El Barcelona liquida al BATE sin necesidad de apretar

La pólvora de los delanteros, con el empuje de Iniesta y Roberto, decanta el duelo

chilena de Neymar

chilena de Neymar / periodico

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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Una bocanada de aire fresco aportó Andrés Iniesta al equipo, que tal vez no lo necesitara por los resultados (seis victorias y la derrota de Sevilla) pero sí por el juego, tirando a plano. El capitán sopló alegría y esperanza, con detalles que invitaron a la sonrisa y al aplauso acompañando a Neymar, que es el único que remite a épocas no tan pretéritas, de la primera mitad del año, a la espera de que salga el sol otra vez con Messi.

Tenía tufo a trámite la cita con el BATE Borisov, por más que hubiera en juego la clasificación, y esa idea no se disipó en toda la noche. El cuadro bielorruso entró en el césped con la idea de marcharse con dignidad tras la tunda (9-0) que le cayó en el global del doble duelo hace cuatro años. Aquel era un Barça pletórico y arrollador, guapo y seductor, con un punto también narcisista, y el de ahora no se mira en el espejo -excepto para disfrazarse-, sino que solo mira el marcador. Y, claro, no luce tanto.

Iniesta y Neymar, secundados por Sergi Roberto Suárez, salpicaron con su virtuosismo un ensayo que el Barça liquidó sin necesidad de apretar. El Barça que saldrá en el clásico del Bernabéu. Mejor dicho, del que iba a salir, porque la lesión de Rakitic quizá lo frustre. Roberto, quién lo iba a decir, será el sustituto de Messi si el astro continúa en la enfermería. Luis Enrique le colocó ayer de extremo derecho para dejar un hueco al añorado Iniesta. De ser un integrante del fondo del armario la temporada anterior, el de Reus ha abierto de par en par las puertas de la titularidad (primero como lateral derecho, luego de interior derecho, más tarde izquierdo y finalmente de delantero) y es un fijo en las quinielas de los once que jugarán el clásico. Desde este miércoles más que nunca si Rakitic causa baja. Aunque vuelva Messi. Entonces retrocederá.

Suficiente munición

Sin Leo, el Barça se ha ido apañando más bien que mal. Tiene suficiente munición con Neymar y Suárez, que últimamente no perdonan una, como si se hubiera concienciado que su responsabilidad es máxima. Que lo es. Además de los goles, Neymar ha multiplicado sus prestaciones (regates, pases y goles) aumentando sus intervenciones. Por suerte, ante la pesada ausencia de Messi, se recrea y es de agradecer en las épocas de escasez.

Sobre todo, porque Suárez no se recrea nada. Serio y austero, vive por y para el gol, aunque carece del egoísmo de muchos colegas. Quizás, además de generosidad, también tenga la virtud de reconocer las jerarquías y se reconozca a sí mismo como el último en llegar a la delantera. Después de marcar su gol, en el gesto propio del pistolero sin piedad -controló y chutó con la rapidez del asesino a sueldo que desenfunda y dispara-, le dio un regalo a Neymar en una acción que se la podría haber chupado él mismo.

 No se siente agobiado ni necesitado Suárez, tampoco Neymar, que se van repartiendo los goles como buenos amigos. Entre ellos dos. La tercera pata no existe, tanto si es Munir como si le toca Sandro. Igual que en la distribución primaria de los roles futbolísticos, cumplieron su misión de anotar igual que los defensas (MascheranoVermaelen y Adriano reaparecieron) se desempeñaron perfectamente para proteger a Ter Stegen, aunque el alemán hiciera dos salidas de las suyas. Como le llegaba poco el balón, quiso burlar a los delanteros bielorrusos.

Asegurado el cero atrás, también por la inoperancia visitante, agigantado Busquets en la divisoria, solo se jugó en una mitad de campo, Entre Iniesta y Roberto, entre Suárez y Neymar, dieron cuenta del BATE mientras no llegan retos mayores.