LA COPA DEL REY
La fiesta de Pedro y los jóvenes del Barça
El delantero firma un triple en 43 minutos con Masip y Montoya de titulares la noche en que Adama asombra con un golazo ante el Huesca
Para Pedro, cada minuto de fútbol en el Barça es una fortuna. Poco importa que sea el Huesca, ni siquiera miró el marcador de la ida (0-4 para los azulgranas). Sabe que teniendo por delante a Messi, Neymar y Suárez, un segundo es una bendición de fútbol. En un Camp Nou solidario, no había terminado ni la primera parte de la vuelta de la Copa del Rey cuando el delantero canario firmó un triple perfecto: cabeceó a placer un exquisito centro con el exterior del pie izquierdo de Munir, tuvo calma luego para convertir un delicioso pase de Iniesta en gol y sacó su furia con un imponente derechazo para lograr tres tantos. Y el Barça liquidó la Copa con una goleada de otro siglo (8-1) dejando un golazo de Adama para el recuerdo.
Pedro se montó una fiesta en el Camp Nou, con Messi en el palco cuchicheando con Josep Maria Fusté, una de las leyendas del club, compartiendo confidencias con Piqué.
Asistencia de Montoya
Abajo, en el césped, galopaba Montoya por la banda derecha asistiendo con un preciso centro a Sergi Roberto para demostrar que también sabe generar peligro. Llegó y pasó bien en una ocasión. En otra, además, aprovechando la candidez del Huesca, más preocupado, como es lógico, de obtener fotos en el templo azulgrana que de otros asuntos. Aún así, y en los cinco minutos iniciales, Esnaider tuvo dos cabezazos para asustar a Masip, el tercer portero que usa Luis Enrique en los 23 primeros partidos como técnico del Barça.
44.884 espectadores solidarios
Aunque la noche invitaba a quedarse en casa, hubo casi 45.000 personas que decidieron ir al Camp Nou. Y por un motivo solidario. No solo para acompañar al equipo sino para disfrutar también con los goles de Pedro, la evolución de Rafinha -¡cuánto necesita Luis Enrique que se suelte el menor de los Alcántara!-, la fiereza competitiva de Bartra, que no entiende de partidos irrelevantes. Juega el central como si le fuera la vida en cada encuentro. Tal vez le vaya, en realidad. Llegó con solvencia hasta el remate, pisando el área oscense, tal si fuera Bartra un delantero auténtico. Y atrás no concedió ni un solo metro, protegiendo a Masip en una defensa, otra más, inédita.
Debut de Douglas en casa
Con Montoya corriendo arriba y abajo la banda derecha; Adriano, en la izquierda, mientras Bartra y Mascherano formaban el eje central. Pero duró poco. Solo 45 minutos. En la segunda parte, Luis Enrique, fiel a su fórmula de ser imprevisible hasta cuando iba ganando 9-0 en el global de la eliminatoria, agitó al Barça. Sacó a Iniesta del campo y puso a Douglas de lateral derecho provocando un efecto dominó. Se fue Montoya al lateral izquierdo y Adriano adelantó su posición para convertirse en extremo derecho. Apareció Sandro en el campo, se marchó Pedro y Mascherano, capitán de hecho, se puso al fin el brazalete cuatribarrado.
El público también quiso intervenir en la segunda parte, uniéndose a la gestión de Luis Enrique. Llegó incluso a hacer la ola para festejar la cómoda goleada en la que Samper, ese elegante centrocampista que parece flotar cuando pisa el césped, también demostró su excelente interpretación. Jugó con naturalidad, robó balones, conectó con Iniesta, otro bailarín con la pelota entre los pies, y se lo pasó bomba. El partido, todo hay que decirlo, terminó en el derechazo furioso de Pedro. Tan festivo estaba el público que coreó el nombre de Douglas, tras un caño con taconazo incluido.
Adriano, lateral, extremo y goleador
El partido, más allá de los ocho goles, le sirvió a Luis Enrique para varias cosas. Para que Masip se sienta portero del primer equipo. Para que Montoya completara 90 minutos, algo que no hacía desde septiembre. Para que Douglas conociera la banda derecha del Camp Nou, un estadio que no había pisado. Y para que Adriano diera una exhibición de polivalencia. Jugó en tres posiciones: lateral izquierdo, extremo derecho (ahí marcó el 6-0) y extremo izquierdo.
Y para ver al bisonte Adama Traoré bufando para firmar una jugada soberbia. Lo quisieron agarrar, pero se fue por pura potencia, velocidad, con regate y, al final, con gran técnica. Un golazo espectacular, mientras Munir, que fue titular, se consumía enfadado en el banquillo porque incluso Sandro marcó otro tanto. Y él, no.
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