CITA INÉDITA EN PRIMERA

Girona-Barça, un duelo con ojos de niño

El 14 de agosto de 1970, Messi no había nacido. Bustillo fue el primer goleador en aquel estreno de Montilivi

Los capitanes de Girona y Barça posan con el trío arbitral en el partido inaugural de Montilivi, en 1970.

Los capitanes de Girona y Barça posan con el trío arbitral en el partido inaugural de Montilivi, en 1970. / periodico

Josep Maria Fonalleras

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando el Girona subió a Primera División, al día siguiente de aquella noche memorable, en el balcón del ayuntamiento uno de los ídolos de la afición, Pere Pons, gritó con vehemencia: «Rebentarem el Barça i el Madrid!». Y la gente contestó entusiasmada: «Boti, boti, boti, del Barça qui no boti». Muchos de los que lo hicieron eran del Barça. Quiero decir que hasta hace poco lucían la camiseta del Barça después de una final de Champions, en la plaza de Catalunya, que es donde, en Girona, se celebran los triunfos azulgranas. Y puede que vuelvan a ponérsela, si se da el caso.

Puede que uno de ellos fuera el niño que sale en la promoción del partido, este derbi adánico, recién nacido. Abre un cajón de su habitación y se encuentra, planchadas, dos camisetas. Duda un poco y acaba enfundándose la del Girona. Es el anuncio que reclama que «és hora de treure el nostre #orgull gironí», una campaña del club para hacer #Històri1a con la visita más esperada, la madre de todas las visitas. El 'president' Delfí Geli lo tiene claro, como el niño. «Queremos que el sábado todos sean del Girona, que sean de su ciudad para que la entidad crezca y forme parte de la élite». Aunque solo podían ser políticamente correctas, las palabras de Geli esconden la ambición oculta de los gerundenses. Tarde o temprano reventarán a los grandes, con ayuda del City, por supuesto. Y con la confianza de una afición que no se contempla a si misma como un equipo menor sino como una promesa de futuro. 

Hay culés de toda la vida que no tienen dudas. Josep M. Pallarès, profesor de latín y griego, abonado del Girona y asiduo del Camp Nou, quiere contemplar de cerca alguna maravilla de Messi. Y Domènec Pou, empresario, afirma con contundencia: «Soy abonado del Girona para poder ver al Barça y al Madrid. Y por descontado que animaré al Barça, faltaría más». Otro barcelonista gerundense es Josep Roca, uno de los tres vértices  del Celler de Can Roca. A la entrada de la cocina de uno de los mejores restaurantes del mundo está colgada una camiseta de Messi, exhibida como un tótem. Pero él lo ve distinto: «El Girona es el equipo de mi ciudad. Gracias a una nueva realidad del fútbol intento encontrar un hueco al instinto que he incubado toda la vida paralelo a Montilivi. Tengo el corazón azulgrana y el tuétano gerundense, yo creo que son sentimientos fraternales, pero es el único partido que no lamentaré que el Girona no gane. El verdadero adversario va de blanco”. 

Messi contra Geli

Aquel que quería tener a Messi tan cerca, podía haberlo hecho en marzo del 2004, cuando se enfrentaron, en Segunda B, el Girona i el Barça B. Pocos días antes, el argentino había debutado en la categoría y fue justo en la siguiente temporada cuando había de empezar a jugar en el primer equipo. En el  Gamper del 2005 estalló su genio, pero aquel juvenil demostró que “todo lo escrito sobre él no era una exageración. Lo decía Jordi Roura en el 'Diari de Girona': “Es una auténtica maravilla y, con solo 16 años, va camino de triunfar en el Camp Nou”. Ese día, con el Girona, jugaba Delfí Geli. 

Antes o después, el Girona reventará al Barça. La afición no se ve como un equipo menor

El 14 de agosto de 1970, Messi no había nacido. En el Barça jugaban Reina, Rifé, Torres, Eladio, Fusté y Reixach, entre otros. También Bustillo, el delantero centro que marcó el primer gol de la historia en el estadio de Montilivi, un campo que entones tenía capacidad para 20.000 espectadores. Esa noche de verano estaba lleno. Se lanzaron globos con los colores del Girona y “unas señoritas ataviadas con el traje de la región” pasearon por el césped verdísimo mientras sonaba la sardana 'Girona aimada'. El partido no tuvo historia, eso dicen las crónicas. Había una “gran diferencia de clase” y el Barça demostró su nivel con un “un juego cerebral, científico, con ribetes de exhibición”. Dos chavales, de 11 y 8 años, con su padre, se sentaban en tribuna. Después, fueron a ver la salida de los jugadores por si cazaban algún autógrafo. Yo era uno de esos chavales y nunca he visto (ni olido) un césped como aquel. 

Tantos años después, el Barça vuelve a Girona. Es cierto que, a lo largo de la historia, han jugado algún partido de copa y más de un amistoso, pero nada podrá compararse al match de esta noche. Domènec Torrent, exentrenador del Girona y segundo de Pep Guardiola, es socio de los dos clubs, “pero el Girona tiene más necesidad. El Barça, que gane la Liga; i el Girona, que esté muchos años en Primera”. No es de la misma opinión Mireia Noguer, presidenta de la Penya Barcelonista de Salt: “No tendré dividido el corazón, ante todo hablamos del Barça. Hay miembros de la peña que simpatizan con el Girona y que incluso priorizan los partidos en Montilivi, y también es cierto que la juventud se ha enganchado mucho”. Se percibe si caminas por la ciudad. Hay niños y niñas que pasean la camiseta rojiblanca con aquel orgullo que pide el club y que exultan de alegría cuando, en las coleccions de Panini, les sale el cromo de Pere Pons o de Àlex Granell. Estos no tendrán problemas para escoger los colores de la ropa limpia y planchada en el cajón. Para todos los demás (dejando de lado los aficionados del Madrid, que los hay, y del Espanyol), el partido será un festival de la bipolaridad. Yo, mientras tanto, lo miraré con la misma emoción que esa noche de agosto de hace 47 años. Con ojos de niño.