estreno triunfal en el camp nou

Cesc ya tiene una

El Barça conquista la Supercopa y el nuevo fichaje vive un debut inimaginable gracias a Messi

Messi pica el balón ante la salida desesperada de Casillas en la acción del segundo gol mientras Ronaldo cae arrodillado a su espalda, anoche en el Camp Nou.

Messi pica el balón ante la salida desesperada de Casillas en la acción del segundo gol mientras Ronaldo cae arrodillado a su espalda, anoche en el Camp Nou.

DAVID TORRAS
BARCELONA

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En tres años, Cesc había tenido mucho tiempo de imaginar su regreso a casa, el día en que volvería a vestir la camiseta azulgrana. Pero difícilmente trazo un guion como el que le tocó vivir. Ahí estaba el número 4 alzado y él listo para entrar justo cuando el Madrid igualó la eliminatoria. Minutos después, Cesc corría enloquecido por el campo detrás del mismo joven al que ya perseguía para abrazar cuando eran unos críos. Sí, Leo, el pequeño y grande Leo, sigue haciendo diabluras como entonces. Anoche, la hizo gorda. Dio el primer gol, metió el segundo y, sobre todo, enganchó la Supercopa con una volea descomunal. En tres años, el Barça de Guardiola ya tiene un equipo de trofeos: 11.

Así que Cesc ya sabe que la vida en el Barça es muy diferente a la de Londres. En tres días, ya ha ganado un título. Pero Cesc también sabe desde el primer día que, por más que el Madrid haya sido siempre el gran enemigo, lo de ahora es otra cosa. Cuando el partido ya estaba casi cerrado, Marcelo le cazó por detrás en una acción a la altura de lo que es ahora este equipo. Roja y tangana monumental, con empujones, insultos y una nueva demostración del mal perder merengue. Un día que sienten que pueden cambiar el guion, que el Barça no está tan lejos, volvieron como siempre. Perdiendo y soltado coces y empujones.

La noche acabó con el Madrid escondido en el vestuario, sin ver la entrega de la Copa como hizo el Barça en Mestalla, el Camp Nou alzado en pie y Xavi levantando la copa que pone a Guardiola al lado de Cruyff en títulos, pero a un paso de superarle quien sabe si la próxima semana con la Supercopa de Europa. Quizá para homenajear a quienes más tuvieron que ver en la conquista de la doble corona, o simplemente porque, mientras no se demuestra lo contrario, son los 11 magníficos, Guardiola dejó de lado los movimientos del Bernabéu y puso en juego al 11 de Wembley. Uno detrás de otro. Todos son campeones, pero ellos se han ganado más que nadie el derecho de pelear por esta nueva copa. A esa puesta en escena, sin embargo, no siguió la danza de Londres ni mucho menos la del 5-0. Los nombres son los mismos, pero ni las piernas ni la cabeza están como entonces. Y también, hay que decirlo, el Madrid ha ido corrigiéndose ni que sea a fuerza de revolcones. Mourinho será muchas cosas, pero tonto no es y ha tomado sus notas. Así que el Madrid volvió a apretar. El problema es que a Messi no hay manera de ahogarlo. Fue él quien encontró un pasillo imposible por donde se coló Iniesta, que dejó a Casillas flipando, y también fue Leo el que recogió un taconazo de Piqué dentro del área, una maravilla, que acompañó con una de sus caricias.

Lo hizo en el momento justo, antes del descanso, cuando el partido estaba empatado y el Madrid había inquietado más de la cuenta a Valdés, con larguero incluido. Ni un momento de tranquilidad. Ni una pausa. El Camp Nou vivió de principio a fin agitado, siempre entusiasmado, empujando al equipo, sin una sola duda por más que no estuviera a su mejor nivel. Tiene un colchón inacabable y no tardara en ser el que era. La presencia de un público heterogéneo provocó, además, un ambiente mucho más animado, Ni un silencio. Aplausos y cánticos sin parar, con el ¿por qué? convertido de nuevo en el grito de guerra. Hubo también insultos a Ronaldo y Mourinho y Pepe, y gritos racistas, imitando el sonido del mono, como ocurrió en el Bernabéu con Alvés, destinados a Marcelo, que a la primera que tuvo le arreó a Messi.

Y para no perder la costumbre, al rato apareció Pepe, que ya ha perdido cualquier escrúpulo si es que le quedaba alguno, que es difícil, y va cazando piezas en el mejor símbolo de lo que Mourinho ha inculcado en el vestuario. Xabi Alonso y Casillas son irreconocibles, abducidos por lo que más que un equipo parece una secta. Mou volvió a tener una penosa actuación, haciendo posturitas en plan teatro. Eso no fue lo peor. Lo vergonzoso fue que metió el dedo en el ojo a Tito Vilanova en la tangana final. ¿Por qué? ¿Por qué?