hacia los actuales directivos, lo que invita a suponer el grado de amargura reprimida desde que el 16 de octubre del 2010 la asamblea votara a favor de la acción de responsabilidad.

«Todo es fruto del resentimiento, de las ganas de desprestigiar, y crear esta falsedad les permitió tomar una serie de decisiones como vincular Catar a la camiseta», explicó, denunciando que la junta maniobró para desorientar y confundir a los compromisarios, creando un halo de sospecha que les vinculaba un nuevo caso de corrupción de los muchos que se están destapando. Laporta catalogó a su junta de ser «el pam de net» en medio de los numerosos casos de corrupción que aparecen.

APOYO DE CRUYFF Y GUARDIOLA / El exdirigente no solo insinuó la manipulación de Rosell y su directiva por manchar su legado, sino que censuró agriamente la voluntad «enfermiza» de «cargarse este modelo del que han estado viviendo dos, tres o cuatro años». Un modelo que limitó a cuatro palabras: Cruyff, Masia, Catalunya y Unicef. Al exentrenador, gran amigo suyo, le agradeció las peticiones que ha hecho a la junta actual para que acabara «con este encarnizamiento». La misma gratitud que destacó de Guardiola, que pidió a Rosell que parara el proceso fratricida (octubre del 2011) y el martes le felicitó por el desenlace del juicio.

Del mismo modo que atribuyó a Rosell que hubiera metido al Barça «en un jardín» con la acción de responsabilidad, reprochó a Bartomeu que no hubiera refrendado su presidencia en unas elecciones el pasado verano, Laporta se vanaglorió de «la suerte y el privilegio» de haber presidido «el mejor Barça de la historia» pero no se resistió a arrogarse «una pequeña porción» de ese éxito. «Éramos un club reconocido, admirado y querido», afirmó, en pasado y con pretendida nostalgia.

CONSEJO DE SABIOS CON PAPÁ / El expresidente contrapuso el Barça que dirigió al de Rosell, y clamó por su honorabilidad personal y profesional. «La ética empieza por uno mismo y no necesito un consejo de sabios con mi papá», señaló con ironía. Pese a las manifestaciones más cordiales de Bartomeu, no le reconoce una voluntad más conciliadora mientras no haga realidad «la paz social» que tanto se reclama. Y ello no solo pasaría por enterrar el episodio de la acción de responsabilidad desestimando un recurso, sino retirar la demanda contra Joan Oliver, el que fuera director general. «La paz social está en manos de quien ejerce el poder», pidió, sin pedirlo. «No espero nada de ellos», insistió Laporta, sin olvidar. Ni perdonar, todavía dolido.