Campeón de invierno de récord

El equipo perfecto

El Barça cierra la mejor primera vuelta de la historia y saca cuatro puntos al Madrid, que empató con el colista

Iniesta golpea el balón ante la mirada de Apoño.

Iniesta golpea el balón ante la mirada de Apoño.

DAVID TORRAS
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Al festín que vivió el Barça con el Balón de Oro le siguió ayer otro en el Camp Nou que volvió a ridiculizar la palabrería que se escucha a los lejos, de los que solo hablan fuera del campo. Un banquete de fútbol que puso a los culés en pie al mismo tiempo que el Madrid se encogía en una semana que ha servido para escenificar una vez más lo lejos que están unos de otros. El Barça no baja del podio, y desde ahí arriba pero siempre con los pies en el suelo, se exhibe ante el mundo entero, convertido en un objeto de culto, una obra admirable que cada día es más bella. Si existe la perfección debe ser algo parecido a este equipo.

Ayer, volteó al Málaga de Pellegrini (4-1) y cerró una primera vuelta de ensueño, la mejor de la historia, con más puntos que nunca y una racha de 28 partidos invicto que supera al Barça de Michels, y certificó el título honorífico de campeón de invierno y que redondeó gracias a la ayuda del Madrid. Después de la manita, ayer le echó una mano con un tropiezo en Almería, ante el colista. Ya está un poco más lejos, a cuatro puntos, aunque la distancia real entre ya en el terreno de la dimensión desconocida porque no resiste comparación con nadie. Ni siquiera con el Barça de Guardiola, autor de las tres mejores primeras vueltas de la historia azulgrana. Aunque parecía imposible, este le ha superado.

LAS QUEJAS BLANCAS / En un margen de pocos minutos, Madrid y Barça lanzaron dos mensajes que dice mucho de sus señas de identidad. Al empate del Madrid en Almería, en lo que ya era una dolorosa comparación con el 0-8 que le endosó el líder, le siguió un rosario de quejas, un nuevo episodio del Mou de las lamentaciones. Mientras el Barça se dedica a contar goles, el Madrid anda sumando penaltis como un equipo pequeño, más pendiente de los árbitros que del juego que no llega. Mourinho dejó un rastro de sospechas e insinuaciones. Valdano habló de «acoso y derribo» aunque también lanzó algún mensaje al banquillo, en ese pulso que no cesa sobre el delantero fantasma que pulula por el Bernabeú desde hace meses.

En el Camp Nou, la primera ovación llegó antes de que el balón echara a rodar, justo cuando los chicos del Infantil B estaban sobre el césped recibiendo un pequeño homenaje. De repente, los aplausos se elevaron y ellos sonreían ajenos a que era la celebración del final del partido en Almería, ese 1-1 ante el que todo el mundo hizo las mismas cuentas. ¿O acaso alguien dudaba de que la noche se cerraría con cuatro puntos de ventaja? ¿Quién puede dudar de este equipo? Nadie.

FÚTBOL PARA RECORDAR / Dicho y hecho. Casi en cuanto Mourinho dejó de hablar, después de repetir varias veces que no se quejaba cuando era lo único que hacía, Iniesta agarró un balón con la diestra y metió un golazo. Fue el preámbulo a 45 minutos descomunales, una exhibición de juego espectacular, un festival más que recordar. La cuestión es que hay tantos que se agolpan en la memoria y cada vez es más difícil hacer hueco para todos.

Pero esos 45 minutos como tantos otros no merecen dejarlos pasar sin más, habría que degustarlos pacientemente como algo especial porque lo es. Marcaron Villa y Pedro, pero hubo tantos otras cosas además de esos dos goles. Un larguero de Xavi, dos o tres ocasiones de Messi, que (¡oh, noticia!) se quedó sin marcar y, sobre todo, un recital de juego en corto, un fútbol magistral que a menudo cautiva más en la parte final pero que nace en una solidaridad nunca vista, en una presión constante sea cual sea el marcador.

OVACIÓN PARA AFELLAY / Este equipo nunca tiene suficiente. Siempre quiere más. En el segundo tiempo levantó un poco el pie, pero bastó que el Málaga ultrajara la portería de Valdés en un gran lanzamiento de falta, para que Villa, el que no le metía goles a nadie como Benzema, volviera a marcar distancias con el cuarto. Con todo resuelto, al Camp Nou le dio por celebrar la aparición de Afellay, un holandés que, a diferencia de otros tiempos, ha sido acogido con los brazos abiertos. Este Barça ya ha cambiado la historia. Pero aún la cambiará más.