El Barça se defiende bajo presión

Frente a la tesis recurrente de que la mejor defensa es un buen ataque, que el Barça ha hecho realidad en sus mejores momentos, el equipo de Luis Enrique ha encontrado el camino intermedio, el punto de equilibrio que necesitaba para recuperar su mejor versión.  Con un ataque indiscutible, que también ha dejado atrás los problemas de eficacia de inicios de temporada y que provoca el justificado debate de si es la mejor delantera de la historia (el tridente ha marcado 120 goles en el 2015), el campeón ha logrado cerrar la hemorragia de los primeros partidos y, por fin, es tan fiable cuando tiene el balón como cuando corre a recuperarlo. El Barça defiende mejor porque presiona mejor.  

Las cifras eran sonrojantes, con una media de casi dos goles por partido, y que en las primeras 13 jornadas suponían el triple que el año anterior: 22 goles encajados frente a 8. Pero en las últimas semanas ese coladero ha dado paso a una estadística admirable (1 gol, el de Dzeko y en el tiempo añadido, en 6 partidos) que refuerza el equilibrio general que transmite el equipo.

LOS 22 REMATES DEL RAYO

De la misma manera que esa vulnerabilidad no era un problema exclusivo de la defensa, la solidez actual es el resultado de una disposición más consistente. Ha recuperado la presión arriba, con el incansable Suárez como máximo exponente (el 0-2 de Neymar en el clásico nace de una recuperación suya ante Modric),  y eso le ha ayudado a alejar a los rivales del área. Concede muy poco como corresponde a un tricampeón.

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Nada que ver con el pimpampum de partidos anteriores. El ránking de ese acoso lo encabeza el Rayo de Paco Jemez, que en el Camp Nou fue capaz de rematar 22 veces a portería cuando la media habitual estaría entre 5 y 10. No le valió para ganar, aunque el resultado (5-2) estuvo por encima de lo que fue el partido con Bravo salvando unos cuantos goles.  Pero al Celta (18 disparos) y al Sevilla (17), sí. El Roma, en cambio, solo remató 4 veces. “Encajar goles no es un problema de la defensa, es un problema de todo el equipo, empezando por el entrenador. Hemos de mejorar entre todos”, aseguró Luis Enrique, que dedicó una atención especial a este aspecto en los entrenamientos. 

Esa fragilidad inicial le costó el puesto a Ter Stegen, devorado por errores propios y ajenos, y que perdió la ventaja que le dio la incorporación con retraso de Bravo por su participación en la Copa América.  Las dos Supercopas, que parecían un pase adelantado para ganarse la titularidad, le acabaron condenando con 8 goles encajados en dos partidos (Sevilla y Athletic) y un título perdido ante los vascos. De repente, el gigante alemán se derrumbó, pero a sus fallos individuales (el gol del Athletic, que después se repitió ante el Roma), se unió una pobre actuación defensiva, que también acabó sufriendo Bravo.

LA DEFENSA DE BERLÍN

Curiosamente, el equipo ha recuperado la solidez perdida coincidiendo con la lesión de Messi, como si se hubiera concienciado de la necesidad de ajustarse al máximo para contrarrestar su ausencia. En 6 de los últimos 11 partidos ha mantenido la portería a cero, favorecida por la mejoría de algunas piezas clave, como Piqué. Alves o Alba. El clásico del Bernabéu, además, supuso el retorno de una línea inédita desde la final de Berlín con Alves, Piqué, Mascherano y Alba, juntos por primera vez.

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Uno de los más beneficiados por este equilibrio es Busquets. Penalizado cuando falla esa presión, el mediocentro ha tenido en los últimos partidos el protagonismo que pierde cuando se ve obligado a cubrir los espacios por la desconexión entre líneas. Una actuación excepcional que deja todavía más en evidencia el olvido que sufre año tras año en las nominaciones de los premios. Ausente en la amplísima relación inical del Balón de Oro, choca todavía más que tampoco figure entre los candidatos que la UEFA acaba de anunciar para el equipo del 2015, en la que debería acompañar a Mascherano, Piqué, Alves, Iniesta, Rakitic, Neymar, Suárez y Messi. Pero su reconocimiento está por encima de cualquier lista.