El Barça sobrevive gracias al coraje

Un gran segundo tiempo permite a los azulgranas superar la presión blanca (2-1)

Mathieu supera a Ramos en el salto y marca el 1-0.

Mathieu supera a Ramos en el salto y marca el 1-0. / periodico

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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Un gol a balón parado y otro de estrategia. El Barça de Luis Enrique explora otros terrenos que le fueron provechosos de nuevo. Encontró petróleo en un desierto que creía yermo. Soportó todas las penalidades, agarrándose a la fe y al coraje, y sobrevivió con un triunfo enorme (2-1), suficiente para sentenciar media Liga, y que pudo ser mayor si la agonía no le hubiera nublado la vista ante Casillas, que no paró nada hasta los últimos diez minutos. El meta orilló la crucifixión que hoy viviría con tres intervenciones que evitaron una manita. Algo parecido podría decirse de Bravo, que sostuvo a un Barça sediento de gloria.

La encontró ayer para huir del Madrid en la clasificación y cerrando una semana en la que el Camp Nou ha sido un oasis. No un paraíso, porque el equipo sufrió ante el City y sufrió aún más ante el Madrid, en un volcánico duelo que tuvo de todo: acciones brillantes y errores indecentes, dimisiones escandalosas y apariciones sonadas, vaivenes en las dos áreas y una dosis de locura que inoculó también Mateu Lahoz con 11 tarjetas en un duelo emocionante pero poco conflictivo.

APARICIONES SONADAS

Ganó el Barça porque suyas fueron esas apariciones sonadas. Quizá porque sus protagonistas las desearon más que nadie en su clásico de estreno en el Camp Nou, embriagados por el mosaico unánime del minuto cero. Primero emergió Jérémy Mathieu. Un defensa escribió el prólogo del aprtido de las delanteras, y Luis Suárez, tantas veces espectador como un culé más, coronó el sueño de su vida firmando el epílogo con un gol que marca con los ojos cerrados: balón largo al espacio, pugna con el defensa, disparo intuitivo. Entre medio, Cristiano Ronaldo espolvoreó gotas de misterio en la apasionante trama que se vivió, muy bien acompañado por Modric Benzema.

El desenlace se produjo avanzada la novela, para fortuna del Barça, que sobrevivió al primer tiempo (Cristiano remató también a la madera) y pudo felicitarse por conservar la cabeza y las piernas. Anotó el gol y nada más, por muy valioso que sea marcar en el clásico. Estuvo desarmado, aguantando como pudo a un Madrid que fue más rápido, estuvo más decidido y, encima, tuvo más el balón. O lo tuvo con más ideas gracias a disponer de un hombre más en el centro del campo.

CUATRO CONTRA TRES

Ante los tres azulgranas, Ancelotti colocó cuatro. Bale defendió lo que nunca defiende, o eso le reprochan en Madrid, colocándose de interior derecho. Pudo ayudar a Modrid Kroos y se ganó un espacio en la banda para cabalgar, aunque se encontró en Alba un jinete tan rápido como él. Después de años de miseria y tacañería, el Madrid quiso la bola, y demostró que sabe moverla. Sobre todo, ante rivales, como los azulgranas, que no saben jugar ni defenderse sin ella. Mascherano se vio desnudo entre Rakitic Iniesta, incapaces de encadenar tres pases.

A ese hombre que faltaba en el centro del campo se añadía otra ausencia. Messi, en el extremo derecho, se quedó arrinconado, olvidado. Sus compañeros nunca le encontraron, encerrado entre Marcelo y la línea de banda, con Isco de vigía cercano. ¿Acierto del Madrid en crear una barrera psicológica entre los azulgranas y Messi o demérito local de no crear las opciones para que su estandarte se colocara en primera fila? En el lío solo se vio a Luis Suárez, conociendo a Pepe y tanteando a Ramos. Messi lanzó la falta del 1-0, en su única intervención antes de huir de la banda ras el descanso. Neymar, tan mal o peor que su compañero, quedó en evidencia encadenando errores ante Casillas. Tras el primero, anotó Cristiano el empate.

EL VUELCO ANÍMICO

El 4-4-2 del Madrid ya fue más evidente en el segundo tiempo. Se sentía tan cómodo como convencido de que esa idea era buena. Ni siquiera cambió con el gol de Suárez, en un error defensivo blanco clamoroso: Alves lanzó un pase largo a Suárez que pilló a Ramos despistado siguiendo el señuelo de Rakitic y dejando un espacio inalcanzable para que pudiera cerrarlo Pepe.

El índice de posesión de balón dio un vuelco, al tiempo que transformó el estado de ánimo general. El 2-1 tranquilizó al Barça, sintiéndose a salvo al ver a lo lejos las palmeras del oasis, sin que se advirtiera ninguna reacción positiva en el Madrid. El partido se partió y la grieta fue más evidente en el Madrid.

Modric e Isco se vieron entonces desempeñando el sufrido papel de Rakitic e Iniesta. Ninguno de los cuatro acabó el partido. Todos fueron sustituidos. Como si los entrenadores quisieran que, efectivamente, el duelo lo decidieran los delanteros. Pero Luis Enrique puso en el campo a Busquets y Xavi para recuperar la pelota, y con ella, se presentó el Barça ante Casillas como nunca lo había hecho hasta entonces.