El Barça y Arda se inyectan autoestima
El equipo azulgrana recupera la alegría ante el Borussia y el turco marca los tres goles que necesitaba Messi para batir el récord de Cristiano
Joan Domènech
Periodista
Periodista. Título de Entrenador de fútbol nivel A. Deportista vocacional. Tras retirarme como futbolista, empecé a trabajar en Mundo Deportivo (12 años, 1988-2000). He asistido a cuatro Mundiales y cuatro Eurocopas. Coautor de varios libros. Miembro del colectivo ‘Periodistes Solidaris’ y 'Amics de Johan'.
JOAN DOMÈNECH / BARCELONA
El anuncio anticipado de la alineación de Leo Messi insinuaba la voluntad del futbolista de batir el récord goleador de Cristiano Ronaldo en la liguilla (11 tantos). La actitud del astro, más afilada de cara a la portería de Sommer y su tempranero gol, lo reafirmó. Tan cierto como que Messi consigue lo que se propone es, también, que la ansiedad suele ser muy mala compañera de viaje. El ansia turbó la imprescindible calma que necesitaba el argentino para anotar los tres goles que le permitirían superar a su mayor rival y se quedó sin récord.
Los goles de Messi los marcó Arda Turan. Más necesitado estaba el turco; no de récords, sino de actos para congraciarse con la hinchada, a quien había dejado mosca otra vez en su última intervención en el clásico. El acierto de Ramos le convirtió en culpable por la absurda falta que había cometido sobre Marcelo que originó el empate.
LA REDENCIÓN
Arda se redimió con el triplete que dio color al partido semiamistoso que disputaron Barça y Borussia, puramente intrascendente, con las cuatro plazas del grupo ya asignadas y que solo iba a servir para dar vuelo a los suplentes y que el ganador recuperara la autoestima. Les faltaba a los dos equipos: al Barça por los disgustos que va encadenando y al Borussia por los siete partidos que arrastraba sin ganar.
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A Luis Enrique le importaba «tres narices» la victoria, que solamente interesaba al gerente del club para cobrar el millón y medio de la UEFA. Al entrenador le urgía recuperar el juego del equipo y la confianza de sus jugadores, porque la mitad andan decaídos. Ninguno de ellos era Iniesta ni Messi, de los pocos que despiertan sonrisas cuando tocan la bola, sino el ejército de secundarios, carentes de grandes dosis de satisfacciones por el papel marginal que desempeñan.
DE TODO
Hubo de todo: Aleix Vidal jugó como si fuera el primer día, tal vez pensando que era el último y valía la pena disfrutarlo; Denis sumó puntos en la cartilla para cuando Luis Enrique quiera jugar con dos Iniestas o un Iniesta y alguien parecido a Xavi; Arda quiso ser el ayudante de Messi y solo dejó de pasarle los balones en los que se encontró solo ante la portería. De Cillessen nadie recibió noticias, olvidado en el fondo donde no pasaba nada pese al fosforescente equipaje naranja y las que dio Alcácer fueron preocupantes. Por malas.
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Jugaba el excapitán del Valencia su décimo partido pero el primero junto a Messi e Iniesta y, además, el duelo con el Borussia era distendido por irrelevante. El escenario ideal para estrenar su cuenta goleadora. Ni así. Marcaron todos los delanteros menos él. Solo dispuso de un remate y lo estrelló al cuerpo de Sommer; cuando chutó Arda, el meta suizo entró en la portería con el balón. De una tacada marcó tres el turco en el puesto de Neymar, que también ocupará el sábado en Pamplona.
LA ASFIXIA DE ALCÁCER
Asfixiado y angustiado se vio a Alcácer entre los dos centrales, que eran tres con la incorporación de Strobl, sin espacios para moverse, sin tiempo para pensar, sin libertad para pasar: las peores condiciones posibles para un delantero que creció jugando al contraataque, con metros para correr, con balones para acertar y fallar.
La experiencia contraria disfrutó André Gomes, a quien Luis Enrique le halló un mejor acomodo de mediocentro mientras adquiere la velocidd mental y de ejecución que exige el Barça. Acabada la Champions con el inofensivo Borussia, la visita a Pamplona devolverá al equipo frente al espejo. La Liga exigirá al equipo g a los jugadores que reafirmen la recuperación apuntada.
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