LA JORNADA DE LIGA

Devoción del templo hacia su 'Messías'

Hay algo de religioso en el Camp Nou. El grito de la Catedral de los culés cuando su estrella suma un nuevo récord impresiona

Messi tira de falta en el Camp Nou ante el Sevilla e iguala el récord goleador de Zarra

Messi tira de falta en el Camp Nou ante el Sevilla e iguala el récord goleador de Zarra / periodico

ABEL GILBERT / BARCELONA

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"¿Nunca has venido al templo?", me preguntan y digo que no, nunca, y otro, que me ve cara de novato, llama al estadio "Catedral". Hay algo de religioso, de silenciosa devoción en el Camp Nou, al menos visto con ojos y oídos argentinos: el público no grita, tampoco casi canta ni salta antes del partido. Una espera sosegada, como si fuera la cola de un banco. Suena un reggae por los altavoces. Catedral o discoteca sin marcha, lo cierto es que yo también he llegado hasta aquí con un sentido de feligresía sin disimulos: Messi. ¿Será el día M?

Entran los jugadores del Sevilla y apenas bajan de las tribunas las silbatinas breves. No advierto que se acuerden de la madre de los rivales ni quieran cortar las cabezas de aquellos que vinieron a alentarlos. La diferencia con Argentina es radical: durante noviembre, ocho personas murieron en los estadios por enfrentamientos entre hinchadas, luchas entre integrantes de una misma barra brava (disputas territoriales, control del negocio de la droga) o porque, sencillamente, se cayeron de las tribunas: son casi 80 los víctimas fatales en los últimos diez años. Según el sociólogo Pablo Alabarces, autor de 'Héroes, machos y patriotas', el fútbol argentino es, desde esa perspectiva, el peor de América Latina. Y esta noche, en el Camp Nou, uno no puede dejar de sentir una agradable extrañeza: saber que hay otras formas de ir a un estadio que no te cuestan la vida.

El argentino ama o destruye, o, mejor dicho, destruye lo que pudo amar. Leo no ha podido evitar someterse ese pensamiento binario e infantil. Para una franja intolerante, pasó a ser 'Messy', que inglés, quiere decir confuso, problemático, desaliñado. Pero, se sabe, nada de eso tiene que ver con él. Cuando se se anuncia la formación del Barca y llega el turno de nombrarlo, la gente despierta. Vuelve la música disco. Tal vez todo sea un baile, en el césped. Suena el himno del Barca. Entran los jugadores y, por fin, un poco de calentura. Después, expectativa ceremonial.

El hambre de Leo

Recorro las plateas. Alba se equivoca. Un hombre se impacienta. Todos son expertos en el estadio. Esa es una regla universal, un derecho adquirido de los espectadores en cualquier parte del mundo: saben o creen saber qué es lo mejor para el equipo y, por eso, un señor se pregunta por qué Suárez está tan inclinado a la derecha, y oye, muy cerca suyo, una respuesta, docta. Le avisan que el uruguayo ahora va por el medio y que se fije en Messi, que detecte su hambre. Y a Leo le cometen una falta que ejecuta de manera genial. Gol. El Camp Nou explota. "Muchas gracias, Leo", se escucha por el altavoz. Es una voz neutra, despojada de la pasión que exigía la circunstancia. Pero es, a pesar de esa distancia, la voz de todos los que deliran. "Messi, Messi". El grito impresiona. "Barça, mi buen amigo, no me importa lo que digan, yo te sigo a todas partes, cada vez te quiero más". ¿Sabrán de dónde viene esa melodía? Es una publicidad de la dictadura argentina, antes de la guerra de las Malvinas, la historia de un chico que se va de vacaciones y le escribe a su perro, Bobby, y desde entonces, ese canto, con marca de origen oprobiosa, borró esas huellas y fue adoptado por el fútbol argentino. Lo escucho aquí, en el Camp Nou, y a nadie le importa las razones de dónde viene, porque ya quiere decir otra cosa.

El Sevilla empata. El susto dura un minuto. Neymar y Rakitic ponen las cosas en su lugar. Y luego, un contragolpe letal. El brasileño le sirve en bandeja a Leo gol 252. Messi mira a cámara y se toca el corazón, que late igual en todas las tribunas. Los jugadores se abalanzan sobre él. "Gracias", repite el altavoz. Y todos, "Messi, Messi, Messi". Y eso que falta otro gol. He tenido, como esta multitud, un día de enorme suerte. Leo se va del campo con el balón. Con su gloria y su fiesta. Nadie quiere irse de la 'Catedral'.