El Barça golea con sentido común

El equipo se impone al Las Palmas (5-0) con tres goles en ocho minutos en uno de los partidos más redondos

Aleix Vidal celebra el quinto gol del Barça

Aleix Vidal celebra el quinto gol del Barça / periodico

DAVID TORRAS / BARCELONA

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Sin perder el sentido común, el que impone jugar con la cabeza fría cuando conviene y ser paciente aunque te cueste más de la cuentra encontrar lo que buscas, al Barça le bastaron ocho minutos de ‘rauxa’ para que el Camp Nou se quedara tranquilo. Pim, pam, pum, tres goles de una tacada para compensar lo que dejó pasar antes (5-0) en un partido que el equipo manejó con inteligencia y buenas maneras, justo lo que lo que falta al club, capaz de apelar al sentido común y actuar sin pies ni cabeza. A Messi, ajeno a las palabras, no le falta ni le sobra nada. Siempre está en su sitio. Con más sentido de todo que nadie.

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Nada como la pelota para apagar el ruido que hacen los de fuera, los de arriba, a los que no les queda más remedio que callar cuando el equipo se pone a jugar. Sin levantar la voz, en una actuación más coral que de costumbre, más juntos que otras veces, los jugadores se metieron en el papel que les corresponde y pusieron las cosas en su sitio después de que el club se metiera unos cuantos goles en propia puerta.

LA APARICIÓN DE ALEIX

El equipo, no. El equipo miró al frente y los metió todos donde toca en un uno de sus partidos más redondos, un duelo noble de principio a fin, sin un mal gesto ni una patada, fiel al ideario de un Las Palmas que entiende el fútbol como el juego que es, y no sabe vivir de otra manera que no sea con el balón. Lo tuvo mucho menos que casi siempre y, a la que se descuidó, el Barça le mató.

Removió Luis Enrique la alineación más de lo esperado, con la aparición del hombre invisible, Aleix Vidal, ese fenómeno Poltergeist que nadie sabe muy bien explicar y mucho menos después de su actuación. El ‘patito feo’ vivió el día que llevaba esperando y que cerró sonriente, señalándose su nombre en la camiseta tras marcar el quinto, en un gesto claro de reivindicación, que tenía todo el sentido del mundo, el común y el emocional. Si se habla de prioridades, no parece que la del lateral derecho esté entre las primeras.

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Se desembró inusalmente el tridente, un ente con vida propia pero al que solo Messi da sentido. El 10 siguió al frente, acompañado de su colega Suárez y entre los dos se zamparon a media defensa, mientras Neymar se lo miraba con cara de frío, como Iniesta, otro dosificado en esa rueda imparable que afecta a los interiores y en la que entraron Rafinha y André Gomes. Y los dos mejoraron.

El que no desaparece nunca es Busquets, el vértice por el que todo pasa y que recuperó su presencia más imponente, en la salida y en la presión alta, vital para que el juego vaya como una seda. La declaración de intenciones del Las Palmás, con un paso al frente para comenzar, se fue diluyendo ante el juego más cobinativo azulgrana. Hubo menos vértigo y más control, menos verticalidad y más toque, menos ir y venir y más equilibrio.

ENTRE MESSI Y SUÁREZ

El frío, eso sí, lo rompió quien menos necesita para calentarse, el pistolero Suárez, apareciendo tras una conexión inesperada, entre Aleix y André Gomes, el preludio de su creciente presencia. Un fogonazo al que siguieron unas cuantas ocasiones desperdiciadas, con Varas metido en el viejo papel de paralotodo que no pudo mantener hasta el final. No hubo goles, pero Messi dejó tantas cosas para perder el sentido común y saltar al campo y arrodillarse ante él. En una baldosa, Leo encuentra más espacios que todos los demás en un descampado, capaz de revolverse entre un ejército de defensas, ahora hacia afuera, ahora hacia dentro, ahora paro, ahora arranco. Ver para creer y seguir sin acabar de creer lo que ves.

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Y así saldó una de las pocas cuentas pendientes que le quedaban, si es que le quedan. Ni que fuera en un gol del montón, de los que nunca marca él, pero suficiente para liquidar la deuda con el Las Palmas, el único equipo al que no había marcado. A Varas se le escapó el balón y quién estaba ahí, quién iba a estar, el 10. Y justo después de él, otra vez Suárez, que en un movimiento se abrió sel espacio justo para armar la pierza y ¡zas! al rincón. Cuanto más instintivo más letal, cuando menos  tiempo tiene para pensar mejor remata. Después, se quedó solo y Varas se impuso, aunque no le alcanzó ante la aparición de Arda.

Y para cerrar uno de esos días en que todo sale bien, Aleix recibió la recompensa que merecía. El Barça tiene mucho más sentido común cuando rueda la pelota.

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