CUARTOS DE LA LIGA DE CAMPEONES

Iniesta, o Harry Potter

El Camp Nou se emocionó con una jugada deliciosa que regaló el 1-0 al brasileño Neymar

Iniesta acude a felicitar Neymar tras el primer gol del Barça, que el brasileño ha marcado ante el PSG tras un gran pase del manchego

Iniesta acude a felicitar Neymar tras el primer gol del Barça, que el brasileño ha marcado ante el PSG tras un gran pase del manchego / periodico

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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El tiempo se congeló este martes en el Camp Nou. Tal cual. Recibió Iniesta el balón de espaldas a Sirigu. Estaba en la otra punta. A casi 70 metros, todavía en territorio azulgrana, mucho más cerca de Ter Stegen que del portero del París Saint Germain. Un balón irrelevante, diríase incluso que imposible que acabara en gol para el Barça. Intrascendente, pensó el PSG con ingenuidad, sin entender que estaban a punto de convertirse en extras de una jugada maravillosa. Una jugada de museo. Una jugada de Harry Potter. Más que futbolista un mago comenzó a flotar entonces por el césped transitando de área a área con tanta dulzura que los rivales parecieron caerse a su paso. Era mentira.

Se caían embobados a los elegantes regates, a veces con el cuerpo, en ocasiones con la mirada, de Iniesta. Así quebró a Cabaye, recuerdan, ¡aún de espaldas! a la portería francesa, luego trazó un delicado eslalon sobre Cavani, un gigante al que ridiculizó con un simple movimiento, más digno de un bailarín que de un jugador de fútbol. No, no llevaba botas Harry Potter, sino zapatillas elásticas como si fueran su segunda piel. Eliminado Cabaye de su radio de acción, sorteado después Cavani, aún quedaba una última pieza por driblar. Y todavía en campo del Barça. Sí, sí, sí. Aún más cerca de Ter Stegen que de Sirigu.

Luces encendidas

Cada jugador francés era una invitación para el espectáculo. Faltaba Verratti, ese joven que asombra a Europa por su clarividencia en el centro del campo. Pero no contaba el centrocampista del PSG con ser burlado por un mago, aún en el hogar de Ter Stegen, que dibujó un último regate tan mágico que un prolongado silencio inundó las gradas del Camp Nou. Todos callados, mirando asombrados, y eso que han visto obras maestras de Iniesta, como traspasada la línea del centro del campo se iban encendiendo las luces del estadio para que Europa no se perdiera ni un solo detalle de tanta magia.

Iluminado el Camp Nou por el fútbol celestial de Iniesta, faltaba completar tan maravillosa acción con el último pase. Ahí, claro, no podía fallar. Ni él, ni Neymar. Iniesta encontró la rendija adecuada para que el público, entonces ya entregado a esa jugada que no olvidará nunca, estaba de pie en sus asientos, casi empujando al delantero brasileño a que no ensuciara esa acción de museo. Y Neymar, fiable, esta vez sí, en el disparo, se unió a la fiesta de Iniesta. A la fiesta que tanto esperaba el capitán.

Después de que como dijo Valdano, el Barça de Luis Enrique le hiciera el campo más largo en ese modelo más orientado a los "tres pepinos", que diría Piqué, Iniesta se ha ido reinventando como futbolista, aunque no se advirtiera a primera vista. Bajo la sospecha permanente de que ya no era quien es, apenas necesitó una jugada, una deliciosa y sublime jugada, para demostrar el fútbol está escrito en esa cara angelical que conquistó Stamford Bridge primero y Johannesburgo después. Si el juego pertenece a los centrocampistas, como sostiene y defiende el modelo del Barça desde que llegó Cruyff, Iniesta es el ángel. Es, en realidad, la esencia. El fútbol.