La Copa de los reyes

Luis Enrique supervisa el entrenamiento de ayer del Barça en la ciudad deportiva de Sant Joan Despí.

Luis Enrique supervisa el entrenamiento de ayer del Barça en la ciudad deportiva de Sant Joan Despí.

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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EI Barça tiene 26 Copas y el Athletic suma 23. Ningún club reúne tantos trofeos como ellos, así que el título que hoy anda en juego lo disputan los reyes de la competición. En el mejor escenario posible: el estadio más grande de España, un lugar donde culés y leones se sienten confortablemente, unos más que otros, como si estuvieran en casa.

Los viejos campeones se reencuentran frente a un nuevo monarca, Felipe VI. El estreno del joven rey español, presidiendo su competición se producirá en Barcelona. Desde el palco del Camp Nou asistirá a un recibimiento ruidoso. Por los pitos del prólogo -una polémica que ha ido subiendo de volumen por los altavoces instalados en Madrid-, y por los comentarios del epílogo que gritarán las almas más sensibles. Y en el alboroto del durante no faltarán, encima, los gritos de «independencia» con los coros añadidos de los hinchas vascos. El Ministerio del Interior y el Consejo Superior de Deportes pidieron al presidente del Barça medidas para amordazar al sector culé y que reine un respetuoso silencio ante el himno español.

La fanfarria será un acompañamiento, anecdótico, del espectáculo importante, el acompañamiento del plato que se servirá sobre el impecable césped del Camp Nou, ese terreno que el Barça conoce «centímetro a centímetro», como admitió Luis Enrique. Una ventaja adicional que queda atenuada por el burocrático papel de visitante que se le concede al propietario por ser un año menos antiguo que el Athletic.

Los azulgranas se cambiarán en el vestuario visitante, «más pequeño, con menos cosas», dijo Busquets (solo hay un jacuzzi frente a la zona de aguas del otro vestidor), y se sentarán en el banquillo forastero, pero conservarán los hábitos de cuando ejercen de locales: dormirán en sus camas, acudirán a Sant Joan Despí, almorzarán donde quieran y luego acudirán al estadio. «Habrá dos tercios de aficionados del Athletic y uno del Barça», bromeó Sergio Busquets sobre el desigual reparto de entradas que también se intuye vistos los precedentes.

La rutina local

Esa percepción se intuye desde ayer, cuando por la Diagonal empezaron a entrar los primeros coches con banderas rojiblancas. Los aficionados bilbaínos se dejaron ver en los lugares más emblemáticos de la ciudad, mientras los culés, en la discreción de sus rutinas, como los jugadores no se dejarán ver hasta que suene la primera pitada importante: la del árbitro.

Entonces, todo cobrará sentido, y el Barça saltará en busca de la copa más repetida del museo, nunca despreciable, ni siquiera ahora en las épocas de abundancia, porque el equipo anda enfrascado en un propósito mayúsculo: el triplete. Si el Barça de Guardiola logró en el 2009 ser el primer club de la historia en encadenar el sexteto, el de Luis Enrique buscar ser el primero del mundo en ligar dos tripletes. El reto acaba el próximo sábado en Berlín. Luis Enrique aseguró que nadie subestima al Athletic y se encargó de recordar que el triunfo de hoy es el paso imprescindible para negociar frente a la Juventus.

El motor de la ilusión

"Preparo una final, no dos», subrayó Luis Enrique para establecer sus prioridades. «Tenemos una final muy complicada pero mucha ilusión por ganar otro título. ¡Vamos Barça!», fue el mensaje que lanzó Leo Messi, el pilar sobre el que se asientan parte de las ilusiones barcelonistas. Ilusión es el motor de un Athletic que vuelca sus esperanzas goleadoras.

El último título del Athletic data de 1984, cuando conquistó la última copa a costa del Barça en un espectáculo más dañino y vergonzoso que el que se pueda escuchar hoy. Aquello no se repetirá por el clima de concordia actual, pero Ernesto Valverde, que tiene las bajas de De Marcos y Muniain (ninguna sufre Luis Enrique, que recupera a Luis Suárez), no viene en son de paz. «Tenemos una oportunidad única, no hay más que ver cómo está Bilbao». También vio cómo está Barcelona.