Bayern y Barça, ataque sin premio

Ambos equipos se han estrellado contra la misma piedra del Atlético y verán frustrados por la tele la final de Milán

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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Con la defensa convertida en un arte tan exquisito que será estudiada dentro de unos años, Simeone se ha colado en la final de Milán dejando dos ilustres cadáveres en la cuneta. Tirados de mala manera, incapaces aún de hallar respuestas para ese ataque sin premio, andan Barça y Bayern. El Barça del tridente. No hay equipo en el mundo que pueda presumir de un trío integrado por Messi, el mejor de la última década y, tal vez, de las próximas, Neymar, el heredero que ha perdido la senda adecuada, y Suárez, el goleador que se toma cada partido como si fuera el último de su vida. El Bayern de Guardiola, la máquina más sofisticada que se ha diseñado para atacar por diferentes caminos, también terminó igual de desesperado.

Ambos equipos («dos de los tres mejores del mundo», como se encargó de precisar Simeone aún en el saqueado Allianz Arena, con casi 3.000 colchoneros invocando la memoria de Luis), acabaron arrodillados –y frustrados– ante la máquina defensiva del cholismo, ese universo que convierte cada centímetro de césped en un territorio ocupado.

«FUE TREMENDO»

Quedó Simeone asustado por el potro de tortura en que le colocó el Bayern Simeone  en unos «tremendos» 45 minutos, es definición del técnico argentino, que le hicieron vivir la mayor angustia que recuerda. 17 disparos (6 a puerta) realizó el Bayern en la primera parte, solo seis menos de los que firmó el Barça con el Chelsea en el 2012 en 90 dramáticos minutos que certificaron el final del guardiolismo en el Camp Nou: 23 disparos, también seis a puerta. «Me recordó mucho a la semifinal con el Chelsea», admitió Guardiola, agotando sus días finales en Múnich, orgulloso de sí mismo («he dado mi vida aquí», dijo), aunque asumiendo que su obra quedará inconclusa. Inyectó su revolución «contracultural», como subrayó, en un Bayern que jamás entendió la pausa y el pase como un vehículo para ganar.

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«Espero que Ancelotti pueda dar el paso que yo no he podido dar», afirmó el técnico, asumiendo que su legado es más ideológico que de títulos tras llegar hace  tres años a Baviera para cambiarles la mirada sobre el juego. Primero hizo el campo mucho más ancho que largo, luego les dijo a los jugadores algo que no habían escuchado antes («no corráis tanto») ni quizá volverán a oir cuando él se vaya. Pero topó con el arte defensivo de Simeone, un sacerdote de este oficio donde el control de la mente es casi tan importante como el orden táctico y la fortaleza de las piernas.

DE CECH A OBLAK

A donde no llegan esos registros, trabajados por Simeone de manera tan fanática  en su búsqueda de nuevas vías ofensivas, aparecen fantasmas del pasado. Del penalti de Messi al Chelsea, que se estrelló en el larguero, al penalti errado por Müller, a quien consideran el Messi alemán con una desproporcionada y, a la vez, desmesurada arrogancia. De Cech a Oblak, porteros grandes, inmensos, tan decisivos en ambas eliminatorias como si fueran realmente el Messi de sus equipos. Ellos, sí; Müller, no. En menos de un mes, dos partidos casi calcados.

 Pero la vehemencia del Bayern en la primera parte (17 tiros) casi equilibra la respuesta del Barça en la ida del Camp Nou (21 remates en 90 minutos). «Seguid así, no hay ninguna correción táctica», fue lo que dijo Guardiola a sus jugadores en el descanso, poco antes que la entrada de Carrasco por Augusto ofreciera un panorama nuevo al Atlético porque tenía muchas alternativas nuevas en ese joven espigado delantero belga (22 años) que dibujó otro paisaje. Tenía piernas para correr y, al mismo tiempo, regate para asustar al Bayern.

"Nunca me enfrenté a un rival así como el de la primera parte. Fue algo tremendo, maravilloso" (Simeone)

 «Nunca me enfrenté a un rival así. Fue algo maravilloso», admitió el Cholo, que sobrevivió a una tormenta que parecía perfecta, aunque, curiosamente, el único gol del Bayern llegó en una acción a balón parado con la falta lanzada por Xabi Alonso desde fuera del área. En los momentos decisivos, el Atlético se agarró a Oblak, tanto en el Camp Nou como en el Allianz. «Supimos reaccionar a jugar con uno menos en Barcelona y a este primer tiempo tremendo que soportamos», contó Simeone, mientras Guardiola se despedía de la ChampionsGuardiola  con una reflexión final. «He sido muy feliz aquí. Sé que los grandes equipos deben ganarlo todo y sé que seré juzgado por no ganar la Champions», admitió antes de acabar su trienio en Múnich buscando la Liga y la Copa. Hasta en eso se parece al Barça de Luis Enrique. Atacaron con todo para el triplete, pero sin la puntería necesaria