TRISTE ELIMINACIÓN EUROPEA DEL EQUIPO AZULGRANA

Grandeza en la tragedia

El Barça cae cruelmente en la Champions (2-2) pero el Camp Nou se pone a los pies del equipo

Kalou consuela a Messi, mientras sus compañeros celebran el pase a la final.

Kalou consuela a Messi, mientras sus compañeros celebran el pase a la final.

DAVID TORRAS
BARCELONA

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El Camp Nou se puso a cantar, puesto en pie, aplaudiendo a los suyos, en una imagen nunca vista, inimaginable hace unos años, antes de que existiera este Barça, cuando las derrotas se sufrían entre pañuelos, mientras los jugadores andaban cabizbajos, con la mirada perdida y los ojos llorosos en una escena emotivamente trágica. No había nada que celebrar (2-2) y los mismos culés que cantaban y aplaudían lo hacían con un nudo en el estómago y el corazón encogido, pero sacaron fuerzas de no se sabe donde para darle al equipo un abrazo desde la distancia y hacerle saber que siguen a su lado, que no hay nada que reprocharle.

Tal vez el Chelsea merecía que el fútbol le devolviera lo que le debía desde el Iniestazo, aunque pagó un precio muy alto que purgará en la final. Bayern o Madrid se encontrarán a un rival muy distinto al de ayer, sin Terry, Meireles, Ivanovic y Ramires. Saldó esa cuenta pero este Barça no merecía tanta crueldad. Y Messi, menos que nadie. Leo, el tipo que más honra este juego, que más lo ama, sufrió una condena terrible, que prolongó la maldición que le persigue cuando el Chelsea anda por medio. Anoche, tampoco marcó pero ese mal fario le maltrató injustamente, con dos postes, uno de ellos en el penalti que significaba el pase a la final. El Camp Nou gritó entonces su nombre como lo ha hecho tantas y tantas veces cuando le ha llevado a la gloria y a ser lo que es. Y, como él, todos los demás.

Fue un final admirable para una noche llena de desgracia que prolongó el golpe del sábado. En tres días, el Barça invencible ha perdido de vista dos títulos y ahora deberá convivir con la extraña sensación de ver pasar el tiempo y los partidos sin nada por lo que pelear más allá del honor de no dejarse ir antes de la final de Copa que, para los olvidadizos, sería el cuarto título de la temporada. Pero los dos grandes se han quedado en el camino, justo en el umbral.

COMO EL INTER / La Champions ha jugueteado con el Barça de mala manera. Le ha dado la gloria dos veces (Roma y Londres) pero también se la ha arrebatado con muy mal estilo. Ante el Inter de Mourinho, cerrándole el paso hacia la final del Bernabéu, jugando contra diez igual que ayer, en un acoso interminable, una agonía insufrible, minuto a minuto, segundo a segundo, con el reloj corriendo y el balón rodando de un lado a otro frente a dos murallas, la italiana y la inglesa. Anoche, a diferencia de entonces, cuando todavía quedaba un hilito de esperanza, apareció Torres, el Niño que solo sabe marcar frente al Barça, para rematarle.

El campeón no estará en Múnich para defender su corona. Lo tuvo en la mano, pudo incluso sentir el tacto de esa copa orejuda esperándole otra vez, pero por más que fue a buscarla, por más que peleó, por más que se plantó ante el muro inglés, no encontró un hueco por donde colarse. Hizo lo mas difícil, ponerse por delante. A la expulsión de Terry le siguió el 2-0 y la sensación de que había pasado lo peor, que el camino ya era cuesta abajo, y que al Chelsea le caerían unos cuantos. Nadie imaginaba el guion que iba seguir el partido, la tortura en que se iba a convertir y que se inició con la vaselina de Ramires sobre Valdés, en una repetición de la película de Londres. Media ocasión, un gol.

Los postes no eran cuadrados como en Berna, pero se pusieron delante de un Messi que acabó desgarrado, en un reflejo del dolor que sigue sintiendo este equipo en la derrota. La imagen del Camp Nou, en cambio, tuvo un aire reparador, símbolo del cambio que ha obrado este Barça entre mucho culés. No todos, por supuesto. Ahora, el equipo y el club entrarán en un terreno desconocido en estos cuatro años y que se abre con una duda enorme: el futuro de Guardiola.

La pelota la tiene ahora Pep. Y a él le corresponde decidir su futuro. El Camp Nou no tiene dudas y anoche tuvo un gesto lleno de grandeza.