EL PARTIDO EN EL BERNABÉU

El clásico rondo

El Barça remonta un gol recibido a los 22 segundos y silencia al Bernabéu con otra humillación a 'Mou'

DAVID TORRAS / Madrid

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La leyenda continúa. El Barça de Pep Guardiola no se quedó sentado esperando que sonara la campana en el Bernabéu. La hizo sonar con fuerza y valentía hasta silenciar la fanfarria que acompañaba al Madrid, y dejar otra vez por los suelos la ensalzada obra de Mourinho poniendo del revés un duelo que empezó a perder a los 22 segundos y que acabó controlando al trote (1-3). Si era el día y la hora para escenificar el pregonado cambio de ciclo, el Madrid no se enteró y volvió a caer de rodillas ante una pesadilla de la que no despierta nunca y que pudo ser incluso más dolorosa en el paseo final ante un Bernabéu que contenía la respiración, en un clima de tensión.

Como en el día de la marmota, el Bernabéu volvió a revivir una noche que no acaba de morir nunca y que vuelve y vuelve cada vez que aparecen Guardiola y sus chicos. El triunfo dejó un mensaje a los que cantaban las alabanzas sobre este nuevo Madrid y ya daban la Liga por cerrada. Ni hablar. El Madrid de anoche está todavía muy lejos del Barça. Por encima de los números, de la igualdad provisional de puntos, el campeón sigue por las nubes, como si estuviera decidido a mantener su hegemonía eternamente. Ayer, ante los ojos de todo el mundo, ante 400 millones de espectadores, el Barça impuso su ley y dejó herido el ego de Mourinho. Una vez más y van....

GOLPE TERRIBLE / El final tiene más valor después de cómo empezó todo. Días y más días dándole vueltas a a la pizarra, que si con tres defensas o con cuatro, lanzando predicciones, intuyendo lo que pasa por cabeza de Guardiola y de Mou, y en 22 segundos, ¡22!, ¡22!, ¡22!, todo saltó por los aires, la pizarra en mil pedazos, todos los clásicos imaginados por Pep, por Mou y por cualquiera superados por la realidad. Había que frotarse los ojos, pellizcarse, darse una colleja para creer que lo que acaba de suceder había sucedido de verdad. Porque al error de Valdés en el pase con el pie le sucedió una serie de calamitosas carambolas hasta dar con el balón en la red. El partido no había empezado y el Barça ya perdía. Lo peor era el indescifrable escenario que se abría ante un golpe tan terrible. ¿Cómo reaccionaría el equipo? Valdés dio la primera pista. En la jugada siguiente volvió a pedirla al pie y a flirtear sobre el alambre.

¿Y el Madrid? Ni caso. Lejos de venirse arriba, a lomos del envalentonado Bernabéu, se quedó conformado, fiel a la filosofía mourinhista que en ese momento ya solo esperaba que pitaran el final. El partido le sobraba. Tenía lo que quería y en su filosofía de que el fin justifica los medios, ¿para qué seguir jugando? Pues sí, para su desgracia, había que seguir jugando, y nada menos que 89 minutos, que se le hicieron largos, larguísimos. Tan alto lo había levantado que la caída fue más dura. Hubo momentos en que pareció un adversario menor, inesperadamente encogido, con Ronaldo desaparecido, pasando una vez más de puntillas sobre una gran cita.

Mourinho, también. Guardiola removió el equipo constantemente y no le tembló la mano al ordenar una defensa de tres en busca de la remontada. Tocando aquí y allá, el Barça pasó por encima de un rival que fue haciéndose pequeño, pequeño, pequeño, entre los murmullos del Bernabéu. Alexis, el golpe de suerte de Xavi en el rebote del segundo, compensando el gol inicial, y Cesc concretaron el intervencionismo del técnico, reforzado por la emotiva compañía de Tito Vilanova, un símbolo más que añadir a los muchos de este equipo.

Frente a la grandeza y la contundencia con la que se comporta el equipo, el club sigue con su tibieza. Rosell le puso otra vez buena cara a Florentino, encantados de estar uno al lado del otro, como si el presidente fuera ajeno a los malos gestos que ha tenido el club y esa extraña amistad estuviera por encima de la firmeza que exige el cargo. Ayer, mientras reafirmaban sus buenas relaciones, y Rosell ensalzaba a Florentino, en el Bernabéu colgaba una pancarta que por sí sola merecía haberse levantado de la mesa: Mou tu dedo nos enseña el camino. El Madrid la retiró después ante las quejas azulgranas, pero hay cosas que no cambian. Al Barça los dedos le sirven para contar títulos y ya no le bastan con las dos manos. Va por los 12 y, mientras el Bernabéu moría en silencio, el equipo se subió hacia Japón.

Fotogalería del clásico Madrid-Barça

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