Un bisturí peligroso

ERNEST FOLCH

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ya se sabe que en el fútbol nada es lo que parece. Ni siquiera un cambio es un cambio, por mucho que lo que vean nuestros ojos sea un jugador sustituyendo a otro. Una simple sustitución puede poner a prueba la capacidad del entrenador para intervenir en un partido y modificar o consolidar el curso de los acontecimientos. El cambio de Xavi por Neymar en Sevilla provocó el efecto contrario al deseado y ha reavivado otra vez las dudas sobre la capacidad de Luis Enrique para actuar quirúrgicamente sobre un encuentro peligroso. El bisturí del entrenador volvió a ser otra vez de trazo grueso, no estabilizó al equipo en pleno descontrol y lo dejó sin reacción cuando ya era demasiado tarde.

El problema no fue la entrada de Xavi, que ya en Balaídos había sido decisivo con su participación en el último tramo de partido, sino la incomprensible salida de Neymar, en el momento en que estaba completando el mejor partido de los últimos dos meses. A toro pasado, cuando ciertamente todo es más fácil de dilucidar, sabemos que Xavi tenía que entrar en una fase del partido en que una vez más el equipo había perdido el control del centro del campo, pero que habría sido mucho mejor que lo hiciera por Rakitic o por Suárez, por ejemplo.

Y es que un cambio es también un mensaje, una forma que tiene el entrenador de hablar con su plantilla, y no parece que la decisión del sábado ayude en nada a tranquilizar a Neymar en el tramo decisivo de la temporada. Como tampoco ayudó el mensaje de cambiar a Iniesta cuando el marcador reflejaba un empate, es decir, cuando se necesitan precisamente a los mejores jugadores para desequilibrar. La paradoja es que el mejor cambio, al final, era el único que era imposible, es decir, que volviera a entrar Neymar. 

Al debate futbolístico se le añade ahora otra discusión más envenenada, que tiene que ver con los gestos ostensibles de disconformidad que exhibió el brasileño al ser sustituido. Podría ser una anécdota pero lo cierto es que esta temporada ya hemos vivido unas cuantas situaciones similares, en las que un jugador que se va del campo manifiesta públicamente y sin ningún reparo su discrepancia con Luis Enrique. 

Este festival de rabietas públicas, que se repiten periódicamente y que nadie parece capaz de atajar, cuestionan mucho más que el mero cambio de turno: erosionan algo tan decisivo como la autoridad del entrenador. Una autoridad que ya sufrió un varapalo a raíz de su famosa crisis con Messi a principios de año, y que no la ayudan a consolidar precisamente estos episodios de clara disconformidad con quien teóricamente tiene el poder en el vestuario.

A la media hora de partido el Barça tenía la Liga a tiro después de una soberbia exhibición de juego y en cambió terminó el partido atrapado en sus propias dudas. En el Barça, y ya se ha visto en esta tempoada, ni siquiera un cambio es inocente. El bisturí, que debe servir para curar puede convertirse en una arma involuntaria de autolesión. El cirujano deberá afinar.